Lengüerío
Ediciones del Lirio
2018
Roberto López Moreno, con sus 76 años cumplidos, es uno de los poetas vivos de mayor importancia en Chiapas y en el escenario de la poesía latinoamericana. Ha experimentado prácticamente todo en su poesía y narrativa. Es el poeta de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX mexicano, indudablemente, y su obra en conjunto, marcada por las búsquedas técnicas y formales, es genuina y americana por su vastedad, además de su sed fluvial –ha dicho el crítico Julio Ortega- por hacer del lenguaje su patria y horizonte.
Periodista, narrador, poeta, maestro, musicólogo, López Moreno, originario de Huixtla, Chiapas, teje su apuesta literaria desde diversos territorios del corazón latinoamericano que late en él, un esqueleto circular, laguna y piedra, relámpago y conciencia, impulsos sanguíneos de la verbaria hoguera que ha construido para mirar y morar el mundo. Poeta peregrino, su espíritu es el ábrara de flautas, sonidos y tambores que se multiplican en sus registros. Ese ábrara es el instante. La raíz cuadrada de la luz, multiplicada por el segundo anterior al primer segundo. Lezama Lima, uno de los poetas con quien dialoga persistentemente López Moreno, escribe: “es el rayo de luz impulsado por su propio destino”. Poeta incansable, como se define a sí mismo, que se convierte “en un feliz compositor que maneja (algunos dicen que lo hago bien) la rítmica del lenguaje…mientras me divierto”.
Dos ejes trazan el virtuosismo del poeta chiapaneco. El Colibrí recorre la obra lúdica, mientras que la Iguana es la morada terrestre; ambos símbolos son metáfora del aire y tierra, imaginación aérea y conocimiento terrenal, posicionamiento crítico de López Moreno frente al mundo, la tradición y la escritura donde se purifica el lenguaje. En el poema “Septapoética” de su libro Ábrara, López Moreno nombra a siete poetas, pilares de su Poemuralismo, en el que ha desarrollado influencias y nuevas rutas. Escribe el poeta huixtleco que esos autores, con él mismo, “Cabalgan los siete poemas de mi terrisueño…”: Paz, Neruda, Lezama, Vallejo, Huidobro, Gorostiza, “descendientes del ábrara que somos todos”.
Ahora, con la aparición de Lengüerío. Poetas en el muralismo, por Ediciones del Lirio, siete poetas cabalgan en el Poemural y de la mano de López Moreno, configuran un “<cuerpo legislativo> que brega con estructuras lingüísticas dentro de la propuesta poética denominada Poemuralismo –anota López Moreno-, haz de ocho sistros puestos a ser sumas sumas (…) para alimentar las vanguardias poéticas de nuestros días”. En su hechura, el Poemural es una expresión poética de nuestro tiempo, del continente que habitamos, un desborde lingüístico e imaginativo. Ahí cabe todo. Si para López Moreno somos hijos del tiempo y la palabra, ahí residen los que lo iniciaron en la escritura, además de Huidobro, Girondo, Aurora Reyes y Siqueiros. Los Poemurales son la Visión de América de López Moreno. Es la forma de formas y todas las formas y actitudes del lenguaje están en movimiento. Un movimiento orquestado fielmente por López Moreno desde el momento en que don Armando Duvalier presentó el vanguardismo en Chiapas y no fue entendido cabalmente; más tarde hizo lo mismo con la poesía negrista, hija del movimiento diepalista de Palés Matos y José Diego de Isaac y Padró que dejó de copiar los moldes europeos para tomar su esencia del tambor latinoamericano. En honor a esa vanguardia ignorada, López Moreno retoma esas voces para encontrar, a lo largo de varias décadas de escritura, el lenguaje de nuestro tiempo en los Poemurales: “Poema a la Unión Soviética” (1986), “Muerte y vida de José Hernández Delgadillo” (2003), “Morada del colibrí” (2004), y ahora, en la antología Lengüerío con “¿-------?”.
