Poesía de Carlos Crespo

 

Pérdida

 

 

 

Se han perdido los huesos

 

(la descarnada presencia que consuela).

 

 

 

Un oscuro empleado tuvo culpa.

 

 

 

Asumo este dolor

 

como una cama más.

 

 

 

Lejos de la resonancia de la luz

 

y del viento de Dios:

 

 

 

dime, madre,

 

 

 

¿en qué sitio olvidado

 

se escucha la resaca

 

de lo que fuiste?

 

 

 

 

 

Infancia ll

 

 

 

Adónde

 

fueron

 

solos,

 

mutilados:

 

 

 

los caballitos

 

del carrusel,

 

 

 

el loco,

 

la puta,

 

 

 

el vendedor

 

de máscaras

 

y serpentinas.

 

 

 

 

 

 

 

Vivencia

 

 

 

En un

 

círculo:

 

 

 

los días,

 

las noches.

 

 

 

Oscuramente

 

todo

 

recomienza.

 

 

 

 

 

 

 

Anhelo

 

 

 

Un viento

 

llenará la casa

 

y ya nunca más

 

habrá sitio

 

para la muerte.

 

 

 

Alguien, entonces,

 

tocará la puerta

 

y pronunciará,

 

definitivamente,

 

tu nombre.

 

 

 

 

 

Absalón

 

 

 

Peina los largos cabellos

 

amados por el padre.

 

 

 

Y huye del ungido de Dios.

 

 

 

Galopa hacia las ramas oscuras

 

que han crecido sólo para él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

David

 

 

 

Por lo cual ahora

 

no se apartará

 

jamás de tu casa

 

la espada.

 

 

 

2 Samuel 12.10

 

 

 

 

 

Ah, tu desnudez, Betzabé

 

ese oscuro manjar

 

para gusanos.

 

 

 

Natán, profeta de Dios,

 

¿por qué tuve que recibirte?

 

 

 

Feroces y hambrientas,

 

las espadas buscan

 

la carne de los míos.

 

 

 

Ciertamente

 

Dios me ha abandonado.

 

 

 

 

 

Alabanzas

 

 

 

Cualquiera que sea tu rostro

 

eres criatura de alabanza

 

 

 

Roberto Frijol

 

 

 

Alabado sea

 

el rostro del que perdió la razón,

 

porque le han sido concedidas las visiones.

 

 

 

Alabado sea

 

el rostro del mendigo,

 

porque su oficio le ha hecho ser humilde.

 

 

 

Alabado sea

 

el rostro de la prostituta,

 

porque también es mujer.

 

(El profeta de Nazaret

 

lo sabía).

 

Alabado sea

 

el rostro del ciego,

 

porque ha alcanzado la plenitud

 

de los paisajes interiores.

 

 

 

Alabado sea

 

el rostro del suicida

 

-ahora libre

 

de la soledad o de la angustia-,

 

porque como tú

 

partía su pan

 

tomaba su café.

 

 

 

Alabado sea

 

el rostro del que se mira en el espejo,

 

porque mira tranquilo a esa otra criatura

 

en que se ha convertido.

 

 

 

Alabado sea

 

el rostro anónimo, desolado,

 

porque su dolor nos conmueve.

 

 

 

Alabado sea

 

El rostro del que espera ante una puerta.

 

 

Carlos Crespo (La Habana, Cuba, 1947) Ha publicado los libros de poemas El tiempo, Guiomar (Ediciones Unión, 1988) y Charlot, padre mío, Premio Pinos Nuevos 1996 (Editorial Letras Cubanas, 1996). Es miembro de la UNEAC.

 

 

Fuente de fotografía y semblanza: UNEAC

 

 

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