A su manera, la Grecia contemporánea conserva los misterios de antaño. Los destruye, los ama, los deconstruye, los detesta, los recupera, los conserva, los vende, los vuelve a comprar… Así, hasta el fin. Muchos turistas que van a este país buscan encontrarse con el pasado, sentir algo del déjà vu que vivieron Goethe, Byron, Durrell, Miller, tantos… El poder de atracción es inevitable. Pero pocos turistas se paran a observar lo que sucede realmente en la Grecia contemporánea, pocos turistas se detienen a profundizar en qué es lo que sucede hoy en un país de poco más de 10 millones de habitantes que habla una lengua única en el mundo (que nunca fue vieja ni nunca estuvo muerta, sino al contrario, tan viva que ha evolucionado poderosamente) y que es la base de la cultura occidental. De hecho, muchos turistas intentan hacerse sus fotos del Partenón sin gente, solo desean buscar la atemporalidad de los mitos, ser parte de ello por un instante.
En Grecia creo que, por lo general, el turista desea olvidarse del tiempo, de las obligaciones y, quizá, de la humanidad. Esto, por ejemplo, entre Atenas y Tesalónica o en muchas islas podría ser posible, pero en Atenas, Tesalónica, Heraclión o Patras, no lo es. Allí el turista se encontrará con el esplendor de una cultura viva actual que convive con lo antiguo, pero que lucha por comunicarse con el resto del mundo. Por ello, los griegos contemporáneos conocen muchas lenguas, la suya propia es muy compleja, y no les resulta difícil aprender en pocos años inglés, español, italiano o francés. Y, además, no conozco un pueblo sobre La Tierra que tenga tanta sensibilidad para la poesía y el teatro como el griego actual. Para ellos los géneros literarios más importantes comienzan por ahí. Todos los griegos que he conocido, en ámbitos muy distintos, son muy buenos lectores de poesía y de teatro.
Quizá, como me dijo un día Calíope Niora, economista, nacida en Creta y residente en Atenas, «todos los griegos necesitan la poesía». Y el poeta que he elegido para hablar en estas líneas se llama Yannis Yfantís (Raína, 1949). Yfantís es uno de los poetas vivos más importantes de Grecia en la actualidad. Tuve el gusto de conocerlo en la Feria Internacional del Libro de Tesalónica el año pasado. La editorial Bibliothèque (Atenas), dirigida por el poeta, cineasta, librero y editor Vassos Georgas, publicó en 2019 toda su obra completa de poesía, bajo el título Las metamorfosis del cero, una edición actualizada del volumen que salió en Ekdosis Aj, en 2009. Un verdadero acto de justicia poética para Grecia. Un volumen de 668 páginas que conservo con mucho cariño y que abarca toda su producción desde 1977. Contiene libros tan importantes en su trayectoria como Mantraspenta, El espejo de Proteo, Poemas bordados en la piel del diablo, Templo del mundo, Amor, invicto en la batalla, Máscaras de la nada o Bajo el icono de las estrellas. Además de su obra poética, cultiva la traducción, el ensayo, el artículo periodístico y ha realizado trabajos como antólogo. A Yannis Yfantís también se deben títulos como Signos de memoria inmortal, Ideograma de la serpiente, Místicos de Oriente, El jardín de la poesía: 4500 años de poesía extranjera, Arquetipos o En las playas de Homero: 3000 años de poesía griega.
El traductor, ensayista y poeta Mario Domínguez Parra ha llevado a cabo la traducción de un pequeño volumen titulado Templo del mundo, que reúne 34 poemas de Yannis Yfantís. La edición bilingüe es una delicia y la publicó la editorial Audisea de Buenos Aires (Argentina), en 2014. La selección fue preparada por su autor y tanto la traducción como la introducción y las notas pertenecen a Mario Domínguez Parra. Esta edición de Templo del mundo contiene una antología de poemas y el título fue tomado por el poeta griego de uno de sus libros más conocidos.
