Entrevista a Patricia Flakoll Alegría, hija de Claribel Alegría
1. ¿Qué tipo de relación tenía con su madre? ¿Qué madre era Claribel Alegría?
Tuve la inmensa suerte de pasar sus últimos 14 años con ella. Nos separaban en el mismo anden a penas unas cuantas casas.
Haberla tenido como madre, amiga y cómplice es el regalo mas enorme que cualquier hijo puede pedir.
De niña no recuerdo que nos haya preparado el desayuno antes de ir al colegio, ni planchado nuestros uniformes, no sabia coser, un poco cocinar, pero si le encantaba platicar.
Me inculco la curiosidad, el querer ver por mi misma lo que pasaba en el mundo, mirar el aleteo de un colibrí sin desprender la vista.
Durante nuestro años en Paris, en los 63 cada fin de semana era dedicado a uno de sus hijos (uno por uno) y nos llevaba donde eligiéramos. Me enseño a amar el teatro y la Opera , y siempre que una obra de Chejov se daba en algún teatro íbamos a verla juntas sobretodo cuando el interprete era Sacha Pitoëff !! Después lo comentábamos, ella me escuchaba con atención, pero a mi siempre me encantaba mucho mas escucharla a ella.
Platicamos de muchísimas cosas, sobretodo estos últimos años. Le podía decir todo. Hablábamos de cosas serias pero también frívolas, y nos reíamos mucho.
Para mi fue fuente de luz, de inspiración, de vida, de alegría de amor incondicional.
2. No tengo alas / ni plumas en mi cuerpo / pero puedo volar / cuando el poema asoma. ¿Cómo vivía su relación con la escritura? ¿Compartía con sus hijos las fases del trabajo de un libro? ¿Les leía los poemas que estaba trabajando o prefería enseñarles la obra terminada?
La escritura era todo para ella. Cuando un poema se le asomaba ella entraba en su otro mundo, a veces se levantaba de su mesita en el jardín en medio de una velada con amigos y se iba a su estudio a escribir lo que se le había venido. A menudo tenia insomnios tremendos por buscar una sola palabra que quería cambiar al poema que estaba escribiendo.
Tenia una disciplina feroz. Nadie podía acercarse de su estudio antes de la 5 de la tarde cuando abría su puerta, con su sonrisa y labios rojos para acoger con amor y alegría a sus amigos para un roncito en su jardín. “ Que maravilla que llegaste amor!”
A veces me leía algún poema terminado pero aun no “pulido” y lo comentábamos. Me encantaban esos momentos de pura intimidad.
Nunca escribía un poema en el ordenador, siempre con pluma y en un cuaderno sin líneas, su “semillero”.
Cundo murió papa, ninguno de sus hijos creía que ella lo podría sobrevivir.
Fue su poesía la que la salvo.
3. ¿Me puede contar algo de la inestimable relación entre su madre y su padre Darwin – Bud – Flakoll, quien también fue un escritor?
Era insólito.
Pero aquí quiero citar a mi hermano, Erik Flakoll. Es la mejor descripción de esa inestimable relación que los unía, y de la cual tuvimos, sus hijos, el privilegio de ser testigos durante toda su vida juntos, y depuse de la muerte de Daddy también. Siempre estuvo presente.
“Lo que siempre digo y mantengo es que mis padres han sido un mal ejemplo para todos nosotros. Nunca he visto una pareja igual: El amor con independencia, el respeto con aceptación, los planes con renuncia, lo sagrado sin tregua ni compromiso, las debilidades con respeto y comprensión, los desafíos con fuerza y esperanza.”
Un día un periodista le pregunto a mi padre - Bud – “bueno, usted siendo Norte Americano, recorrió el mundo entero y ahora viviendo en Nicaragua desde hace tantos años, adonde están sus raíces?”
“ Mis raíces están en Claribel” respondió.
4. Sus padres en el transcurso de la vida compartida tuvieron amistad con numerosos personajes del mundo literario internacional. Me imagino el fermento cultural que se respiraba en vuestra casa. ¿Cómo vivían ustedes, los jóvenes, este clima intelectual?
Tuvimos una infancia y una adolescencia perfecta, recorriendo países, conociendo a amigos de los cuales es ese entonces ni cuenta nos dábamos de lo que iban a aportar en el mundo de la literatura, pintura, escultura…en la vida simplemente.
Julio Cortázar, Mario Benedetti, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel Asturias, Tito Monterrosa, y tantísimos mas llegaban con frecuencia a la casa, sin olvidar al gigante de Robert Graves unos años mas tarde.
Recuerdo a Julio cuan largo era tirado en el suelo jugando a carritos con mi hermano. A mi hermana gemela Karen sentada sobre mis hombros y poniéndose el tapado de Julio, mientras Maya se ponía el de su mujer Aurora que era pequeñita…y salíamos a jugar a “Julio y Aurora”. Las tres hermanas estábamos perdidamente enamoradas de uno de los amigos, Maya de Carlos Fuentes, Karen de Julio Cortázar y yo de Mario.
Las conversaciones, a veces serias pero también frívolas y divertidas, siempre las llevare conmigo.
5. Claribel Alegría es también autora de libros que testimonian la situación política y social de Centro América. En algún momento, toma la decisión de mudarse a Nicaragua para combatir en la revolución con el arma afilada de la palabra –escribe Zingonia Zingone en el prólogo de Voci (Samuele Editore, 2015)–, se coloca del lado de los más débiles, de los pobres, de los emarginados. Me gustaría que ahondáramos un poco más en este aspecto.
