¿Para qué ser poeta?
Para no ser jamás verdugo o banquero.
El camino que elegiste como un poeta rebelde y desmadroso, ¿te ha llevado al buen camino?
La vida siempre dice que el desmadre puede ser un saludable camino interior, otra cosa es que la realidad y la economía te lo hagan pagar día a día, segundo a segundo.
¿Cuántas etapas crees tener como poeta?
La verdad es que creo que aún no he salido de mi etapa de formación.
Te sonará raro pero creo que es así. Apenas he entendido algunas cosas sobre el verso libre, apenas comienzo a saber cómo evitar que un verso no se ahogue en un énfasis estúpido o vacío o en su propio entusiasmo retórico.
¿Cuáles son los autores que más han influido en tu oficio?
Cuando tengo un día de mala memoria son muchos, cuando he despertado lúcido, no los cuento ni con los dedos de una mano. Cronológicamente podrían ser éstos: Li Po, Saint John Perse, Rimbaud, el último Vallejo, el primer Neruda, la joven poesía peruana de los
setenta −Verástegui, Pimentel, Juan Ramírez Ruiz−. Los surrealistas −leídos en la inquietante antología de Aldo Pellegrini. Entre los chilenos, Lihn y Teillier, y Parra. En fin, los poetas que a uno le influyen sin duda son los que le gustan, pero en absoluto quiere decir que uno haya intentado, al menos concientemente, escribir alguna vez como ellos.
¿Cuál es tu experiencia con los Infrarrealistas?
Del infrarrealismo recuerdo con cariño el pandilleo, las caminatas a través del esqueleto del DF, las conversaciones en las aceras, los recitales luminosos y balbuceantes.
¿Fue realmente un movimiento literario o sólo otra vanguardia más?
Fue algo fundador que nos sucedió a un montón de chavos de entonces que creíamos que hacer buenos versos era lo mismo que patear calles y estar siempre enamorados de chavas que siempre se enamoraban de otros, nunca de nosotros. Quizá fue un ideal, una idea, una nube de la que brotaban rayos que nosotros mismos no comprendíamos.
¿Crees que siga vivo el Infrarrealismo o que alguna vez estuvo vivo?
Para mí, el infrarrealismo estuvo vivo con Roberto Bolaño y con Mario Santiago y con los primeros infrarrealistas. Yo participé en su primera etapa y ésa es la época del infrarrealismo, la de Pájaro de calor, la de Correspondencia Infrarrealista. Cuando
Roberto Bolaño y yo ya estábamos en Barcelona. Mario continuó con la idea, o el ideal, como quieras llamarlo, pero tengo la impresión de que poéticamente él ya estaba solo, rodeado de gente, pero en el fondo solo. Ya lo he dicho antes, para mí el paradigma del poeta infrarrealista es Mario.
De tus libros ¿cuál crees que tenga mayor influencia de los infrarrealistas?
Tengo casi todos mis libros inéditos. El más cercano puede que sea El maletín de Stevenson, pero en la época en que lo escribí ya me sentía en orfandad respecto al infrarrealismo. Además, los infrarrealistas jamás se plantearon una escritura programática
como la del surrealismo. El infrarrealismo era un contrapoder, por llamarlo de alguna manera, y no se planteó reglas, salvo la de sentirnos desnudos y frágiles ante la vida.
¿Cómo te sientes al ser un personaje de “Los detectives salvajes”?
Como se sentiría cualquiera a quien un amigo le ha dedicado un tiempo de su escritura, de su memoria, de su imaginación, de su cariño y, sobre todo, de su humor.
Roberto Bolaño dijo en un ensayo que te consideraba el mejor poeta chileno de estos tiempos. ¿Qué opinas de esto?
Roberto escribió que me consideraba uno de los mejores poetas actuales, no el mejor.
Por cierto, ¿quién será el mejor?
¿Cuál de tus libros consideras el más cercano a tu experiencia de vida?
Quizás el que aún estoy por escribir.
¿Crees que el poeta deba tener compromiso social?
El poeta lo que debe ser es simplemente no ser un autista del lenguaje y de la vida.
¿Cómo ves la poesía dentro de la globalización?
La vería como un lenguaje soterrado que apuntaría a decir otras sensaciones, otros lenguajes que no tendrían nada que ver con la palabra que apoya y refuerza las relaciones mercantilistas que tanto le gustan a esa llamada globalización.
¿Consideras que tu poesía es hermética?
Creo que no, pero los pocos lectores que alguna vez pudiera tener son los que tienen la palabra.
¿Cómo ves la labor editorial con respecto a la poesía en estos tiempos?
La labor de un editor de poesía es casi épica, por no decir peligrosa para su economía familiar. Hay países donde se logra sostener, como en el caso de contadas editoriales españolas, pero supongo que a costa de enormes sacrificios.
¿Qué clásicos son los que más te gusta leer?
Los que sólo vestían una toga y dormían a la intemperie, los que sabían que la luz, la fama,
pronto se pudren.
¿Cuál es tu opinión de la poesía chilena, mexicana y española?
