FUI ENTRENADA EN EL RÉGIMEN HETEROSEXUAL.
Me dijeron eres niña
te gustan los hombres
te vas a casar
vas a tener hijos
los vas a educar para amar al sexo opuesto
y todo esto
con la boca cerrada
sin chistar.
Hice caso
por un tiempo
largo tiempo.
Una tarde recibí un mensaje
hice un viaje
y llegué a Malinalco.
De pronto
estaba rodeada de otras
esas “mis peores enemigas”
eran dulces
suaves
tenían sonrisas maravillosas
me encandilé
compartí con ellas los cólicos
compartieron el té
y los trapitos calientes
me enamoré
me enamoré mucho.
Pero no dije nada
regresé a la ciudad
al grito de ni una menos
salí a marchar con otras
en la calle
todas
las otras
nosotras
juntas
bellísimas
su rabia
su amor
su rabia amorosa
su amor rabioso
lloré mucho de alegría
qué era eso
por qué me lo habían ocultado
esas “mi competencia”
ahí a mi lado
llorando conmigo.
Me enamoré
me enamoré mucho.
Comencé a hablar bien de las otras
Lesbiana
a chulear a las otras
Lesbiana
a acompañarme de las otras
Lesbiana
esa palabra como castigo
como advertencia
salir con las otras
Lesbiana
beber con las otras
Lesbiana
apoyar a las otras
Lesbiana
me rapé
me deshice de los sujetadores
Lesbiana
escribí poesía para otras
Lesbiana
me dejé crecer los bellos
Lesbiana
besé a otras
Lesbiana
me dejé acariciar por otras
Lesbiana
me enamoré
me partieron el corazón
volvimos a ser amigas
Lesbianas
Lesbianas.
Dejé atrás sin ningún trabajo años de entrenamiento
años de sumisión y seducción obligatoria y humillante
me apropié del insulto.
Lesbiana sí
mujer que se reencontró a sí misma en las otras
que descubrió en el espejo a las otras
que se enamoró de sí misma
y de las otras.
DE PRONTO
una se se siente fuerte
capaz de darle la espalda
a la ciudad que ha visto quemarse
una y otra vez
quiere creer que ahora
no habrá sal ni derrumbes
y obviando sombras y persecusiones
en la distracción de días crédulos
un sedimento nostálgico se acumula
entonces viene primero
la sospecha:
algo por ahí se echa a perder,
después la certeza:
algo ya se ha perdido
una se huele las manos
las ropas
los pies
todo está impregnado con la misma sustancia
entonces uno toma un vaso
y lo que bebe le sabe amargo
si se pone una camisa causa escozor en el cuello o la cintura
si abre una puerta algo golpea en la cabeza
y es catastrófico
porque le está sucediendo
y además
ha tomado el periódico
la correspondencia
o uno de sus libros
y lo han confirmado:
está enfermo.
Entonces le duele todo
las pestañas
la muñeca que dejó en la banca a los cinco años
el pastel para mamá que se resbaló de las manos antes de llegar a casa
y llora por sus manos de mantequilla
el rayón en sus zapatos nuevos
por aquella vez que no dijo te quiero
y se quedó sólo mirando.
Llora
se queja y se duele
porque se le ha constipado una arteria
o un puente
o algún sentido
o todo junto
porque todo se comprime
y todo el mundo
sus tragedias y espectáculos
simulacros y revelaciones
todo el mundo
se contrae en el embudo de su cabeza
y es tanto
y tan mundano
que debe alzar la voz
el canto
la mueca o alarido
algo tiene que abrirse
y donde más le duele comienza a sobarse
a murmurar reproches y consuelos
poco a poco sana su distracción
su ilusión anacrónica e improcedente
comienza a verse de nuevo
el látigo de su orgullo increpado
vapuleado por su despotismo
entonces de alguna ventana
orificio
muro o percha
se descuelga una elegía desbordada,
pero en el cosmos infinito
no es más que un grito desde un abismo súbito
sin permiso para abrirse paso
un mimado afán sin intención regulada
o certeza de razón.
SE ME CAE DE LAS MANOS
un temblor melancólico,
en las uñas un rubor de nacimiento
se gesta silencioso y brillante
la tarde se abre de par en par
son la mañana y la noche
dos páginas en blanco
botones de plata pulida
ojos deslumbrados mirando fijamente.
Todo huele a esporas, hierbas o té.
El vientre extraña la ausencia meticulosa
en cambio el vapor y sus gotas tibias
humedecen tejidos y poros
una fiesta cristalina y serena
germina en las comisuras del cuerpo,
las arrugas de la frente
y las cicatrices en las rodillas
guardan silencio expectantes,
no es suya la gloria de estos días
su tragedia se ampara en sus grietas.
Ni sombras ni asombro,
lleno y sitiado el cuerpo
se deja tomar lentamente,
son días de abrir botones
cambiar sábanas
recoger semillas
días que vienen escalando
uno a uno los segundos
pacientes esperaron su turno
para llegar a la estación puntual
como las canas o los músculos.
Los otro días
los de la cuna
la sal y el yodo
se retiran,
.. -un paso atrás todo lo que no es este día
.. pues se me ha caído un desconcierto
.. y mientras no aparezca
.. habrá que agotar el júbilo
.. beber su pulpa
.. alimento para desempleados de la tristeza
.. para aquellos que lo han perdido todo
.. hasta el cansancio
.. aquellos a quienes sin temblor ni arena
.. les llegan días de humedades
.. como ríos verdes
.. nubes portentosas
.. y hormigas diligentes.
.. Este es el invierno del desencanto
.. una brisa humilde
.. poblando el vacío
.. y humedeciendo
.. tierna y cálidamente
.. la conciencia de los perdedores.
Leticia Quiroz nació en Navojoa, Sonora en 1978. Es escritora, editora y tallerista de literatura. Estudió Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora; es coautora de las antologías: 99 poemas mexicanos de amor (Grijalbo) y Cartas inolvidables de la literatura universal (Planeta).
Ha colaborado en diversas publicaciones a nivel nacional y estatal en las revistas: Siempre, Círculo de poesía, Biblioteca de México, Blanco móvil, La que arde, entre otras.
En 2011 fue becaria del Instituto Sonorense de Cultura para escribir el libro: La perdurable sombra de una casa.
Organizadora de Foro de Literatura y Misoginia que este año realiza su quinta edición. En 2017 publicó su libro de poesía Que quede claro con la editorial feminista sonorense Vulvas Rebeldes.
Actualmente resiste al canon patriarcal junto a otras en la colectiva editorial feminista y autogestiva Sáwa y Biznaga, que tiene como principio publicar textos teóricos y de creación literaria escritos por mujeres.
Con Sáwa Editoras publicó las dos primeras antologías de poesía feminista del país de la colección Escrituras para ponerse de pie: Albardas, poetas feministas de la ciudad de Hermosillo y Malvas, poetas feministas de la Ciudad de México.
Está convencida de que va a caer.
Fotografía tomada de la página de Facebook de la autora.
Semblanza proporcionada por la autora.
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