Cantos, de Fanor Téllez

 

CEDRO DESNUDO

 

 

 

Tiempo de verano, brumoso, nuboso de luz

 

y contra el fondo del cielo este cedro

 

muestra la nervadura de sus ramas,

 

desde la robusta hasta la elevada en la cumbre

 

aguda vara.

 

Ninguna hoja, sólo corteza de hondos surcos

 

y cuerpo en codos, torsiones, curvaturas,

 

crecimientos irregulares, formas entreveradas

 

y erizas y en sus puntas pájaros pequeños

 

y fuertes, que luego revolotean

 

y tornan a pararse en otra altura

 

como buscando algo con la mirada.

 

Cedro desnudo, fiel a su estación,

 

en humildad perfecta, sin quejarse.

 

Abrazado por la luz exterior del estío,

 

despojado de follaje, vivo,

 

espera marrón oscuro -nudo

 

de lo alto y de lo bajo- resplandecer

 

desde su interior leñoso. Palo desnudo.


 

 

ENTRAR AL AGUA

 

 

 

Tú que procedes de una muerte antigua,  

 

eres hombre de fingimientos, un comediante

 

en apariencias que no son tu verdadero ser, 

 

pues donde estuviste nadie percibió tu realidad invisible,

 

sino sólo la natural. Allí ningún rito

 

espiritualizaba las cosas de este mundo.

 

Pero aquí cuando entras al agua a hundirte en el abismo,

 

la palpas, ves y escuchas. Te traspasa,

 

conoces su esencia sensorial

 

y algo más que el agua en el agua te envuelve

 

y luego de ser amortajado,

 

sales de tu propio Jordán,

 

sales con el universo entero que tu materia neumática

 

y tu espíritu material contiene, a plena vida.

 

Ahora esta agua es más que agua y tú eres más que tú,

 

luego de un proceso de energía

 

y unas palabras de certeza -nombres de fuerza-

 

que santifican todas las cosas en ti.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SACRAMENTALIDAD DE LA HORA

 

 

 

En esta hora negra de tiniebla densa,

 

mientras estoy desconcertado,

 

mis falsos compañeros

 

y quienes me adversan saben a dónde ir 

 

y tienden trampas a mis indecisos pasos.

 

Sin ser de los grandes de este mundo,

 

sino la llanura misma, ahora cesa mi extrañamiento,

 

¿por qué estas gentes traman planes contra mí?

 

Ah todos han caído en la segunda tentación de El Oscuro.

 

Para volver a mi integridad

 

me retiro. Si hago como ellos, nada habrá cambiado.

 

Hay -desierto o montaña- una estrategia infusa.

 

Algunos de entre mí ya la han percibido.

 

Es práctica. Y ninguno dirá es mía,

 

sino ella misma con nosotros. Unas palabras

 

que transustancian el tiempo. Las recitamos,

 

esto es, vivimos lo que decimos.

 

Fuera de esto es el rechinar de dientes.


 

 

COLIBRÍ

 

 

 

El pajarito más chiquito, volador

 

y volátil llama de seda verde

 

o de fuego mullido y limón, con su pico largo

 

para llegar muy adentro del cáliz, con alas invisibles

 

y detenciones y deslizamientos en el aire,

 

que no me dejan fijar su oro y su turquesa y escarlata,

 

el tornasol o la iridiscencia de poder navegar

 

contra el viento, aquí y allá

 

con el néctar, que es su vino y su pan.

 

Cuerpo místico aéreo, el mismo del agua,

 

del polvo y de los astros,

 

sin la enemistad de la caducidad,

 

viene de nido roto y detenidas alas,

 

de plumas dispersas de un cuerpo antiguo,

 

mínimo y desgranado, pero ahora

 

encendido por lo alto, tan cerca que lo puedo tocar,

 

lo reconozco (Señor mío y Dios mío) por el modo

 

de pararse en el aire. Ah, cuerpo sutil,

 

entrecruza el patio y lo ilumina todo, fulgurando.

 

Mientras fijo en él la vista no tritura mis ojos.

 

Ojos sin velo para vernos uno.


 

 

PALABRAS TRANSFIGURADAS

 

 

 

El hombre unificado no dice nombres de flores

 

en sentimentalismos melosos para impresionar.

 

Mejor se queda callado. Nada de vocablos vanos.

 

Frases cortas sí, directas y prácticas y necesarias,

 

procedentes en todos los casos o situaciones

 

de una conexión entre el corazón, que contiene el alma

 

y el Alto Alto Alto a quien se elevan los ojos, después

 

de disponernos sin fanfarria ni abracadabra

 

como destinatarios de la maravilla, en actos comunes.