En una entrevista para las páginas del suplemento “Laberinto” de Milenio Diario, en 2017, señala López Moreno: “Los Poemurales se forman utilizando el mayor número de recursos que el hombre ha utilizado para su comunicación. Por eso no hay edades, todas las edades son su edad; por eso no hay un metro específico o un estilo determinado, todos los metros son su metro y todos los estilos son su estilo. Se trata de una forma de formas. ¿Qué lo identifica de los vanguardistas de la post modernidad? El que no estemos en el fin de la historia sino en el momento de hacerla de nuevo. Todos los metros caben, todas las formas del lenguaje caben. Todas las actitudes humanas caben desde el íntimo beso de la ternura hasta el grito violento a media calle. Pero el Poemural no se queda parado, está en un continuo movimiento, es todas las épocas que fueron, que son y que vendrán. Todo cabe en el Poemural sabiéndolo acomodar. Esto último es lo que lo convierte en Poesía… saberlo acomodar.”
En Lengüerío. Poetas en el muralismo, se reúnen poemuralistas “en pleno acto de lengüerío deslenguado” con las audacias de su tiempo poético para “intentar la lucidez suprema”, cito a López Moreno. En “Códice QWERTY (o América Imago Mundi), Ulises Córdova escribe: “ora el verbo, hora en arquitrabe / y Dios –oculto- en las declinaciones de su luz”. En sus varias estaciones muralísticas, el poema es sedimento y atajo y un cociente en un vacío círculo cerrado en 0: “ Si 0 entre 0 es = 0 / y al cociente por otro se traslada / Estará la aritmética encerrada / Pues siempre 1 x 0 dará 0 / nada entre la Nada es igual a Nada / y por cualquier cociente = 0 / Por un masivo astro Es negro agujero / Cer o no Ser x nada es también Nada / Uno x el . es quedar aparte / Y x el mundo Da ninguna parte / Que x Dios solo es = un sismo / donde muerte x guerra es el abismo / del verso sin palabras Silogismo / del Ser o No Ser Arte sin matarte”. Crónica del tiempo, “las palabras del Poema se hacen hombres” dice Córdova. E interroga: “Qué verbo hace/-ahora-/a la palabra? / ¿Qué palabra/-ajena-/se levanta y anda?”.
En “Poemural alquimista (final con ángeles): lermar, sólo lermar”, Balam Rodrigo deja claro que los artificios de la lengua, esa que es fuego de la voz de las entrañas y sed de las voces, es lumbre y brasa, “brumoso bosque, lleno de atada luz”. Por su parte, Leticia Luna en “Los motivos del tiempo”, entra “al poema como al enigma de una ciudad sitiada por las aves”. Pájaros que deslenguan y encienden la garganta de la poeta; floreo con el Rey Poeta de Texcoco en la casa nómada, al filo del parto de las piedras. Líneas del tiempo y de los rituales, entre el pirul y el ahuehuete, dice la poeta: “la palabra-ancestro viene de la luz / habla de la oscuridad, de las cuatro siembras / y de las estaciones en las cuatro esquinas del mundo”.
“Murus. Canto desesperado” de Miguel Ángel Aguilar Huerta rota los mecanismos del poema como aparato vasto, donde conviven historias, actitudes, gritos a la mitad del foro, a la hechura lopezvelardiana, para quitar a la epopeya un gajo de verdad o de mentira. El poema es estación de largo aliento, muro de lamentaciones, intertextualidades de signos que descifran la muerte propia y la de los otros, como talismanes del canto de la patria donde la protesta es “un murmullo (que) invade las calzadas” y donde “codo a codo marchan los batallones” del pueblo adolorido por el 68, Ayotzinapa, Acteal, Aguas Blancas. “Un nuevo sol sale en lontananza, / Huitzilopochtli se manifiesta / y esta es la razón del cambio: / el pueblo, por fin, ¡se ha levantado!”. El borlote, dirá Aguilar Huerta, es la marcha, codo a codo: “Contra el estado putrefacto: las palabras, / contra el golpe represivo: las razones, / contra el miedo a morir: los corazones…”
Se advierte en “Smogus y un libro y la niebla, y nosotros o sea, barítonos” de Roberto Lizárraga Jiménez, que la escritura es mascarón del tiempo, partícula donde la lengua de cenzontle es el protón y “fractal de instantes contrapuestos / y el espacio es flash en cabina invertida”. Mitosis de la escritura, puños y párpados, parpadeos, resonancias, soplos, asideros, todo es “Polvo exiliado de soles que murieron. / Polvo exiliado del tezontle. / Polvo exiliado del tránsito de huesos que respiran”.