Si, Claribel siempre tuvo un compromiso real con sus pueblos y sobre todo con los pobres.
Recuerdo que de pequeña nos llevaba al mesón en frente de su casa “La casona” en El Salvador, para que toquemos de cerca lo que significaba ser pobre. Familias enteras Vivian en un espacio diminuto. Poco a poco nos hicimos amigas de los niños allí y jugábamos juntos.
Cuando triunfo la Revolución Sandinista se fueron a Managua y durante 3 o 4 meses, entrevistaron a muchísima gente, campesinos, mujeres, comandantes, al pueblo. De esas entrevistas nació un libro “La revolución sandinista”.
Claribel insistía que no escribía poemas políticos, escribía para el pueblo, poemas de una intensidad tremenda como “La Mujer del rio Sumpul” o “The American Way of death”. Estaba orgullosa de sus pueblos, de su valentía y tanta dignidad. También sufría por ellos.
6. El poemario Voces es considerado el testamento poético de Claribel Alegría. En uno de los poemas dice Les dejo una escalera/ tambaleante / inconclusa/ tiene peldaños rotos/ otros están podridos / y más de alguno/ entero. ¿Cuál era su relación con la muerte?
Como dije antes, tuve a dicha enorme de haber pasado sus últimos 14 años viviendo a 5 casas en el mismo anden de su casa en Los Robles (Managua).
Ella y yo hablábamos mucho de la muerte ella la evocaba muchísimo. Sobre todo durante su ultimo años.
No le tenia nada de miedo. Si una gran curiosidad. - Como será hijita? - Me preguntaba.- Quizás un átomo de luz?-
Tenia miedo que al llegar allá, no reconociera la voz de papa, o por distraída que se fuera para el lado opuesto.
Me insistía que no quería que la lloren cuando se muera, al contrario quería que la celebren, por la vida tan extraordinaria que había tenido con amigos, su familia que la adoraban, sus pasión de escribir que hasta el ultimo momento no la dejo.
Me hablaba alzando la mirada hacia sus arboles que tanto quería, y luego de un suspiro y mirándome me decía “ Bueno, pero si no me lloras un poquito…te vengo a jalar las patas!” Y estallaba su risa tan linda y tan sonora que jamás olvidare!
Sus 4 hijos lograron llegar la noche antes de su despido, y nos hablo a todos uno por uno.
La mañana siguiente a las 8.30 ya con sus ojitos cerrados, bellísima, con una sonrisa me acosté a su lado y antes de su ultimo estertor le susurre al oído…acuérdate, allí te esta esperando Daddy, no tienes mas que seguir la luz que te manda. Dio su ultimo estertor segundos después.
Dicen que oye las palabras de los otros hasta 10’ después.
Para su velada y entierro los quería alegre, con música…y llegaron Luis Enrique Mejía Godoy y la Norma Elena a cantar con divinidad. Gioconda, la Blanquita, Michelle Najlis entre otras poetas leyeron sus poemas, con ternura y tanta emoción. En la Iglesia de Santo Domingo, no hubo misa si no una oración con un baile precioso.
En el cementerio pusimos su urna junto a la de papa, y al final de todo ya cuando todos se fueron mi hermano saco el ron Flor de Caña y tal como ella lo pidió “no se olviden el roncito”, y los 4 hermanos brindamos y les echamos un chorrito de ron. José Felix y Cornelio sus fiel conductor y Jardinero que la querían tantísimo taparon la cajita de luz donde están ahora juntitos.
7. En sus poemas se percibe una mirada perspicaz, irónica, delicada. La tristeza es atropellada por la vida que fluye, y se abre espacios. ¿Cuáles son, de todos sus versos, los que según usted más la representan?
Todos la representan.
Muchas veces le habían pedido que escriba sus memorias. Ella solo respondía, ya lo hice, esta todo en mis poemas. Y es cierto.
Pero si, les doy uno que para mi era ella en todo su esplendor
No puede conmigo
la tristeza
la arrastro hacia la vida
y se evapora
8. ¿Hay un libro en particular que la retrata más de sus otro libros?
Yo diría Saudade y por supuesto Amor sin fin.
Zingonia Zingone (1971) es una poeta, narradora, licenciada en Economía, y traductora italiana que escribe en español, italiano, francés e inglés. Vive entre Italia y Costa Rica. Cuenta con poemarios editados en España, México, Costa Rica, Italia, India, Francia, Nicaragua y Colombia. Sus títulos más recientes son Los naufragios del desierto (Vaso Roto, 2013), Petit Cahier du Grand Mirage (Éditions de la Margeride, 2016) y las tentaciones de la Luz (Anamá Ediciones, 2018). Entre sus trabajos de traducción destacan los más recientes poemarios de la nicaragüense Claribel Alegría: Voci (Samuele Editore, 2015), que se adjudicó el premio internacional Camaiore 2016, y Amore senza fine (Edizioni Fili d’Aquilone, 2018). Dirige la columna de poesía internacional en la revista italiana MINERVA.
Poemarios editados en español:
Máscara del delirio, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2006.
CosmoAgonía, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2007.
Tana Katana, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2009.
Equilibrista del olvido, Editorial Germinal, Costa Rica 2012.
Los naufragios del desierto, Vaso Roto Ediciones, España, 2013.
las tentaciones de la Luz, Panamá, Nicaragua, 2018.
El canto de la Sulamita – Poesía Reunida, Uniediciones, Colombia, 2019.
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