 

Decir “Talitá kum”.  Y “Lázaro duerme”. O “¡Lázaro, sal fuera!”

 

¿Quién dice que no se pronuncian palabras así todavía?

 

La Gracia encarna en palabras sencillas

 

y poderosas de quienes saben que la vida es rito

 

para ver la gloria por cada gesto, acento, sílaba, voz.

 

¡Oh! Ya antes dio de comer a cinco mil,

 

ahora construye una nueva ciudad, libre y compasiva

 

y no cesa de admirarme al final de esta ceremonia,

 

la exactitud del poema, gracias a la Gracia sin fin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HENDIJA

 

 

 

Una vibración de mariposas 

 

a través de la transparencia entre tallos y flores,

 

alegran -luz indeclinable del mediodía-

 

la libertad del espacio donde nada parece sufrir

 

ni ser herido ni ensombrecido por el morir

 

o por el hastío si las atractivas maneras

 

de la plenitud inagotable diseñan

 

colores, sonidos y silencio nunca vistos ni oídos,

 

porque otro modo de ser elegante y diverso, 

 

grácil de gesto, de acto y de verdad, traspasa

 

sin fricción alguna, estructuras arquitectónicas

 

que ninguna civilización ha conocido.

 

Y esto sólo fue avistado por una rendija

 

en un abrir y cerrar de párpados,

 

porque lo inimaginable de continuo,

 

lo que ni siquiera hemos soñado,

 

eso, por supuesto ya no lo pudimos ver.


 

 

FRAGMENTOS

 

 

 

Hay momentos        en que experimento una sensación feliz.

 

No sé si antes la he vivido, de chico o de joven

 

o de hombre maduro y tenerla ahora

 

únicamente aviva lo que fue alguna vez dichoso.

 

Esto me sucede, no digo yo todos los días

 

pero sí una que otra vez. Algo se abre para mí

 

o de mí para este aire corriendo suave, sin aviso,

 

esta luz que vierte un fragmento de la tarde,

 

un canto fino y lejano de pájaro, que desconozco,

 

un cierto olor despercudido, que tiene el color

 

de la soledad en el jardín. El silencio sobre la mesa

 

vacía. Claro, todas estas cosas están aquí

 

en el mundo, pero en el evento fugacísimo de ellas

 

accedo a un lugar pleno, indecible y bienaventurado.


 

 

BÚSQUEDA

 

 

 

¿Qué busco en las profundidades de mi corazón?

 

Introduzco mi curiosidad en un arcón

 

de donde saco, pensamientos buenos en los que

 

se ocultan réprobos, imágenes distractoras,

 

memorias como objetos viejos de épocas indiferentes,

 

actos malos por los que hice daños, que me acusan,

 

un constante año de gracia, perdonando,

 

imaginaciones escapistas para desistir

 

de esta sobriedad, vigilante y discriminadora de lo malo

 

y dejar de resonar el nombre que alegra a los ángeles

 

y despeja el aire del humo tóxico de las falsas doctrinas.

 

Cuando este cofre va quedando vacío

 

y mis manos escudriñan sus ángulos polvosos,

 

que alimentan sueños,

 

me pregunto qué busco. Y entonces me detengo

 

y descanso. Y en este reposo, el vacío

 

me hace saber, que no busco, sino que he llegado

 

allí para ser encontrado y cambiado de sombrío

 

a claro, de pesado y sólido a sutil y penetrante,

 

y a ver el esplendor del reino en mi propio Tabor

 

y a mí mismo levantado plegando mi sudario

 

y dejándolo aparte, ¿quién me reconocerá?

 

 

 

 

 

CONTEMPLATIVO

 

 

 

Soy un hombre común y mi carisma no me hace santo.

 

Mi único oficio de escribir poemas tampoco retribuye

 

al espíritu y al cuerpo que soy

 

y la frase revelada por el Padre a Simón pescador

 

y la otra, gritada por un ciego al Hijo cerca de Jericó,

 

 juntas, en ese orden, las recuerdo con frecuencia

 

sin que igual suceda nada cuando callo.

 

El miedo a la cruz siempre me punza

 

pese a cargar a diario su madera.

 

Y también persisto en la actitud de orar

 

aunque no lo haga, porque creo que el Santo

 

va conmigo unido sin parecerlo,

 

sin verlo ni oírlo ni olerlo ni sentirlo como si no fuera,

 

siendo que es en todo. No busco ni pido ni espero

 

nada que pasme ni portento ni deslumbre sabio.

 

Cada día me abajo entre perdido e ignaro

 

y cuando nada tengo y más quieren callarme, creo más.