Más radical es el poema “Suma 0”, de Temok Saucedo, ahí la escritura adquiere un matiz lisonjero y los artefactos del lenguaje son virtuosismos del habla: “Esta vida es 1 slam……. la constante son madrazos / y si le sacas ni te metas”. Escritura vertiginosa que se decanta en paroxismo del gozo y brevedad de la escritura y la de la vida porque: “Después de 1 tiempo toda ecuación en su final suma 0///”. Finalmente, en “Desaparecidos”, Patricia Reyes traza un mapa de las plegarias, “gritos sordos” entre las “verdades buscadas”. Y con coraje pregunta “¿Cómo pensar en poesía, / en rima y composición / ante la desesperación / de esta tumba sin salida?”
En “¿------?”, Roberto López Moreno, lejos de una postura contemplativa del mundo y de la naturaleza, construye y deconstruye desde el lenguaje; la tierra habla, canta y vuela, crecida de geografía, energía y música: “culebrea ondulatorio el rango instrumentado”. Después del pensamiento del poeta, ha dicho López Moreno, viene el de los otros, que son forjadores de la albañilería para la propuesta poética. Detrás de López Moreno venimos todos, porque él mira el espacio primero y luego empezamos a ensayar, con nuestros cálculos y tribulaciones, el Poemural como una herramienta de crítica social y de altos vuelos gramaticales e imaginativos.
Hay que leer a López Moreno y leerlo bien. Un poeta nacido del ábrara, de Chiapas y de América. Su escritura imana en las raíces de las primeras voces, los últimos vuelos, los oscuros vientres de las congas y la sangre, el filin de las repeticiones y aliteraciones. Su escritura se entrecruza con la del rayo, la antigua leyenda y la añeja celebración de la saliva y la sombra de los mayores que se consuela entre nosotros. Testigo del primer ojo del mundo, López Moreno aparece abracadabra para la salud y conciencia crítica de la poesía latinoamericana reciente: pleno de vértigos actuales; abracadabrante surge el relámpago de la innovación en cada poema-río de los ocho poetas lengua-arados en la tradición y sus bemoles vanguardistas.
Daniel Téllez
Daniel Téllez. Nació en la Ciudad de México, en 1972. Poeta, ensayista y crítico literario. Estudió Educación en la ENSM, la especialización en Literatura Mexicana del siglo XX en la UAM-A y la Maestría en Letras en la UNAM. Poemas y artículos suyos han aparecido en revistas literarias y académicas como Blanco Móvil, Castálida, Deriva, Descritura, Fuentes Humanísticas (UAM), Parque Nandino y Tierra Adentro, así como en el sitio mexicovolitivo.com. En 2003 fue Director Huésped de la revista Tierra Adentro, con el número Lucha Libre y Literatura: sin límite de tiempo. Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2001 por El aire oscuro. Premio Municipal de Poesía Rey Poeta Nezahualcóyotl 2006 a Creadores con Trayectoria. Ha participado en los libros colectivos Paraguas para remediar la soledad, UNAM/Casul, 1997 y El ritual de los culpables, UNAM/Casul, 1998, ambos coordinados por Raúl Renán; así como en José Carlos Becerra. Los signos de la búsqueda, Conaculta/Fondo Editorial Tierra Adentro, núm. 254, 2002; y Gilberto Owen. Con una voz distinta en cada puerto, Conaculta/Fondo Editorial Tierra Adentro, 2004. Parte de su obra poética se incluye en las antologías El manantial latente. Muestra de poesía mexicana desde el ahora: 1986-2002, Conaculta, 2002; Anuario de poesía mexicana 2004, FCE, 2005; Anuario de poesía mexicana 2005, FCE, 2006; y A contraluz. Poéticas y reflexiones de la poesía mexicana reciente, Conaculta/Fondo Editorial Tierra Adentro, 2005, entre otras.
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Deyssy (lunes, 15 julio 2019 20:55)
Excelente maestro Daniel Téllez, felicidades!!!
CAROLINA (lunes, 15 julio 2019 22:03)
No contemplar el mundo ni la naturaleza, sino a partir del lenguaje volver a darle nuevos significados y entonces lograr que la tierra hable, cante y vuele en toda su magnificencia llena de energía y musicalidad. Genial maestro Daniel Téllez.
Patricia Temple (jueves, 18 julio 2019 09:01)
Buenos poemas
Daniel Olivares (jueves, 18 julio 2019 13:57)
Excelente análisis, maestro Téllez. Celebramos los poemurales todos y también tu prosa.
Hector Hernan Hurtado (jueves, 13 enero 2022 11:28)
Gracias a voces que sonoran realidades vitales como GOLES a la realidad con GULES.