Poesía de Claribel Alegría (selección de Zingonia Zingone)

 

The American Way of Death

 

 

 

A Erik

 

 

 

Si arañas día y noche la montaña

 

y acechas detrás de los arbustos

 

(la mochila-fracaso va creciendo,

 

abre grietas la sed en la garganta

 

y la fiebre del cambio

 

te devora)

 

si eliges la guerrilla,

 

ten cuidado,

 

te matan. 

 

 

 

Si combates tu caos

 

con la paz,

 

la no violencia,

 

el amor fraternal,

 

las largas marchas sin fusiles

 

con mujeres y niños

 

recibiendo escupidas en la cara,

 

ten cuidado,

 

te matan. 

 

 

 

Si tu piel es morena y vas descalzo

 

y te roen por dentro las lombrices,

 

el hambre,

 

la malaria: lentamente te matan. 

 

 

 

Si eres negro de Harlem

 

y te ofrecen canchas de fútbol

 

con el suelo de asfalto,

 

un televisor en la cocina

 

y hojas de marihuana:

 

poco a poco te matan. 

 

 

 

Si padeces de asma,

 

si te exaspera un sueño

 

—ya sea en Buenos Aires

 

o en Atlanta—

 

que te impulsa de Montgomery

 

hasta Memphis

 

o a cruzar a pie la cordillera,

 

ten cuidado: 

 

te volverás obseso

 

y sonámbulo

 

y poeta. 

 

 

 

Si naces en el ghetto

 

o la favela

 

y tu escuela es la cloaca

 

o es la esquina,

 

hay que comer primero,

 

luego pagar la renta

 

y con el tiempo que te sobra

 

sentarte en el andén

 

y ver pasar los coches. 

 

 

 

Pero un día te llega la noticia,

 

corre la voz,

 

te la da tu vecino

 

porque tú no sabes leer

 

o no tienes un cinco

 

para comprar el diario

 

o el televisor se te ha jodido. 

 

De cualquier modo

 

te llega la noticia: 

 

lo han matado,

 

sí,

 

te lo han matado.

 

 

 

(Pagaré a cobrar, 1973)

 

 

 

 

 

Tamalitos de Cambray

 

 

 

(5,000,000 de tamalitos)

 

Eduardo y Helena que me
pidieron una receta salvadoreña.

 

 

 

Dos libras de masa de mestizo 
media libra de lomo gachupín 
cocido y bien picado 
una cajita de pasas beata 
dos cucharadas de leche de Malinche 
una taza de agua bien rabiosa 
un sofrito con cascos de conquistadores 
tres cebollas jesuitas 
una bolsita de oro multinacional 
dos dientes de dragón 
una zanahoria presidencial 
dos cucharadas de alcahuetes 
manteca de indios de Panchimalco 
dos tomates ministeriales 
media taza de azúcar televisora 
dos gotas de lava de volcán 
siete hojas de pito 
(no seas mal pensado es somnífero) 
lo pones todo a cocer 
a fuego lento 
por quinientos años 
y verás qué sabor.

 

(Sobrevivo, 1978)

 

 

 

 

 

Operación Herodes

 

 

 

En mi país

 

desde hace un rato

 

empezaron los militares

 

a matar niños

 

a golpear el cuerpo tierno

 

de los niños

 

a levantar en bayonetas

 

por el aire

 

a los recién nacidos.

 

De cada niño muerto

 

nacen diez guerrilleros

 

de cada uno de esos cuerpos

 

mutilados

 

brota en larvas la cólera

 

que es pólvora

 

que es luz

 

que se propaga

 

la riega el llanto oscuro

 

de las madres

 

y mueren agusanados

 

los herodes.

 

 

 

 (Luisa en el país de la realidad, 1983)

 

 

 

Salto mortal

 

 

 

Oscilaba hacia el suelo
zigzagueaba
pensé que era una pluma
el ala desprendida
de alguna mariposa.
Sólo era un papelito
que entró por mi ventana
un papelito tuyo
un mensaje cifrado
que yo no fui capaz
de descifrar.
A menudo el cartero
me entregaba en París
tus papeles de Praga:
recetas de cocina cuscatlecas
con olor a loroco
y a canela.
Más tarde
ya en La Habana
mientras almorzaba en el hotel
llegaban mensajeros de tu parte
casi a diario me enviabas
alas de mariposa
apretadas de signos
y yo no fui capaz
de comprender.
Tropezaba contigo
en todas partes
empecé a juntar mitos
cosas que de veras te ocurrieron.
Como pétalos morados
las prensaba

