El 20 de febrero de 1909 es considerado por unanimidad como la fecha de fundación del Futurismo, el movimiento artístico y cultural creado por el italiano Filippo Tommaso Marinetti. La atribución de la fecha de fundación se debe a la publicación en el periódico parisino Le Figaro del primer Manifiesto Futurista. En realidad, Marinetti ya había publicado la misma iniciativa algún tiempo atrás en algunos periódicos italianos de menor importancia. Sin embargo, en esos contextos, el Manifiesto de Marinetti no obtuvo los resultados esperados. Quizás debido precisamente al escaso éxito, el promotor se ingenió "caminos" más adecuados para sus expectativas. Entonces, identificó la solución más oportuna en el periódico francés. Esta decisión le daba al movimiento naciente talla internacional, característica que se confirmó en los años siguientes. Le Figaro, que ya era un periódico prestigioso, había acogido en los años anteriores anuncios del nacimiento de movimientos artísticos como el Simbolismo. El Futurismo se propone de una manera absolutamente innovadora, incluso respecto a todos los demás movimientos vanguardistas. Por ejemplo, en el Futurismo surgen rasgos absolutamente propios respecto al vasto campo de acción elegido o también a partir de los lenguajes artísticos, que cambiará de una manera absolutamente sorprendente en las diversas disciplinas artísticas en las que se desarrollará, como la pintura, la literatura, la poesía, el teatro, la escultura y la música. Prácticamente todas, agregándoles la arquitectura, el diseño y la publicidad. Otro aspecto que a primera vista puede parecer sorprendente es la creación de una cocina futurista, con la creación de platos. A este punto, no podía faltar una moda futurista. A partir de los elementos conocidos, es evidente que no se trataba de un movimiento artístico impulsado solo por la búsqueda de una mayor eficacia y de nuevos códigos expresivos adecuados a aquellos tiempos. El de Marinetti y sus seguidores no era un anhelo "genérico" del futuro y la novedad. Querían cuestionar todo, incluso la moda. De hecho, crearon ropa para mujer y para hombre, una moda futurista marcada por una gran vivacidad de colores. Los futuristas ponían todo en discusión. Tanto es así que también se aventuraron en la arena política. Antes de confluir en el fascismo de Benito Mussolini, formaron un partido, el Partido Futurista, lo cual, por cuanto pueda ser anómalo en un movimiento artístico, estaba perfectamente en línea con la "revolución total" que querían obrar en la realidad que habían recibido como herencia, recalcando una vez más la decisión "intervencionista", es decir, el apoyo a la hipótesis de la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial. Un conflicto visto como una oportunidad para construir un mañana sobre nuevas bases. A sus ojos, el patrimonio cultural del siglo anterior era como un viejo abrigo de fieltro, que ya no servía para dar respuestas a sociedades en ebullición y fermento constante. Toda esta "contestación" nacía de la lectura aguda de la realidad contemporánea que hacían los futuristas. La llegada de la "modernidad", marcada por las enormes posibilidades que ofrecían los nuevos avances tecnológicos, comenzando por el automóvil, desintegraba todo orden anterior. La modernidad entendida en el sentido futurista estaba marcada por la irrupción de la "velocidad" en la vida común y corriente y, por lo tanto, de cualquiera, y por la consiguiente necesidad de "síntesis" de todo lo que, en presencia del nuevo "mito" de la velocidad, parecía débil, pesado y barroco. La intuición absolutamente genial de Filippo Tommaso Marinetti fue "absorber" los nuevos cánones artísticos y las perspectivas factuales de los lenguajes artísticos, que sacaban provecho de las revoluciones ofrecidas por la tecnología, impensables hasta ese momento. Ya nada podía permanecer "quieto" o ser predecible. De ahí la pintura de artistas futuristas como