La siguiente selección de poemas de Eduardo Casar pertenece al libro Grandes maniobras en miniatura, el cual obtuvo el primer lugar en el género de poesía del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz en el año 2009
Niños jugando
Los niños juegan con el cuerpo y las palabras
al mismo tiempo.
Se empujan, hacen sus contramarchas y torsiones,
se manotean la cara, se dan la espalda entre voces de mando,
ademanes de ruego o de reclamo.
Sólo con la edad
las palabras
se nos van separando de los cuerpos.
Esquilo
Ando instalado en la tragedia.
Me hace falta sentido del humor,
Escribir como Plauto.
tengo que salir de aquí,
de mí,
descuidarme,
tropezarme pero viendo cómo
me tropiezo,
para poder reírme.
Pero no:
tropiezo y pienso
de todo corazón
en mis meniscos.
Debería desdoblarme…
¿o ya me desdoblé
y mi otra parte
huyó hacia la huasteca?
Ya no tengo miedo, me temo
que soy un hombre de una pieza,
construida por dentro, sin ventanas,
y no puedo salir para buscarme.
Esa sombra del cuerpo
Y es que voy a salir a pasearla
sin que se note que me voy moviendo…
el que está muriendo soy también
pero deberían verme qué campante,
sin haber empezado sigo andando,
sin acordar un paso ya voy en el segundo
y esa que viene ahí es mi sombra,
es más vieja, está haciendo un esfuerzo
para seguirme los pasos
voy a fingir que me estoy fatigando
para que ella me alcance
y cuando ya me alcance
nos volveremos negros
ella por dentro y yo
me taparé los ojos
con sus manos.
Rosor
Cómo me gustaría, palabra, que ella viniera
y nos tomáramos una botella de Siglo cada uno
mientras hablamos, para dejar claro ciertas cosas,
mi pluma, por ejemplo, o los glóbulos huecos de mi sangre,
el brillo que su pelo le devolvía a la luz, esa luz negra,
su risa repentina
que se rompía hacia dentro hasta empaparme
más allá de los filtros de los huesos;
para dejar en claro con matices, y con nuevos enigmas
su importancia vital en mis lenguajes.
Cómo me gustaría. Pero tú sabes, palabra,
Nadie mejor que tú puede saberlo,
Cómo es la realidad y siacabuche.
Tratando
Tratando,
tratando de que el mar,
tratando de que el mar llegue y te toque,
tratando
de que su lengua lenta se complique
porque no sabe cómo
dividir a su sed en cinco partes,
tratando
que te rodee el tobillo
con su espuma de mar,
con su sal hacia adentro,
tratando
de que suba
a rapel
algo mucho
más allá del tobillo
tratando de que el astigmatismo
de dos rotulas suaves
se bifurque y se canse
de dibujar sus cerros paralelos,
tratando
de que la ósmosis lenta
se detenga en el centro.
Vagón
Éste que voy aquí en este vagón del metro
en esta hora de este día irrepetible,
soy yo, pero también soy éste,
quien se desplaza atrapado
en la crisálida de estos colores precisos
y esta temperatura
que aunque mide lo mismo que otra veces
es sólo esta temperatura exactamente combinada
con ese rostro que me causa
dos rayas de miedo y con esa otra cara
que me atrae y esa mujer que va dormida y da
la sensación vaga pero imprevista
de indefensión humana y que levanta
una necesidad de protegerla.
Llego a la estación donde siempre me bajo
y doy un paso fuera del vagón para coincidir con el que fui
pero no puedo lograrlo. Aprieto el puño y sigo caminando.
Barabaries
Ah, qué barbaridad
es la falta de edad en la que estuviste
antes de haber nacido,
qué inmensidad de hueco,
qué poca madre y padre eran los que pensaban,
qué contundente ausencia,
qué forma de faltar y que nadie advertía.
Antes de ti no existía nadie,
no existías para nada, nadie sabía de ti
y nadie te extrañaba.
¿A honras de qué el hecho de que tú
ya no existías después de haber nacido
es más alto o más ancho?
Te preocupas porque no vas a estar.
No te preocupes:
no estuviste desde antes
y el Imperio Romano se murió sin tu ayuda.
Yo te retórica
Aquí, bajo la sombra de la estructura
vegetal que nos guarda de los rayos solares
mejor que u bloqueador número treinta,
déjame que te diga
una metáfora viva y deslumbrante,
una
impertinencia semántica que tú
deberás recomponer sobre tu pelo
tocado apenas por un rayo de luz,
por un rayo de luz tan reiterado
que se logró colar entre los hemisferios
de la estructura previa mencionada.
Déjame que te diga mejor dos metonimias,
mínimas y simétricas, de frente,
mientras te veo mirarme la mirada.
Eduardo Casar (Ciudad de México, 1952) es doctor en Letras y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado diez libros de poesía: Noción de travesía, Son cerca de cien años, Caserías, Mar privado, Parva natura, Habitado por dioses personales, Ontología personal, Grandes maniobras en miniatura, Unos poemas envozados; Vibradores a 500 metros; uno de cuentos para niños: Las aventuras de Buscoso Busquiento (en colaboración con Alma Velasco); una novela: Amaneceres del Husar; y un libro de teoría literaria: Para qué sirve Paul Ricoeur en crítica y creación literarias.
Recibió el premio de ensayo “José Revueltas” (1976), por un trabajo colectivo, y el primer premio de poesía en el certamen internacional Letras del Bicentenario “Sor Juana Inés de la Cruz”, otorgado por el Estado de México (2009). Es co-conductor del programa de televisión La dichosa palabra, del canal 22.
Fotografía Pascual Borzelli
Semblanza tomada del portal cultura UNAM
Escribir comentario