Yfantís es una especie de místico, un ser que duda constantemente, pero que parece ver lo que muchos no consiguen ni siquiera percibir. Es una especie de vidente, al estilo de lo que postulaba Rimbaud. Él ya no vive en el bullicio, no frecuenta los ambientes literarios, prefiere llevar una vida cerca de la naturaleza. Su poesía está impregnada de las esencias naturales, de una especie de rara mística agnóstica, donde el conocimiento se adquiere con la duda, pero al mismo tiempo desea trascenderlo en lo invisible. Es la contradicción pura habitando en la nada, pero desde un punto de vista oriental y no occidental. Es la condición humana, en realidad, la que aquí está en juego. Su obra está profundamente marcada por el taoísmo, el budismo zen y por los presocráticos, relacionados en el movimiento perpetuo, en la unión del uno y del todo. Así, nos dice el poeta: «Y si exactamente vemos las mismas cosas» (pág. 13) o «Aquí estoy donde el Cero se muerde la cola», como si fuera un mítico Ouroboro, que «es una representación del tiempo», según decía Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos (Madrid, Siruela, 1997, pág. 137), la vuelta a empezar una y otra vez en el vacío, «aquí estoy / en mitad de la eternidad / en su principio y en su fin» (pág. 15).
Templo del mundo es el lugar invisible donde vivimos, donde los seres no son más que un misterio muerto o vivo, es el no lugar: «el no construido templo del Mundo» (pág. 40). Es el espacio donde la historia, la mitología, la ciencia conviven encontrándose solo en el misterio poético. La influencia de Pound ha sido también muy importante en este poeta, a la manera en la que aquel combinaba la historia con la poesía, por ejemplo, en los Cantos. A ella se refiere como una clase de historia que es total, sin final, sin principio, que se encuentra sitiándonos, somos parte de ella, y nos daña poco a poco, pero también simboliza nuestro efímero e insignificante paso por el mundo. De ahí que el poeta asuma su condición existencial en la nada, en lo absoluto, en los círculos solares o lunares, en el cero.
En este volumen, Yfantís combina lo metafísico con la critica social y la forma en la que la Grecia actual convive con su pasado. Metafísica e historia conviven, como digo, en una compleja armonía. Digámoslo con otras palabras clásicas: El pequeño libro del hombre frente al gran libro de la naturaleza. En definitiva, el tópico del libro del mundo. Veamos, a continuación, el que me parece uno de los tres mejores poemas de todo el volumen. «Libro mundo» (págs. 41-42) lo podríamos considerar metaescritural y es una declaración de intenciones que define muy bien la posición de Yfantís:
Libro mundo
Solo un libro se ha escrito
y se ha escrito con cosas y no con palabras.
Solo un libro se ha escrito
y se ha escrito desde el Mundo con el Mundo para el Mundo.
El Mundo es el libro del Mundo.
*
Fin no tiene el Mundo ni principio;
pero el poeta al descubrir el Mundo
es como si lo construyese desde el principio.
*
Solo hay un libro que leer
y este es el libro del Mundo.
*
Que escribo querrá decir que leo el libro del Mundo.
Todos mis escritos no son más que subrayados en el libro del Mundo;
todos mis escritos no son más que notas, pinturas,
en los márgenes de sus páginas.
Que escribo querrá decir que muestro a la gente
que intento compartir con ella
la belleza o el horror que leo en el libro del Mundo.
Porque nadie soporta leer a solas el libro del Mundo.
Éfeso, Templo de Ártemis, 1988 A. D.
Acerca de sus influencias griegas, Yannis Yfantís ya tuvo oportunidad de explicarlo en una reveladora entrevista que le hizo la escritora, periodista, directora de teatro y editora Roxana Artal, para el medio argentino Evaristo Cultural (la traducción de la entrevista es de Lucas Brockenshire) (https://evaristocultural.com.ar/2015/06/09/allilouhia-entrevista-a-yannis-yfantis/):
… puedo decir qué autores he amado especialmente, y cuales siento la necesidad de leer y releer. Tengo un gran amor por todos los ciclos de la mitología griega. Sobre todo: Homero, Hesíodo, Safo, los filósofos presocráticos, Heródoto, los autores trágicos, líricos y cínicos de la Grecia Antigua, los poemas anónimos de la Grecia Medieval, sus cuentos maravillosos, y todos los grandes poetas de la Grecia Moderna, desde Vitsentzos Kornaros y Solomos, hasta Kavafis, Kazantzakis, Ritsos, Varnalis, Kavvadias, Elytis, Gatsos, Karyotakis, Seferis.
La relación entre el mundo cotidiano y la tradición mítica en Grecia que comentaba al principio queda perfectamente reflejada en su poema «Que vivimos míticamente se nos escapa» (pág. 46-49). Aquí su autor realiza un cálido y aleccionador viaje por el pensamiento mítico de su país y su intrahistoria contemporánea. En él se puede observar la influencia de Homero, Hesíodo, Heródoto, Kavafis, Eurípides… Este poema debería colocarse en todas las calles de Grecia:
Que vivimos míticamente se nos escapa
A las sacerdotisas del Arte, Chantal Danjou
y Marie-José Armando;
a nuestros trabajos y días en Bormes les Mimosas
Que vivimos míticamente se nos escapa.
