Supradimensional
Instantes al albor de una sonrisa
Cuando reina
El Dios potencial que hay en mí
Minúsculos relámpagos
En el filo del devenir
En las rendijas de la casa carnal
Entran las brisas etéreas del plano astral
Minuto de ser inmortal
La sombra del hipercubo
Es el telar sincrónico de pasado y futuro
En el instante de infra rojo
Abrense mis ojos de ayer
En el transcurso de alguna
Plus ultra dimensión
En las hojas del árbol está la raíz
En cubista kaleidoscópio
Cruzo a lo lago de la rosa
Ángelus y crepúsculos
Un cometa gira hacia atrás
Durante unos ojos multiplicados
En aérea cristalización
Los labios en progresiones plásticas
Besan espejos paralelos
En un infinito reír
Y deshojanse acústicos
Recreando un carmín sin fin
En ecos innumerables
Hacia todos los rumbos cardinales
Hasta el horizonte concéntricos
Almizcle ubícuo y sutíl
Ojos y labios y tú sacrificada
Cenicienta de las mil
Y Una Noches con un pie en el cielo
Y una estrella por escarpin
Geométrica porque eres de tierra
Sublunar sombra de marfil.
De tu cuerpo de luz así
Como el círculo es sombra de la esfera
En el hiperespacio o en el astral confín
Auroras boreales de un rincón del Polo
En plúmula de colibrí
Llanto del todo un cielo venturoso
Entre las valvas de la ostra vil
TU
En el superespacio
Y YO
Atados a las tres dimensiones
Y al tiempo…. los dos!
Bryarcliffe, N.Y. – 1923.
El presente poema fue tomado de la Revista Irradiador, Número 3, Noviembre de 1923
José Juan Tablada (México, 1871 - Nueva York, 1945) Poeta mexicano que fue uno de los principales protagonistas de la transición del modernismo a las vanguardias. Tras asistir al Colegio Militar, del que fue expulsado, José Juan Tablada trabajó como empleado ferroviario, pero muy pronto, con apenas veinte años, se inició en el periodismo.
Su actividad en este ámbito se desarrollaría a lo largo de medio siglo, tiempo en el cual llegó a publicar cerca de diez mil artículos. Colaboró en numerosas publicaciones periódicas mexicanas, como El Universal, El Mundo Ilustrado y El Imparcial, así como en la prensa de Caracas, Bogotá y La Habana. Parte de sus crónicas (políticas, culturales y de viajes) quedarían reunidas en recopilaciones como Tiros al blanco (1910), Los días y las noches de París (1918) y En el país del sol (1919). Devoto de la cultura y, en especial, de la poesía francesa, en 1898 impulsó la creación de la Revista Moderna, principal órgano del modernismo mexicano, en la que publicó algunos cuentos propios y traducciones de Anatole France y H. G. Wells, entre otros autores.
No fue ajeno a los vaivenes de la Revolución mexicana de 1910: criticó la presidencia de Francisco I. Madero (1911-1913), apoyó la dictadura contrarrevolucionaria de Victoriano Huerta (1913-1914) y fue director del Diario Oficial durante su mandato. A la caída de Huerta, su casa fue saqueada por las tropas de Emiliano Zapata y huyó a Nueva York. Durante el régimen del constitucionalista Venustiano Carranza (1917-1920) desempeñó cargos diplomáticos en Caracas y Quito. Residió luego en Estados Unidos, y en México desde 1935, aunque la muerte lo sorprendió en Nueva York, poco después de ser nombrado vicecónsul.
Entre sus poemarios adscritos al modernismo destaca El florilegio (1899). A raíz de un viaje a Japón (1900-1901), José Juan Tablada amplió la segunda edición de este libro (1904) con una serie de haikús, de los que se le considera introductor en lengua española. La concisión del haikú, forma tradicional japonesa formada por tres versos blancos de 5, 7 y 5 sílabas que expresa una fugaz intuición a partir de un contraste de imágenes, resultaba idónea para el temperamento del autor.
De orientación vanguardista son sus libros de poesías Al sol y bajo la luna (1918), Un día (1919), Li-Po y otros poemas (1920) y El jarro de flores (1922). Además del haikú, Tablada cultivó en esta segunda etapa los ideogramas y las innovaciones tipográficas introducidas por Apollinaire en sus Caligramas (1918).
Los principales temas de la obra poética de José Juan Tablada son la naturaleza, la delicadeza de las criaturas naturales y el paisaje mexicano. Su ingenio verbal apunta a composiciones breves, pero incisivas; son visiones rápidas e intensas de la realidad no exentas de una ironía que, ocasionalmente, raya en la ternura. Sometidos a una estricta disciplina formal, sus poemas son ejemplo de contención expresiva, por lo que la rigurosa formalidad del haikú se convirtió en un vehículo perfecto para él.
De entre sus restantes obras cabe citar la novela La resurrección de los ídolos (1924). Proyectó asimismo unas memorias de las que sólo llegó a publicar en libro el primer volumen, La feria de la vida (1937), que abarca desde la infancia hasta los primeros signos de madurez.
Semblanza tomada de la página web Biografías y Vida
Fotografía tomada de la página web tvespanol.net
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