 

entre las páginas 
de un libro.
Quedó allí el terremoto
que permitió que huyeras
de la cárcel
aquel golpe de estado
que te salvó la vida
la peligrosa aventura
con tu hermana.
Poco a poco
empecé a comprender
empecé a descifrar
tus jeroglíficos
me invitabas al baile
y acepté aturdida
bailamos en La Habana
en México
en Chalchuapa
por laberintos de hojas 
me llevabas
vertiginosamente subíamos
bajábamos
fue siempre el mismo paso
como un acto de amor
el mismo paso
¿lo soñé?
¿me soñaste?
Desperté con tu muerte
rozándome los labios.
Entre las asombradas yemas
de mis dedos
empezaron a deshacerse
tus papeles
se me iban apagando
se esfumaban.
Nunca bailamos Roque
ni siquiera nos miramos
a los ojos
sin embargo quizás
(Hsuang Tsu soñó a la mariposa
¿o fue a la inversa?)
No recuerdo si en México
o en Praga
mientras bebías cerveza
en la taberna
le contaste a Eraclio

 

que habíamos bailado
que te enseñé ese paso
ese salto mortal.

 

 

 

(este poema río, 1988)

 

 

 

 

 

Ars poética 

Yo, 
poeta de oficio, 
condenada tantas veces 
a ser cuervo 
jamás me cambiaría 
por la Venus de Milo: 
mientras reina en el Louvre 
y se muere de tedio 
y junta polvo 
yo descubro el sol 
todos los días 
y entre valles 
volcanes 
y despojos de guerra 
avizoro la tierra prometida.

 

 

 

 (Saudade, 1999)

 

 

 

Barajando recuerdos

 

Barajando recuerdos
me encontré con el tuyo.
No dolía.
Lo saqué de su estuche,
sacudí sus raíces
en el viento,
lo puse a contraluz:
Era un cristal pulido
reflejando peces de colores,
una flor sin espinas
que no ardía.
Lo arrojé contra el muro
y sonó la sirena de mi alarma.
¿Quién apagó su lumbre?
¿Quién le quitó su filo
a mi recuerdo-lanza
que yo amaba?

 

(Saudade, 1999)

 

 

 

 

 

Poesía

 

 

 

Mi camino eres tú

 

yo soy tu espejo.

 

 

 

(Poesía en marcha, 2003)

 

 

 

 

 

Lluvia                                        

 

 

 

Te escucho

 

lluvia

 

te escucho

 

y sé que te escucharé

 

cuando empapes

 

mis cenizas

 

bailando sobre mi tumba.

 

 

 

(Otredad, 2003)

 

 

 

 

 

La tortuga

 

                                                 

 

En mi caparazón

 

llevo cincelado


 

el universo


 

me pesa tanto y más

 

apenas puedo dar

 

pasos cortitos

 

y hundo la cabeza

 

cuando pienso


 

que no tengo las llaves

 

para abrirlo


 

y escaparme lejos


 

y reírme desnuda

 

entre la hierba.

 

 

 

(Voces, 2014)

 

 

 

 

 

Testamento                                         

 

A mis hijos

 

 

 

Les dejo una escalera

 

tambaleante

 

inconclusa

 

tiene peldaños rotos

 

otros están podridos

 

y más de alguno

 

entero.

 

Repárenla

 

elévenla

 

suban por ella

 

suban

 

hasta tocar la luz.

 

 

 

(Voces, 2014)

 

 

 

El Umbral (fragmento)

 

 

 

Hice  anoche

 

contigo

 

un viaje largo

 

no importa si fue en sueños 

 

o me lancé al vacío

 

se  desplazó un barrote

 

y en  un  umbral ignoto

 

me encontré.

 

Salté del tiempo

 

que me miró de frente

 

avanzó

 

se detuvo

 

y con una antorcha

 

entre las cejas

 

señaló los instantes

 

que hilvanaron mi vida.

 

¿Qué buscas?

 

preguntó.

 

No sabría decirlo

 

susurré:

 

el perdón

 

la mandala

 

ese perdón que es mío

 

y no puedo otorgarme

 

que camina conmigo

 

y no viene de fuera

 

ese perdón arisco

 

que retumba en mis sienes

 

que me oprime

 

y hace brotar las lágrimas

 

que lavan.

 

 

 

El Abismo (fragmento)

 

 

 

Una ola de sueño me invadió

 

desperté a la orilla

 

de un abismo

 

¿encontraré otra vez

 

mi viejo mundo?

 

¿Estoy en él

 

 no  estoy?

 

¿y el mar

 

y la ceiba?

 

es un espectro el mar

 

pero lo escucho

 

yo también soy espectro

 

y estoy a punto de borrarme.

 

 

 

Incliné la cabeza

 

vi en el fondo a Dionisio

 

coronado de hojas de laurel

 

sembraba viñas

 

en las grietas

 

y reía

 

reía

 

con su risa malévola

 

y sonora.

 

Al fondo del abismo

 

espejos rotos

 

cientos de bacos

 

cientos

 

cientos de claribeles

 

en pedazos de espejos

 

universos

 

anversos

 

multiversos

 

sentencias del destino

 

que me atan

 

¿o ato yo al destino?