Que el mendigo de la esquina es un rey se nos escapa.
Que quizá seamos ya cerdos en el aprisco de Circe se nos
escapa.
Que quizá esta ciudad nos digiera porque es el estómago de Caribdis esto se nos
escapa,
Que la lavadora es Polifemo el cíclope al que esclavizamos
esto se nos escapa.
Que el peón que brama al excavar las tierras es un dragón esto se nos
escapa.
Que la víbora entre las hierbas y entre las piedras es la esbelta saeta de Apolo
que busca nuestro talón esto se nos escapa.
Que cada motocicleta es la herrumbrosa encarnación de aquel Aries de Áureas Melenas
se nos escapa.
Que el puerto es el pétreo aprisco de los barcos se nos escapa.
Que todos los barcos llevan a cuestas un vellocino de cabellos blancos se nos escapa.
Que todos los barcos intentan copiar el vellocino de áurea melena de la Vía Láctea
sobre las aguas se nos escapa.
Que el agua es un cuchillo que nos desuella mientras desciende por el vellocino blanco,
rizado, ojiabundante de la enjabonadura de nuestro cuerpo esto se nos escapa.
Que las toallas de nuestros baños no son musgos alrededor de la fuente ni tampoco
son los siete velos de Ashtar sino que son los siete vellocinos del espejo
se nos escapa.
Que la señora que viene al parque con sus tres perros cada tarde
es Perséfone con el can Cerbero esto se nos escapa.
Que ya hemos sido enterrados esto se nos escapa;
se nos escapa que el Sol que se apoya en la tarde allí en la colina es el guardián de
nuestro sepulcro, una esfinge, un león
con rostro de espejo y crin de rayos.
Se nos escapa que la Luna es nuestra perdida máscara mortuoria mientras que ardiente
cual leona avanza con calma mortífera entre la espesura.
Que vivimos míticamente por completo se nos escapa.
Que el lápiz que sostenemos puede ser la lezna que encegueció al Cíclope
esto se nos escapa.
Que los pretendientes están aquí y comen y celebran la vida de Odiseo se nos escapa.
Que como Odiseo el poeta es un extranjero en su propia casa esto se nos
escapa.
Que ya las almas de los pretendientes se desprenden de la caverna del cielo y
descienden rechinando al Hades esto se nos escapa.
Que Hermes sin maldad las conduce por los caminos húmedos hacia la oscuridad
esto se nos escapa.
Que vivimos míticamente se nos escapa.
Que somos sombras y deambulamos por fuera del espejo del tiempo esto se nos
escapa.
Etolia-Salónica, 1991
Para finalizar estas breves notas sobre algunos elementos de la obra poética de Yannis Yfantís, queda destacar su crítica social en los poemas de este volumen titulado Templo del mundo. Así lo señalaba en la entrevista arriba citada:
Roxana Artal: «Historia neogriega» denuncia: «Si la mitad emigramos / si ya no tenemos seguridad / y no nos saciamos con el descanso y el sueño y la comida / no es porque no trabajásemos / no es porque no ahorrásemos / no es porque no fuésemos los afortunados; / es porque nos robaron y nos roban:…». ¿Cuál es para vos el valor político, social, de la poesía?
Yannis Yfantís: Hace que los hombres olvidemos y desechemos las cosas bajas, y, al mismo tiempo, hagamos cosas maravillosas. Hace que los hombres se enamoren de la justicia, y odien la injusticia. Hace que crezca en los hombres lo que hay de semilla en ellos, pero que duda en crecer. Lleva los hombres al ámbito aquel en el que se conocen y se aman unos a otros. Hace que el hombre redescubra la belleza que sana y la verdad que libera. Hace que los hombres hallen mucho en lo mínimo, y todo (Pan) en la Nada.
En este libro, además del poema “Historia neogriega», podemos encontrar críticas a la monarquía («El señor Glücksburg», pág. 51), al sistema («El Komboloi del diablo», págs. 33-34), a la sociedad («Oh Gallo», págs. 35-36), a la injusticia («La soledad y el martirio de Mansur Hallay», págs. 44-45) o incluso a quien reprocha al poeta su vocación desde una mentalidad capitalista en «Pregunta y respuesta en el mercado» (Pág. 58):
«¿Ganas dinero” me dicen «con la poesía?».
«¿Dinero?», les respondo, «¿dinero?
¿Gana alguna vez dinero el amante?
Solo gana dinero el chulo putas”.
