La mayoría de las estrellas – canto americano
(Selección y traducción: Zingonia Zingone)
COLORADO
El lema del estado de Colorado es “Nil sine numine”, lo cual significa: Nada sin la divinidad. Son palabras tomadas de la “Eneida”.
Cuando emerjo de las canteras en Cripple Creek
mis brazos están tan cansados,
cuelgan de mis hombros inertes.
Alguien tiene que ayudarme, de lo contrario
no puedo ni siquiera vaciar el bolso en el vagón
con los últimos fragmentos.
Siempre salgo al atardecer, y al principio
este umbral ciclópeo es cegador.
Mis pupilas son del tamaño de la cabeza de un alfiler
y no graban más que la luz.
Los rieles escupidos por la gruta
se deshacen en divina incandescencia.
Y no sé nada de la creación
más que la inmunda suciedad que tengo encima,
las piedras de los rieles chirriantes
debajo de mis botas, y los cubos y picos
apoyados mucho antes de la entrada,
a salvo en la penumbra.
Luego mis orejas tropiezan con el río
mis ojos con las montañas.
Casi no recuerdas el nombre de las cosas que ves.
Refinería es un inmenso palafito repleto de aparatos,
por mitad clavado en la roca
y el resto, es increíble, sobresale tanto
en el aire, encima del río,
que todavía no entiendo cómo logre no derrumbarse.
A esta hora, sin embargo, detuvieron la maquinaria
y en el viento Chinook que desciende de los picos,
siento el inmenso susurro de los abetos
y el tamborileo conmovedor del pájaro carpintero
en los troncos, el tormento
que por hambre les inflige.
Pero nada se compara con el atardecer,
con su manera de llegar en diagonal en el viento.
De la oscuridad de estas cuevas, saliendo
contra la corriente de luz, un sentimiento,
un saber crece en tu instinto,
las primeras estrellas, las montañas,
hasta las manos negras, agotadas,
no es uno, que al mirarlas, las hace reales.
La otra tarde hablé de todo esto
con un ingeniero, quien me dijo:
la mayoría de las estrellas nos fueron ocultadas,
de lo contrario, la noche sería
una bóveda de luz deslumbrante,
como la salida de estas minas.
Un santo, un pobre hombre, un asesino
un minero, un payaso, un pionero.
Que alguien busque la manera de decirme
todas las vidas y muertes que no pueden ser
contenidas en mi sueño.
Creo que si los muertos y los dioses no nos hablan
es porque no sienten la necesidad
de tener la razón.
Los ojos no son picos sino velas
en el viento del sol.
WEST VIRGINIA
La choza es un hueso mal enterrado adentro
del bosque de West Virginia.
En ella viven él y ella.
Tan negro el pigmento de su piel
y el hueco de sus bocas.
Las arrugas en las esquinas de los ojos
irradian como si fueran lágrimas contra el viento.
Claras; lo único claro.
Ángeles. Si te miran, parece
que te están mirando sus almas,
y que las almas se desbordan,
y que sus cuerpos son solo una sombra.
Hablo en el presente pero los encontraron
al borde de la carretera estatal
el treinta de diciembre.
No tenían teléfono.
Ella se había sentido mal.
Él la cargaba en la espalda,
los talones de ella clavados en el estómago.
Cayó apenas después de cien metros
en las espirales del aire glacial,
estrechándose en cada inspiración,
quizás cantándole una cancioncita.
Y ahí quedaron,
negros en la blancura letal de la tormenta,
en el instante donde te duermes,
donde las cosas se confunden
y te parece haber regresado al inicio.
Tenía en mis mejillas lágrimas congeladas
en los ojos, fuego.
Era, tal vez, solo el llanto por la rígida violencia
con la que ella, su cuerpo ahora vacío,
me arañaba la barbilla con su anillo.
Quizás la hora áspera de las escrituras
donde uno se tropieza
donde el amor es tiempo, miseria, miedo,
y en la paz solo se puede caer.
Como en una trampa.
Donde el blanco león del invierno está besando
mi cuerpo enfermo que la sostiene
y su rostro negro de cordero.
TEXAS
Cruzar II
Noche cerrada,
tu antorcha ilumina
parcialmente los Estados Unidos,
el río y el terraplén que lo contiene,
pero nada puede contra la oscuridad sin luna
de sus almas.
Tú pones a nuestra hija sobre tus hombros para cruzar mejor,
el círculo de la antorcha estampilla
en los dorsos vuestras sombras, como soldándolas.
Yo no me hubiera tenido que quedar mirando,
asida del filo de la cerca;
es terrible verlos vadear,
y ella volteándose y llamando mi nombre
sin ver mi rostro.
