Un pequeño incidente

 

 

Hace ya seis años que dejé mi aldea para venir a Pekín. En este lapso he visto y oído no pocas cosas en relación con lo que llaman “los negocios de Estado”, pero todo esto no ha dejado ninguna huella en mi espíritu. Si me preguntaran qué influencia tuvo todo aquello en mí, respondería que lo único que logró fue agravar mi mal carácter. Sinceramente, mientras más conozco estas personas, más desprecio siento por los hombres.

 

Sin embargo, me tocó ser testigo de un incidente que me pareció que tenía algún sentido. Este hecho mínimo me ha sacado de mi mal humor y no consigo olvidarlo.

 

Ocurrió durante el invierno de 1917. El viento del norte soplaba rabiosamente, pero como yo necesitaba trabajar para vivir, muy de mañana estaba ya en la calle. Fuera no había casi nadie y me costó muchísimo encontrar un rickshaw para trasladarme a la puerta S. Poco después el viento del norte se calmó tanto; había despejado de polvo el camino, que es extendía muy limpio y blanco. El tirador del rickshaw corría rápidamente. Nos aproximábamos a la puerta S cuando alguien se enganchó de pronto en las varas del rickshaw y se deslizó suavemente al suelo.

 

Era una mujer de cabellos grises y ropas harapientas. Bruscamente había abandonado la acera lanzándose derecho sobre el rickshaw. El tirador se había desviado para dejarla pasar, pero el viejo chaleco guateado de la mujer, que iba sin abotonar, levantado por el viento se prendió de la vara. Felizmente el tirador había disminuido la velocidad, de otro modo ella habría podido ser derribada y herida quizás de gravedad.

 

Como la mujer no se levantaba, el tirador del rickshaw se detuvo. Yo estaba seguro de que la vieja no había recibido herida alguna, y como no había testigos, deseé que mi conductor no se mezclara en el asunto: ¡iba a acarrearse disgustos y a arrastrarme!

 

Le dije pues:

 

- ¡No tiene nada; continúe su camino!

 

El tirador no prestó atención a mis palabras o tal vez no las oyó. Posando las varas en el suelo, ayudó a la anciana a levantarse, muy suavemente, y sosteniéndola por el brazo, le preguntó:

 

- ¿Cómo se siente?

 

-Me ha hecho mucho daño.

 

Pensé: Te he visto caer con gran suavidad, ¿cómo podías causarte daño? ¡Estás fingiendo, es odioso! Y tú, tirador de rickshaw no tenías por qué meterte en este lío; si más tarde tienes molestias, te las habrás buscado. ¡Ahora, arréglatelas como puedas!

 

Al oír las palabras de la anciana, el tirador no vaciló; dándole el brazo, la condujo a pasos lentos. Asombrado, miré al sitio a donde se dirigían y vi que había un cuartel de policía. A causa del viento, no había nadie en la entrada. El tirador del rickshaw sosteniendo siempre a la anciana, se dirigió a la gran puerta del cuartel.

 

En ese instante sentí de súbito una impresión extraña; la imagen de la espalda llena de polvo del tirador del rickshaw empezó a caer repentinamente; mientras más me alejaba, más crecía su imagen, aun cuando pronto me fue preciso levantar la cabeza para verlo. Además, ejercía sobre mí una especie de presión amenazante que aplastaba poco a poco al pequeño “yo” escondido en su vestido de piel.

 

Como que mi vida se hubiera detenido. Permanecí sentado, inmóvil, sin pensamiento; sólo cuando vi salir a un policía del cuartel, descendí del rickshaw.

 

Este se aproximó:

 

  -Busque otro rickshaw; éste no podrá llevarlo.

 

   Sin reflexionar, saqué un buen puñado de monedas del bolsillo de mi abrigo y se la entregué al policía, diciéndole:

 

   -Haga el favor de darle esto.

 

El viento se había calmado por completo y la calle estaba silenciosa. Mientras seguía mi camino, reflexionaba, pero casi tenía miedo de pasa en mi mismo. Dejando de lado los acontecimientos precedentes, me preguntaba qué significación había querido dar a ese buen puñado de monedas. ¿Era una recompensa? ¿Era yo digno de juzgar al tirador de rickshaw? No acertaba a darme a mí mismo una respuesta satisfactoria.

A menudo vuelvo a pensar en ese incidente. Me da el valor necesario para hacer frecuentes retornos a mí mismo, aunque estos exámenes me dejen experiencias dolorosas. De las cuestiones políticas y militares de estos últimos años recuerdo tan poco como los clásicos que estudié en mi infancia; pero este pequeño incidente pasa y vuelve a pasar ante mis ojos. Lo veo con mayor claridad que en el propio momento en que ocurrió y me enseña a tener vergüenza de mí mismo, me empuja a enmendar rumbos y hace crecer en mí el valor y la esperanza.

 

 

(Julio 1920)

 

 

 

Un rickshaw es un vehículo ligero de dos ruedas que se desplaza por tracción humana, bien a pie o a pedales. Muy popular en países como China, Japón o India, su uso se ha extendido a otras ciudades de todo el mundo, a menudo como reclamo turístico o en servicio de bici taxi.

 

(1881-1936). Fue comandante en jefe de la revolución cultural de China, gran pensador y comentarista político y también fue el fundador de la literatura moderna china. Ya en 1918 él había publicado en el número de mayo de la revista Nueva juventud, se destacada obra El Diario de un loco que constituyó un manifiesto de lucha contra el feudalismo y fue la primera novela de literatura china moderna. Después de El Diario de un loco, escribió una serie de novelas cortas en las cuales disecó profundamente la realidad, y combatió la sociedad oscura. La verdadera historia de A Q y El sacrificio de Año Nuevo se encuentran entre ellas. Estas novelas han sido recogidas en tres colecciones: Grito de Llamada, Vagabundeos y Antiguos Relatos Vueltos a Contar, que son una herencia preciosa del pueblo chino.

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