 

En esa inasistencia, de sí mandará a por mis ojos ciegos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RETRATO DEL DICTADOR

 

 

 

Vivir en lo que parece verdad, en la mentira,

 

te hace hijo de un asesino antiguo,

 

porque como un parásito te empeñás en destruirnos

 

prohijando la carencia de nuestro ser. Sos

 

el gran simulador. Te mimetizás en aquello que destruís

 

y te envolvés de sombra en misas negras,

 

buscando a quien llevar al no ser.

 

Ya no sos lo que fuiste, sos una trampa

 

de muerte. Perdiste la verdad profunda en vos

 

pues no sólo dejás de ser, sino que arrastrás a otros

 

a no ser más el diseño del lamparero,

 

no a causa de una falta legal o moral de tu debilidad,

 

sino al adulterar de raíz como fuiste hecho: Sos

 

la estridencia, la anti eufonía, la batuta de las desafinaciones.

 

Por eso cuanto hacés no tiene nombre,

 

porque vos no tenés nombre, tu sigla es un número.

 

La libertad tuya es cadena. Estás atrapado en vos mismo

 

y ciego, porque querés vivir a expensas de la santidad

 

impresa en el pueblo por las manos del Santo Santo Santo.

 

Ser falso te hace perverso, sentado en tu idea arrogante:

 

el poder absoluto. Sos un error de muerte. Todo lo que hacés

 

es verte como un dios y esta visión te ha vuelto loco.

 

Para decir cómo sos he descrito al Diablo.

 

 

 

SIN CONSIGNA

 

 

 

Sólo con el alma, con lo más profundo,

 

con la esencia de lo que somos.

 

Sólo con el impulso en su más noble expresión,

 

con el pálpito, el pecho y la respiración.

 

Sólo con lo que sabemos verdadero en nosotros,

 

con lo que nos pone en la senda de los humildes,

 

con el anhelo, con el llamado, con lo entrevisto.

 

Sólo con el desapego que nos lleva a lo simple,

 

con los brazos hechos para el abrazo,

 

con el propio y el ajeno corazón dolidos

 

y en algún momento fortalecidos para seguir

 

con la pulsación de la sangre recordada,

 

con el camino recorrido y el aire volado,

 

con el agua traspasada y el fuego quemado.

 

Sólo con la vida que vamos a vivir

 

y la muerte que vamos a vencer.

 

Sólo con los que han salido de Ur de Caldea

 

y de Egipto y los que resisten

 

al injusto y al malo. Sin consigna 

 

ni clave, sólo con Dios a quien no vemos

 

y con el pueblo a quien vemos. Sólo nosotros, 

 

con el sombrero y los pies, de viaje hasta el horizonte.

 

 

 

Fanor Téllez, Masaya, Nicaragua, 1944.  Su padre era de origen leonés, pero nacido en Masaya y educado en las ideas de la revolución liberal de 1893 de José Santos Zelaya, pensamiento que lo orientó hasta su muerte, y su madre, también de familia liberal, nació en Masaya.  Notable poeta de la generación de los años sesenta, estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en León.  A finales del año 1981, Téllez viajó a Venezuela donde permaneció hasta 1990.  Hizo estudios de Maestría en literatura latinoamericana contemporánea en la Universidad Simón Bolívar de Caracas.  Actualmente vive en Managua.

 

 

 

Libros publicados

 

 

 

Donde no eres más la lejanía, Editorial Tierra Nueva, Managua, Nicaragua, febrero, 2014

 

 

 

La maravilla de saberte un ser, Editorial Zorrillo, Managua, Nicaragua, 2013

 

 

 

Días del hombre, Edición Centro Nicaragüense de Escritores, Managua, 2001

 

 

 

Oficio de amarte, Edición Centro Nicaragüense de Escritores, Managua, 1999

 

 

 

Boca del vino, Edición del Instituto de Cultura, Managua, Nicaragua, 1998

 

 

 

El pie sobre el camino, Editorial Nueva Nicaragua, Managua, diciembre, 1996

 

 

 

Edad diversa, Fondo Editorial Banco Central de Nicaragua, Managua, 1993

 

 

 

El don afluente, Editorial Universitaria de la UNAN, León, Nicaragua, junio, 1977

 

 

 

El sitial de la vigilia, Editorial Hospicio, León, Nicaragua, noviembre, 1975

 

 

 

Los bienes del peregrino, Editorial Hospicio, León, Nicaragua, junio, 1974

 

 

 

La vida hurtada, Editorial Nicaragüense, Masaya Nicaragua, agosto, 1973

 

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