
de Los Exaltados (Ediciones Altazor, 2015)
Gold Girl
La vieja Gold se levantó de su cama para presenciar la muerte
del gato que siempre la acompañaba
ese gato rubio que parecía una bestia
el mismo gato que se comía las páginas de la Biblia
y los papeles del baño
cada vez que la vieja se le ocurría sentarse
en la taza de cerámica china
mientras leía una revista de moda de los años 70
siempre la misma página
pegada mirando el anuncio del Toyota Célica azul
que ese año le prometía volar a la velocidad de la luz
Siempre le dijeron “la gorda Gold”
esperó treinta años para que un hombre le hiciera la sinfonía de la carne
asunto que determinó como placentera
por eso obtenía bajo pago a jóvenes pobres que le robaron toda su inocencia
total le bailaban en las escalera blanco negra
en medio de sus infinitos gatos
como una escena pornográfica
mientras ella se fumaba uno tras otro los cigarros traídos desde la India
que compraba mediante sobornos a un funcionario de la Aduana
para inhalar el humo morado que se arremolinaba arriba ahí en las siete piezas
de esa mansión que parecía vaticana de tanto sexo
Gold poseía el miedo de las magnolias
en el campo las sequías
y de vez en cuando se refugiaba desnuda en el salón de espejos
esperando que el mundo acabara antes de llegar a vieja
y ahorrarse el fin de las manifestaciones
de las burbujas que emanaban entremedio de los naranjos del jardín imperialista
Por eso tomó la decisión
que después que ese gato dorado muriera
emprendería un viaje a la City de Londres
y como si explotara
y como si se manifestara
por última vez
terminaría en una borrachera
donde regalaría sus títulos
sus propiedades
sus raíces rancias
al primero que no la dejara dormir
hasta el amanecer aunque sea para matarla
y ver el infierno de los ángeles caídos
consumiendo la vagina ácida de su origen: su pecado:
el fin de la Gold Girl
el término de la leyenda del palacio de los teléfonos.
de El delirio (Ediciones Filacteria, 2019)
2
Soñé que las palomas volaban como monedas
hacia las antiguas piletas de avenida 9 de julio
y ahí me esperaban las lechosas con sus
corona de carruajes, de maratones, de barricadas
extendiendo hacia mi cuello
y la avenida 9 de julio era un desierto
en verdad toda la Capital Federal era un desierto
(tú eras un desierto y me mirabas)
todo era una gran meseta de arena ocre que destellaba rayos de colores reflejos de Historia como gritos
porque de los edificios abandonados de la avenida
colgaban millones de asentamientos humanos
que buscaban la esperanza en los astrólogos imaginarios
esos que ahora gobernaban los países abandonados después
de lo fines del mundo
soñé que el obelisco era una joya en el desierto morado
que del Río de la Plata solo quedaban los yacimientos petrolíferos
oxidados y disecados
(tú eras el yacimiento y explotabas)
y danzaban las sectas de colores todos los viernes
al atardecer cantando los coros humanos
recordando la gloria que alguna vez hubo
cómo el mejor de los campeonatos de polo en los country y en las fincas
algunos andaban como en una bicicleta llevando
mensajes de los territorios perdidos más allá del desierto habitado
allá donde se supone no quedaba nadie
el eco de señales de radio
el griterío de los bebés abandonados
el llanto de los soldados en la cordillera
la agonía de los colonos que se ahogaron
en la última maratón de los que escapaban
de las inundaciones perpetuas transandinas
(ese país ya no existe pero tú sí)
y seguían andando como en una bicicleta
recitando los mensajes como poemas
como si con eso nacieran flores globos espejos burbujas
(tú eras las burbujas pero estaba el desierto y yo era el desierto)
13
gorda morena mujer metálica monstruosa de la cocina
experta en crear marraquetas con manjar
para endulzar los viajes transdimensionales
de las fantasías planetarias
el baile extraño de las comisarías de tus abrazos en clave secreta
casi sin medida
con tal de llevarme por los aires como un cometa en medio de la pradera
para sentir el calor del sol quemando mi cuerpo vendido
