FLORES DE CHERNÓBIL
Nuestros hombres comienzan a extinguirse,
nadie sabe por qué las mujeres resisten más.
Mi padre llora al sacrificar a un animal
mientras mi madre cambia
el empapelado de las paredes.
No nos dejan exponernos al sol, empalidecemos
como flores que crecen bajo la nieve.
Huimos al bosque, lejos de este edificio,
yo con mi blusa infantil
y mi hermano con su remera lisa.
Qué ganas de volver al lugar donde nacimos
y correr con los brazos extendidos,
limpiar el aire como uno de esos aviones
que arrojan espuma
sobre el sarcófago humeante.
GOLOVINTSI 2017*
Vine a arrancar la maleza,
a lavar el palto,
el vaso con vodka
que dos veces al año
los familiares dejan a sus muertos
en el cementerio rural de Golovintsi.
La tumba de mi padre
es el principio y el fin de mi viaje.
Recorro la ciudad
y miro de reojo
las plazas donde jugaba,
el parque de mi infancia
ahora es una base militar.
Veo fotos viejas y hurgo
entre las reliquias familiares.
Zoia me muestra los vestidos
que mamá le cosió hace treinta años.
No me animo a acercarlos
a mi cuerpo.
Un caballo pasta a un costado.
La lápida de mi padre
cubierta de musgo
me mira como a una flor más.
Agachada arranco las raíces
sin distinguir
entre plantas buenas o malas.
El viento en mi nuca
avisa que pronto
el invierno cubrirá de blanco
lo que vi.
* Bielorrusia.
SIBERIANA
Miro hacia delante y soy igual al paisaje
en el que nací, allá donde las mujeres son felices
lavando ropa en el río, la escarcha arrasada
por la corriente les raspa la piel.
Yo llevo la sangre de las mujeres
que vuelven a casa enrojecidas
como si ocultaran un amor.
LA RECONSTRUCCIÓN
Una mujer sobrevive
al campo de concentración.
Le queman el rostro
y una amiga la rescata,
el cirujano le reconstruye los rasgos.
Camina por la ciudad derruida
con el cuerpo en recuperación.
El amor no tiene lugar
para el destierro.
Busca a su esposo en los bares,
lo encuentra, pero él no la reconoce.
La amiga le confiesa que fue su marido
quien la entregó.
Lo que me mantuvo viva
fue la esperanza de reencontrarlo,
le contesta.
La vida se alejó de mí
pero puedo capturar algo de ella
anhelando.
EL MAR DE NOCHE ES UN ABISMO SI LA LUNA
NO LO TOCA
Los poemas tristes
son un secreto homenaje a la alegría.
De ser posible, yo pediría nacer barco,
uno que va hacia su naufragio
y sabe que hay un iceberg para él.
Mi vida consistiría en aprender
a nadar tranquila.
LA ESPIGADORA
La espigadora trabaja bajo el sol
y en la oscuridad le arde la cara.
Canta a su hombre dormido,
mientras le saca las botas y el barro seco
queda en sus rodillas. Canta,
para que no se despierte, todo el día
junta espigas para una harina que no come,
lino para los vestidos que no usa.
Le saca las botas, cada noche, granos de su pelo.
Pero en secreto quiere ser una nodriza,
como Safo, para susurrar a sus compañeras
y dormir en el pajonal
entre sus cuellos perfumados
con una mano en el pecho.
(de “Siguiente vitalidad”)
Natalia Litvinova (Gómel-Bielorrusia, 1986). Poeta y traductora argentina de origen bielorruso, codirige la editorial Llantén junto a Tom Maver. Obtuvo el Premio estímulo de la Fundación Argentina para la Poesía (2017). Publicó en poesía: Esteparia (2010), Grieta (2012), Todo ajeno (2013), Cuerpos textualizados (en coautoría con Javier Galarza, 2014), Siguiente vitalidad (2015) y Cesto de trenzas (2018).
Tradujo varias antologías de poesía rusa y a autores como: Serguéi Esénin, Innokenti Ánnenski, Marina Tsvietáieva y Nika Turbiná.
Semblanza extraída de: http://www.vallejoandcompany.com
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aalalls (domingo, 19 enero 2020 16:28)
genia! me encanta. son cuadros