Pero el tercer y último poema que me gustaría destacar especialmente es «El final del monstruo» (pág. 50). En él, que parece también un microrrelato, Yfantís describe el ascenso y caída de un monstruo, que podría ser un dictador y que somete al pueblo a la tiranía, al miedo. Defendiéndose de todos no cae en la cuenta de que la inocencia lo acabará destruyendo al mostrarle su propio yo. Nos encontramos probablemente ante una especie de parábola que recuerda un poco al estilo de los textos sagrados o a los cuentos breves medievales europeos de influencia oriental, por supuesto desprovista de religiosidad. Dice así:
El final del monstruo
Cuando el monstruo llegó a la plaza
todos se ocultaron aterrados en sus casas.
Nadie salía para con él combatir.
No salía el santo, no salía el rey,
no salían ni los jóvenes ni los viejos,
ni los exorcistas ni los magos.
Todos temblaban excepto el monstruo
que se había entronizado y aguardaba.
Entonces una niña de seis años
salió con un espejo. Atrevida
se acercó al monstruo sosteniendo
frente a él el espejo. De repente
el monstruo vio frente a él un monstruo.
Tanto se asustó que se le cortó el aliento.
No podía siquiera moverse.
Así, con solo un espejo como arma
la muchachita mató al monstruo.
Yannis Yfantís estudió Derecho en la Universidad «Aristotelio» de Salónica, allí asistió también a clases de Filosofía, Arqueología y Astronomía. Son innumerables sus colaboraciones en la prensa griega e internacional. Trabajó dos años en la Radio Estatal de Salónica, donde presentaba los programas Poesía griega y mundial, además de En el fondo es uno el tema. Ha sido traducido al italiano, al búlgaro, al inglés, al francés, al árabe, al finés, al ruso, al español, al chino, al serbo-croata, al kurdo, al hebreo y al alemán.
Roberto García de Mesa es poeta, dramaturgo, director de escena, narrador, dramaturgista, ensayista, filólogo, comisario de exposiciones, productor, artista visual y músico. Es licenciado en Derecho y en Filología Hispánica, además de Doctor en Filología Hispánica. Tiene su propia compañía de teatro. Ha publicado más de cincuenta libros de poesía, teatro, narrativa breve, ensayo, conversaciones y ediciones críticas, como, por ejemplo, Memorias de un objeto, Oblivion, Nausinoos, Sobre la naturaleza de la fragilidad, Apuntes teatrales, La señora Blume, Teoría de los ocho movimientos, Outside, Hamlet Post Scriptum, La edad del frío. Conversaciones con Antígona, Cinco ensayos sobre poesía escénica, La poesía en el teatro, la pintura en la música, Fractales, El teatro de vanguardia en Canarias (1924-1936), Conversaciones con Rafael Arozarena, entre otros títulos. Obras suyas han sido traducidas a varios idiomas. Sus dos últimos libros publicados han sido Variaciones de la razón y otros textos (Teatro, Zamora, Ediciones Invasoras, 2020) y Retórica. Superficie de contacto. Razón y canibalismo (Poesía, Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2020).
Semblanza y fotografía enviadas por el autor.
Yannis Yfantís (Raína, 1949) es uno de los poetas vivos más importantes de Grecia en la actualidad. Estudió Derecho en la Universidad «Aristotelio» de Salónica, allí asistió también a clases de Filosofía, Arqueología y Astronomía. Son innumerables sus colaboraciones en la prensa griega e internacional. Trabajó dos años en la Radio Estatal de Salónica, donde presentaba los programas Poesía griega y mundial, además de En el fondo es uno el tema. Ha publicado los siguientes libros: Mantraspenta, El espejo de Proteo, Poemas bordados en la piel del diablo, Templo del mundo, Amor, invicto en la batalla, Máscaras de la nada y Bajo el icono de las estrellas. Además de su obra poética, cultiva la traducción, el ensayo, el artículo periodístico y ha realizado trabajos como antólogo. A Yannis Yfantís también se deben títulos como Signos de memoria inmortal, Ideograma de la serpiente, Místicos de Oriente, El jardín de la poesía: 4500 años de poesía extranjera, Arquetipos o En las playas de Homero: 3000 años de poesía griega. Su obra poética fue reunida en el volumen Las metamorfosis del cero (Ekdosis Aj, 2009; Bibliothèque, 2019). Ha sido traducido al italiano, al búlgaro, al inglés, al francés, al árabe, al finés, al ruso, al español, al chino, al serbo-croata, al kurdo, al hebreo y al alemán.
Fotografía proporcionada por Roberto Roberto García de Mesa.
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