Te he dicho mil veces No te vayas,
son tan vacías sus palabras y es tan inmenso lo que nos roban
de sueños que cobra su alegría infeliz
con nuestro asenso. Incluso cuando veo que patina
la camioneta de la policía fronteriza,
y el polvo del frenazo se levanta para tragarlos,
amarillo como una nube de azufre, sé que no quieres saber nada
de los mil amaneceres que juntos vimos engarzarse en el golfo,
en Heroica Veracruz, mientras me pides que te vuelva a coger.
Tú crees que es la universidad para nuestra hija
la visión de una casa grande,
yo sé que es el gusano de algo que no tiene nombre
y que no está del otro lado del río.
VERMONT
Avistamiento de un fantasma entre West Rutland y Florence
Una llamada en el corazón de la noche:
se bloqueó la caldera de un tipo en Chippenhook.
De vuelta tomo Whipple Hollow Road;
a mano derecha, la extensión de hierba alta y cañas,
luego la cantera de mármol abandonada.
La oscuridad es tan negra
que los conos de luz de los faros
parecen ser tan materiales y ligeros
que se podrían arrancar del auto y conservar en el sótano
para luego lucirlos en el jardín
y dejar boquiabiertos a los vecinos en Navidad.
Mientras pienso estas tonterías
más adelante, en la carretera
aparece una luz iridiscente.
Me acerco, bajo la velocidad y la ventanilla.
Es una mujer de blanco
vestido largo
en su cabello un velo anticuado
con encajes, abierto en los hombros
y sin atar debajo de la barbilla.
El coche a paso de marcha, llego a su lado.
Un rostro delicado y distinguido.
Mientras sigue caminando,
instintivamente le pregunto desde la ventana abierta
¿Qué haces toda sola a medianoche en esta calle desierta?
Ella ni siquiera se voltea.
¿Puedo de alguna manera ayudarte? Insisto.
De alguna manera sé que me escucha.
La adelanto y detengo el auto unos metros después,
le abro la puerta y miro hacia atrás,
y es como si se hubiese disuelto en el aire.
No recuerdo cuánto tiempo me quedé
sentado en el coche, el motor al ralentí,
pensando cómo pude por un instante, mientras le hablaba,
olvidar la luz que irradia de su cuerpo?
Y me respondo Es tan bella
que de alguna manera la luz que emana
queda eclipsada.
Vi el rostro de una estrella que camina
despacio entre el martillo de la oscuridad sin luna
y el yunque de la tierra.
Y entonces ¿por qué no le dije esto?
una estrella no siente gratitud, no habla
¿por qué, en cambio, traté de ayudarla?
¿por qué le recordé su soledad?
KANSAS
Amelia Earhart - Primera aviadora en cruzar el Atlántico. Nacida en 1897 en Atchinson, un pueblo ubicado en Kansas, a orillas del río Missouri, que marca la frontera con el propio estado de Missouri. Desaparecida en circunstancias misteriosas en el centro del Pacífico durante la fase final de la circumnavigación del globo, que al cumplirse habría establecido otro récord.
Cuando ustedes dicen mi tierra
o piensan en su infancia,
la memoria es un automóvil
que con sus luces hace señas en la oscuridad del tiempo,
una luz casi siempre horizontal.
Y es aún más fácil en Kansas.
Desde esta casa en este meandro
de este lado del río Missouri,
miras tierra adentro como un boxeador
acorralado por la llanura,
de espaldas al río.
Miles de millas cuadradas de trigo y girasoles.
Sin embargo, siempre he tenido hambre
de la vista que tienen los gorriones, los halcones y los ruiseñores.
Altos en la tercera dimensión.
A los veinte años ya has visto todo.
Porque has vivido el deseo absoluto
y la frustración del mismo.
El mordisco o el bocado
de cada tiempo y sitio.
A los veinte años ya has visto a todas las generaciones,
sus soledades moviéndose en el vacío
de latitudes y longitudes
del punto A al punto B.
“¿Harás algo de tanta altura?”
entre mil preguntas, esta es la única
en la que mi corazón se quiebra
de miedo y responde que sí.
Quiero la hora en la que sonrío y mi sonrisa
es la nostalgia, el exceso de la historia.
Educa a tu corazón al universo, agótalo de planicies
y arráncalo de la tierra y lánzalo al aire de soslayo
al ciclo enrollador de la noche y del día,
con toda la fuerza necesaria, y que esté listo
para no volver.
LOUISIANA
Siglos como estos
asocian a la Edad Media con la oscuridad.
Siglos como estos
llevan a los pantanos en Louisiana
a estas casas grandes y sucias
con la bandera americana al frente
y los patios traseros llenos de escombros,
de coches y huesos de animales.
A veces de seres humanos
me dices, seria como la muerte.