Umberto Boccioni o Giacomo Balla. En sus lienzos había un anhelo por alcanzar el arte total. Un arte vivo, con colores brillantes, donde todo, con una sapiente maestría de la perspectiva, parecía estar en movimiento. El teatro futurista será "sintético" o "sorpresivo". Y así con respecto a la poesía y la literatura. En este sentido, recordamos obras del propio Marinetti y, por ejemplo, de Aldo Palazzeschi. El futurismo ejerció una fuerte atracción en los artistas de esa generación. Hasta finales de los años 30, la carga creativa del movimiento fue potente. Un "momento futurista" estuvo presente en muchos artistas de ese período. No hay una fecha precisa y compartida que marque el final del futurismo. Lo cierto es que recibió un fuerte golpe cuando Filippo Tommaso Marinetti falleció en 1944. El fundador del futurismo, coherente con las decisiones que tomó a lo largo de su vida, decidió seguir a su "viejo amigo" Benito Mussolini en los cruentos escenarios de la Segunda Guerra Mundial, adhiriendo a la República Social Italiana. También en virtud de esta última decisión de Marinetti, durante al menos treinta años después del final de la guerra, el futurismo atravesó por un período de olvido, por no decir de manifiesta hostilidad. Pero su fuerza contra cualquier "pasadismo", término con el que los futuristas indicaban cosas o formas de pensar del pasado, se reafirmó con el pasar del tiempo. La percepción del mundo había cambiado, tanto que los futuristas, con Gerardo Dottori, inventaron la “aeropintura”, un itinerario creativo que inervaba de sensibilidad artística una posibilidad técnica como la de poder volar. "Mediante los estados de ánimo de las velocidades ‘areoplánicas’, pude crear el paisaje terrestre aislándolo del tiempo y el espacio, y alimentándolo con el cielo para que se convirtiera en el Paraíso", se lee en un pasaje de un escrito de Dottori. El espacio de un artículo no permite ulteriores profundizaciones sobre un fenómeno que duró más de treinta y cinco años. De él queda la gran capacidad de creación de nuevos códigos expresivos y claves de lectura del mundo sugestivas e integralmente nuevas.
Massimo Pedroni (Roma, Italia, 1957) es poeta, escritor, periodista, actor, y director de teatro. Ha publicado cuatro novelas: Ferdinand, La sfacciataggine dei sogni, Alla salute, y Dichiarazione di morte presunta; y tres libros de poesía: Viola (non è una donna ma i colori della copertina del mio moleskine), Per scomessa, y Vuoto scorsoio.
Semblanza y fotografía proporcionadas por el autor.
Zingonia Zingone (1971) es una poeta, narradora, licenciada en Economía, y traductora italiana que escribe en español, italiano, francés e inglés. Vive entre Italia y Costa Rica. Cuenta con poemarios editados en España, México, Costa Rica, Italia, India, Francia, Nicaragua y Colombia. Sus títulos más recientes son Los naufragios del desierto (Vaso Roto, 2013), Petit Cahier du Grand Mirage (Éditions de la Margeride, 2016) y las tentaciones de la Luz (Anamá Ediciones, 2018). Entre sus trabajos de traducción destacan los más recientes poemarios de la nicaragüense Claribel Alegría: Voci (Samuele Editore, 2015), que se adjudicó el premio internacional Camaiore 2016, y Amore senza fine (Edizioni Fili d’Aquilone, 2018). Dirige la columna de poesía internacional en la revista italiana MINERVA.
Poemarios editados en español:
Máscara del delirio, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2006.
CosmoAgonía, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2007.
Tana Katana, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2009.
Equilibrista del olvido, Editorial Germinal, Costa Rica 2012.
Los naufragios del desierto, Vaso Roto Ediciones, España, 2013.
Las tentaciones de la Luz, Panamá, Nicaragua, 2018.
El canto de la Sulamita – Poesía Reunida, Uniediciones, Colombia, 2019.
Semblanza y fotografía proporcionadas por la autora.
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