y ver el mundo desde lejos con la musiquita de Yuri la mexicana
que me cantabas al oído para adelantarme la muerte lenta
con tal de disecarme el corazón y devorártelo sin piedad
como si yo fuera un postre y el postre de tu boca
por los confines de la lavadora y la logia amarillenta
la armonía de las plantas
el silbido de la tetera hirviendo
hacías que existías haciendo nacer el verbo y el verbo se hizo carne
y las tazas de vidrio verde que se quebraban y se quebraban
como se quiebran las supernovas en el firmamento de los planetas
como el amor del mundo entero
y el amor de todos los pretéritos de las miradas y de tu mirada
el manjar era tu murmullo
el manjar era el manjar de tu vagina como tu murmullo
tus palabritas muertas en mi oído
prometiendo el mejor de los paraísos si yo moría como se mueren los animales
de Viajes (Buenos Aires Poetry, 2020)
Antropología
los antropólogos comenzaron a vestirse de harapos
y comenzaron brutalmente
a robarse las reliquias de mis equipajes
encontraron un sinnúmero de artículos reservados
una radio soviética a cuatro pilas para escuchar el olvido
un diario norteamericano del imperio extinto
un manual de mitología griega para reparar el sueño
uno que otro utensilio asesino que sirva para conspirar contra el papa
y de paso se dieron cuenta
de métodos anticonceptivos
para seguir amando
comenzaron estos sujetos
brutalmente
a aplicar un cuestionario de mil preguntas
me cortaron la barba milenaria
y como si fuese normal
me desnudaron delante de un caserío desconocido
en el cual comían las lentejas con miel de vaca
para esto les dije
me hubiese quedado en mi casa
cuidando de la mujer rubia de metro ochenta
un poco exuberante danesa
esa que hace rico el chocolate caliente
así como una espuma
para esto les dije
hubiese venido desnudo a los valles calurosos
como una gaviota
y en vez de viajar de noche
haber mirado desde el cielo como suceden las guerras
en lugares comunes
los antropólogos comenzaron a vestirse de harapos
y comenzaron brutalmente
a denominarme con frases no muy felices
e incluso aventuraron a particularizarme
entre tantos que éramos
así como muchos
en el grupo reunido de los perplejos
concluyeron a nombrarme condestable de los viajes
con título de gracia
con aeroplanos
*****************************************************
the new york times
tituló hoy:
“los dioses se hicieron mortales”
y al parecer
he visto por ahí
como los supermercados se han desalojado
como las grandes tiendas han sido saqueadas
como las galerías de arte descolgaron el techo
las calles amontonadas del vacío
el opio flor silvestre en todos lados
he visto por ahí
los gatos inmóviles en las esquinas
prostitutas de estatuas
desangrándose a destajo
rosales del dolor como guirnaldas de colores
adornando clubes y colegios
he visto por ahí
todo lo visto tomando rumbo hacia alguna parte
¿los poetas?
lágrimas del viento

Alberto Cecereu nace en Valparaíso, Chile, en 1986. Es Licenciado en Historia y Licenciado en Educación de la Universidad de Valparaíso y Magíster en Gerencia Educacional de la Universidad Mayor. Tiene estudios de Diplomado en Derechos Económicos y Sociales de los Pueblos Indígenas y otro en Comunicación Estratégica.
Ha escrito los libros de poesía: Noticias sobre la inmanencia (Ediciones Altazor, 2005), Los exaltados (Ediciones Altazor, 2016), Los ermitaños (Trizadura Ediciones, 2018), El delirio (Ediciones Filacteria, 2019), todos publicados en Chile. Su último libro, Viajes (2020) fue publicado en Argentina bajo el sello Buenos Aires Poetry. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés e italiano, además de ganar distintos galardones, entre ellos el Premio Enrique Lihn de la Universidad de Valparaíso.
Actualmente es Director General de la revista web METRO arte+literatura y redactor de medios de comunicación de carácter independiente.
Su próximo libro, Resistencias (Editorial Káhuil), es una recopilación de sus artículos, crónicas y textos de opinión.
Escribir comentario