 

exploración  del yo

 

que se transforma

 

nunca se pone el sol

 

ni dejan las estrellas de brillar.

 

Soy el mar

 

soy la ceiba

 

los ríos voladores

 

que  aterrizan  en mi

 

se quiebran

 

se bifurcan

 

en cantos se convierten

 

y yo canto sus notas.

 

¿Cuál de todas esas claribeles

 

en fragmentos de espejos

 

es la real,

 

la que no tiene máscaras

 

y está cubierta de zarzas

 

y  carbones hipnóticos 

 

que presagian incendios?

 

No la conozco más

 

se me ha escapado.

 

El vértigo me atrapa

 

galopo hacia atrás

 

hacia adelante

 

soy una rata gris

 

no puedo dar el salto

 

no puedo compartir

 

ni el temor

 

ni la duda

 

mientras más nos amábamos

 

más remoto me eras

 

torrentes que suben y que bajan

 

nacen muertos

 

mis rezos

 

soy mi enigma

 

tú eres mi mar

 

mi ceiba

 

estás muerto

 

estás vivo

 

camino abrumada

 

de congojas

 

¿qué es el bien

 

qué es el mal?

 

 

 

El Retorno  (fragmento)

 

 

 

Moroso el aire que me envuelve

 

abrasador el polvo

 

ha sido largo el viaje

 

es un viaje sin fin

 

a menudo tropiezo

 

me levanto

 

me caigo

 

otra vez me levanto

 

vuelvo a caer

 

no sé

 

voy caminando a saltos

 

reconozco el paisaje

 

reconozco el abismo

 

el mismo suelo

 

del comienzo

 

quemándome los pies

 

sigo caminando

 

en línea recta

 

y  aquí estoy

 

en el mismo lugar

 

donde empecé.

 

 

 

Me arden los pies

 

me arden

 

diviso al tiempo

 

con su antorcha

 

él también me divisa

 

alza su brazo y dice:

 

¿traes un meteorito

 

en tu bolsillo?

 

Tartamudeo

 

tiemblo

 

el desapego busco

 

el desapego.

 

 

 

Es difícil tu meta

 

me responde

 

hay que empezar por ti

 

eres el obstáculo mayor

 

despojarte

 

de  miedos

 

y de  dudas

 

del absurdo deseo 

 

de siempre estar haciendo

 

y de ese amor sin fin

 

que tú

 

no sueltas.

 

 

 

(Amor sin fin, 2016)

 

 

 

 Claribel Alegría nació Nicaragua, en 1924. Cuando tenía nueve meses, la familia de Alegría se mudó de Estelí a Santa Ana en el oeste de El Salvador. Su padre, Daniel Alegría, médico de profesión, era de origen nicaragüense y su madre, Ana María Vides, era salvadoreña. Anastasio Somoza forzó a la familia al exilio. En 1943, Claribel Alegría viajó a los Estados Unidos para estudiar en la universidad. Asistió a George Washington University y recibió su B.A. en filosofía y letras. Cuando estaba en los Estados Unidos en 1947, se casó con Darwin J. Flakoll, Tuvieron tres hijas (Maya y las mellizas Patricia y Karen) y un hijo, Erick, con quienes vivieron en México, Santiago de Chile (donde recibieron sendas becas de la estadounidense Fundación Catherwood, 1954), Buenos Aires, Montevideo, París, Palma de Mallorca y Nicaragua, su lugar de residencia desde septiembre de 1979. Su compenetración intelectual y como pareja fue tan fuerte que más de alguna vez firmaron algunos de sus escritos conjuntos como "Claribud". Claribel y "Bud" tradujeron del inglés Cien poemas de Robert Graves (Barcelona, Lumen), quien era su vecino en Deià, en la isla española de Palma de Mallorca. Mantuvieron amistad estrecha con altas figuras de la literatura latinoamericana, como Juan Rulfo, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Mario Benedetti. De este último escritor fueron editores de Blood pact and other stories (Willimantic, Cubstone Press, 1997)Bautizada con su alias literario por el intelectual mexicano José Vasconcelos, fue amiga del polígrafo mexicano Alfonso Reyes y discípula del poeta español Juan Ramón Jiménez. En 1948, Claribel Alegría publicó su primer libro de poesía; Anillo de Silencio. A lo largo de su larga carrera literaria ha publicado poesía, novela, ensayo y traducciones. Socia honoraria del Ateneo Americano (Washington D. C., enero de 1950), retornó a las ciudades de Santa Ana y San Salvador en julio de 1962. Un mes más tarde, el jueves 16 de agosto, ofreció un recital poético en el Paraninfo de la Universidad de El Salvador. Murió el 25 de enero de 2018.

 

 

 

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