El circo, poesía de Jorge Eduardo Eielson

 

¡Rojo y verde y blanco    Pipo, saltad, gorro y

 

        mejillas de imprenta,

 

loco sonoro del iris, saltad!

 

¡Oh tus medias locas, t cabeza a cuadros,

 

        desdichado!

 

 

 

Grandes mirlos obscuros huyen de los chicos.

 

¡Dioses del helado, jirafas pintadas, girad,

 

que un bello enfermo, entre flores, llena la

 

       platea!

 

 

 

Os oyen, tambores, os oyen. Vejetes y gordas

 

      palomas

 

en palcos como nidos, escuchan, patean, suspiran,

 

      mueren.

 

Sibila, la ecuyère, nace en la cretona.

 

La luna sube. Sogas y vigas abajo, chirrían.

 

Gotas de sombra de esmeralda y tomate caen sobre

 

     la ecuyère.

 

 

 

¡Oh qué nubes firmes, qué senos, qué barriga

 

     suave, profunda, amarilla!

 

Los viejos queman la galería.

 

El potro glacial se orina en los palcos, avanza

 

      majestuoso.

 

¡Oh, oh, oh! La ecuyère porta un jabón en los

 

      dedos

 

sonríe y avienta sus senos torcaces a los viejos.

 

      ¡Oh, oh, oh!

 

¿Y el enano azul, el enano, el enano? ¿En dónde

 

      está

 

El enano ulcerado que mueve las estrellas de

 

      hojalata?

 

¡Id en su busca, corred comparsas empolvadas,

 

buscadle en el pozo donde a diario se emborracha!

 

¡Qué traiga un cielo puro!

 

Pero ¿quién llega? ¡Pronto! Sibila huye desnuda,

 

se caen las guirnaldas, papeles pintados cubren

 

      muros.

 

¡La muerte!

 

 

 

El joven Muerte, de hierro, entre columnas

 

      azules, lanza su proclama.

 

¡Oh, oh, oh! ¡Pim, pum, pam! ¡La Noche,

 

      la Juventud, la Muerte!

 

Responde, dormido poeta, ¿qué ves? ¿En qué

 

      dorados valles, desnuda,

 

la Salud celebra la muerte de los arlequines?

 

 

 

Pipo dormido en un hilo precipita la luna del

 

      circo.

 

¡Oh viejo Pipo, pirámides de sillas y caramelos

 

      alzas a la muerte

 

pilas de acordeones y trompetas mudas!

 

Rojos vampiros de terciopelo caen sobre las

 

      calvas, ruedan ojos de cristal,

 

las dentaduras áureas ríen en el polvo.

 

¡Huid oso polar, león en hilachas, ninfas

 

      hepáticas!

 

¿Quién hay allí, bajo el palio muerto de carteles?

 

 

 

Los torpes Narcisos del circo mirándose en ríos

 

      y ríos de petróleo,

 

con largas medias blancas en lugar de tallos.

 

Junto a la verga del Hércules, la ecuyère muerta,

 

      se empolva,

 

distraída, pintada, olorosa, rodeada de verdes

 

      moscones y raso.

 

Huelen sus sobacos a triste colonia.

 

 

 

¡Tambores, cascabeles, tarlatanas, novelas trises!,

 

      ¿quién las quiere?

 

¿Verdes lechugas, rábanos, pescado, rapazuelo?

 

      ¿No queda un cielo puro?

 

¿Dónde están mariposas de cera, reyes pintados,

 

      vuestros encantadores gorros

 

y cetros y coronas de alegría en la cabeza que

 

      nunca conocisteis?

 

 

 

 

 

Lima 1946

Poema tomado del libro poesía escrita 1944-1960

 

Jorge Eduardo Eielson. Poeta y artista plástico peruano considerado una de las voces más radicales y a la vez más puras de la poesía hispanoamericana de este siglo. Nació en Lima en 1924 y vivió casi toda su vida en Italia. A lo largo de las transformaciones que ha sufrido su obra, puede decirse que se mantuvo fiel -como poeta y como artista plástico- a lo más esencial del espíritu de las vanguardias: experimentalismo, búsqueda incesante, provocación, nihilismo, contradicción. En sus inicios en la década de 1940, su poesía mostraba el influjo dominante de la mística, el simbolismo y el surrealismo, y especialmente el de dos poetas: Rilke y Rimbaud. Sus primeros trabajos revelan una perfección formal asombrosa y un brillo imaginístico casi perturbador, como puede verse en Canción y muerte de Rolando (1943, pero publicado en 1959) y Reinos (1945). Estos libros, impresos en reducidísima tirada o como separatas, apenas se conocieron fuera de Lima, lo que explica el tardío reconocimiento que su obra ha recibido. Su exilio europeo, que lo llevó por Roma y diferentes ciudades italianas, contribuye a definir otra etapa en su producción, totalmente distinta de la primera: la suntuosidad y exquisita dicción del comienzo son reemplazadas en Habitación en Roma (1951) y Mutatis mutandis (1967), por un extremo despojamiento verbal, un tono fijado por la reiteración obsesiva de palabras simples que aluden al existir concreto, y por el clima de vacío y desesperanza que alcanza al mismo ejercicio poético. Desaparecido el misticismo, sólo queda una contemplación de la miseria física del cuerpo aislado y decadente. El grueso de su obra poética ha sido reunida en Poesía escrita (1976). También ha cultivado la novela: El cuerpo de Giulia-no (1971), Primera muerte de María (1988), título que repite el de un temprano poema suyo. Su obra plástica, en la que se nota la fuerte influencia de las formas y los mitos precolombinos, ha sido expuesta en diversas partes y figura en importantes museos del mundo. Un libro que realiza una fusión de arte poético y visual ha aparecido en italiano bajo el título de Poesía visible (2002). Murió en Milán el día 8 de marzo del 2006. 

 

 

 

Semblanza tomada de la página Escritas.org

 

 

 

 

 

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