La poesía chilena aún padece la sombra de un señor que se llama Neruda y no reconoce al mago Parra, al melancólico Teillier, al intelectualísimo pero enorme poeta que es Lihn. La poesía mexicana no sé si padece el implacable peso del ambiguo demiurgo que fue Paz,
pero en contra o a su favor aún se le hace demasiado caso. La poesía española, en mi modesta y siempre periférica opinión, padece de esa no sé si llamarla rara, por no decir otra cosa, masificación de licenciados en filología, poetas protoacadémicos que no pueden librarse del estigma de un saber demasiado regulado. En fin, como vez, todas las poesías localizadas o nacionales padecen.
¿Crees que alguna vez el poeta podrá vivir de sus libros?
El día que el poeta pueda vivir de sus libros también será el día en que al albañil, al obrero, al ama de casa le sean pagados el justo precio de su trabajo. ¿Tú cuándo crees que sucederá eso?
¿Qué opinas de los poetas oficialistas?
El poder siempre ha necesitado de voces que prestigien su manera de hacer las cosas, sus chanchullos, sus prebendas, sus privilegios. Hay poetas a los que eso les gusta, les gusta o como dicen que necesitan comer (¿nosotros no?), no ven hasta dónde le han hundido el cuello a su propia poesía.
¿Qué es la poesía para ti?
Algo raro, un espacio donde tiembla algo no conocido, o que es conocido pero que ahí,
en ese instante, ha hecho un avance, ha dado un paso más hacia lo inefable, hacia...
¿El poeta se hace o nace?
No creo que se pueda ser concluyente sobre este tema. No creo en la predestinación y sí
prefiero que el poeta se haga, si se deja, y si lo dejan.
¿La poesía lírica o la épica?
Depende, pero creo que la poesía siempre es lírica. La épica vendría a ser sólo un registro, una
tesitura más en el frágil o poderoso teclado de una voz adoptada con naturalidad, con
pasión. No olvidemos que la épica canta gestas sociales y con esa voz, lo quiera o no, el poeta está buscando la aprobación de su clase o de su comunidad. Aquí la contrapregunta sería:
¿escriben poesía épica los poetas oficialistas?
¿Crees que existió alguna vez la antipoesía?
La llamada antipoesía es más bien un guiño de ironía e inteligencia frente a la poesía que cree que el poeta ha de tener una voz grave e impostada, esa equívoca voz que muchas veces sólo logra ahogarse en su pretendido énfasis emocional.
¿Cuáles son los libros que has escrito?
Yo escribo poemas, escribo por temporadas sumergido en un tipo de voz, de intencionalidad de búsqueda y no escancio mi manera de hacer bajo el signo o la llamada del libro, quizá por eso apenas he publicado. Además soy un pésimo promotor de mi obra, soy el mejor en aquello de tirar piedras sobre mi propio tejado. En México he publicado El maletín de Stevenson/ El cielo de los topos, libro debidamente bicéfalo.
¿Me puedes decir cómo es la vida de un poeta en el exilio?
No quisiera hacer una reducción de esta pregunta, pero creo que es verdad esa intuición que apunta a que un poeta siempre está en el exilio, siempre está exiliado en su propia lengua, haciendo su extraña labor de zapa, excavando en la oscuridad. Por otra parte, en
el exilio a un poeta no le va ni mejor ni peor que a otra persona que supuestamente no sea poeta.
¿Eres poeta Beat?
De adolescente hice un viaje al norte de Chile y otro al sur, inspirado en las andanzas de
Jack Kerouac, con Los vagabundos del Dharma en la mochila; pero eso no me da el frágil e intocable título de poeta beat. Los beatnicks fueron una rara “recuperación” del espíritu
juglaresco, algo que en la literatura desgraciadamente pocas veces se da con la sinceridad y la naturalidad que ellos alcanzaron.
Como poeta ¿cuál fue tu experiencia en México?
Cuando llegué a México tenía 17 años. A esa edad todo es asombroso y formativo. Una temprana adolescencia mexicana es lo que cualquier poeta de occidental puede desear para saber lo que es el temblor de la experiencia poética.
¿Crees que existe corrupción en los círculos literarios?
No veo por qué los tales círculos no se van a librar de esa nefasta pulsión de la especie.
¿Qué opinas de las becas y los premios?
Las menos de las veces no están amañados. Nunca he pedido una beca, y la única vez que me gané un concurso precisamente fue en México, pero quizá con ese temprano galardón ya agoté las posibilidades de dar con un premio que no esté cocinado. Los premios, las becas, son dinero. Wallace Stevens dice que el dinero también es poesía. Él tuvo toda su vida un puesto fijo en una empresa de seguros, yo nunca he tenido un sueldo fijo.
¿Cuáles son los temas que más te gusta desarrollar en tus poemas?
A riesgo de parecer algo autista, te puedo decir que no reconozco claramente mis temas. Puede que traten de la soledad, la existencia con todos sus miedos y exaltaciones, no sé. Me interesa más creer que expongo las palabras a una tensión, a una dinámica, a un espacio en el cual las imágenes y las posibles metáforas explican algo que tiene que ver con la vida, algo reconocible para mi asombro y, si tengo suerte, para el del lector.
¿Consideras que eres un poeta místico?
La mística está relacionada con categorías supuestamente superiores de la religión y, en ese sentido, prefiero guardar aquello que llamamos creencia para algo aún más superior, pero que al mismo tiempo es una certeza tanto solitaria como colectiva. Bajo el calzador de las definiciones prefiero creer que mis versos corren o patinan más por el terreno filosófico o algo que al menos se acerque a eso. No sé si con esta explicación te queda claro cuán lejos estoy de la mística.
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