Siglos como estos llevan
a millas y millas cuadradas de delta,
de tierra estancada y semisumergida,
a los poderosos que hablan de este fangal
como si en el tercer milenio no tuviésemos otra opción.
Desde la ventanilla miro a esta gente que ni siquiera
se entiende qué trabajo está haciendo,
que se mueve lenta, inmersa
en algo que no es el tiempo
y que a la mente le cuesta comprender.
El rubio sucio y el azul grisáceo, vacío,
en las caras de los niños semidesnudos
no es ni hielo ni fuego,
mas una violenta trasparencia,
como si este cielo azul grisáceo y sin nubes
les traspasara la nuca.
A la salida, donde se cruzan las marismas,
le sonríes a una niña que te saluda.
La diferencia entre miseria y pobreza no es poca cosa,
en el espejo retrovisor sigue aquella niña.
La miseria cruje como el fuego.
Siempre me preguntas por qué
cuando me dices que me amas, me asusto.
Estiras tu brazo fuera de la ventana
como hacen los niños, abriendo
la mano para sentirla llena de viento.
Si siglos como estos conducen a Luisiana
no son los siglos los que conducen a nuestra nostalgia,
cien años no pesan tanto como este momento:
aún si tus recuerdos no son los míos
sé que ahora es cuando tienes que dejar
de hacerles más preguntas
para que no puedan decir más mentiras.
Sé muy bien cómo se levantan adentro, como humo
que ahúma el vidrio de los ojos,
y no importa cuantas rutas de escape
aprendamos antes de partir.
No puedes apartar la mirada
de una veranda grande de chapa de acero
tambaleante bajo el aterrizaje de una gaviota.
Lo que nosotros queremos no importa.
Todo aquello que ves
es resignación al poder del huracán
murmuras entre dientes como si citaras a una escritura,
como con miedo de citarla toda entera.
En el buzón de las cartas ahora veo
solamente tu apellido.
Seguro doblé bien, no sé cómo.
Abro la puerta
mientras saludas a uno de tus cien primos,
en mi paladar, un sabor a aluminio
como si exudara la atmósfera.
Qué dice el siglo, el progreso,
cuando tomas tu caminito de entrada,
charcos por todas partes, como si hubiera emergido
de un lago solo para nosotros.
Qué dice el siglo, el progreso,
mientras miras a las ventanas de la casa de tus padres
como si fueran los ojos de un dragón
que puedes vencer ahora, o nunca más,
entrando en su vientre y abrazando a la miseria,
a la sucia inocencia que no quieres
pero te trajo al mundo y a sus océanos y a mi amor
sin preocuparse de la Historia.
PIETRO FEDERICO nació en Boloña, Italia, en 1980. Es escritor, editor y traductor profesional. Sus títulos de poesía son: Non nulla (2003, Ibiskos, Empoli), Mare Aperto, (Aragno, Turín, 2015) ganador de los premios Subiaco 2015 y Ceppo 2017, La maggioranza delle stelle – canto americano (Edizioni Ensemble, Roma, 2020). Entre sus trabajos de traducción destacan: Le storie più mute de Katherine Larson (Edizioni Interlinea), La ballata del Carcere di Reading de Oscar Wilde (Giuliano Ladolfi Editore), Poesie de Martha Serpas (en la colección Testo a fronte de Marcos y Marcos).
Semblanza y fotografía proporcionadas por Zingonia Zingone.
Zingonia Zingone (1971) es una poeta, narradora, licenciada en Economía, y traductora italiana que escribe en español, italiano, francés e inglés. Vive entre Italia y Costa Rica. Cuenta con poemarios editados en España, México, Costa Rica, Italia, India, Francia, Nicaragua y Colombia. Sus títulos más recientes son Los naufragios del desierto (Vaso Roto, 2013), Petit Cahier du Grand Mirage (Éditions de la Margeride, 2016) y las tentaciones de la Luz (Anamá Ediciones, 2018). Entre sus trabajos de traducción destacan los más recientes poemarios de la nicaragüense Claribel Alegría: Voci (Samuele Editore, 2015), que se adjudicó el premio internacional Camaiore 2016, y Amore senza fine (Edizioni Fili d’Aquilone, 2018). Dirige la columna de poesía internacional en la revista italiana MINERVA.
Poemarios editados en español:
Máscara del delirio, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2006.
CosmoAgonía, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2007.
Tana Katana, Ediciones Perro azul, Costa Rica, 2009.
Equilibrista del olvido, Editorial Germinal, Costa Rica 2012.
Los naufragios del desierto, Vaso Roto Ediciones, España, 2013.
Las tentaciones de la Luz, Panamá, Nicaragua, 2018.
El canto de la Sulamita – Poesía Reunida, Uniediciones, Colombia, 2019.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Zingonia Zingone.
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