Poemas de Aurelio González Ovies

 

ESCENA DE CASA

 

 

 

 

 

Ye qu’anque nada puea

 

detenese,

 

fui tan feliz que yá ye suficiente. Baxo’l

 

escurecer, equí, recuerdo

 

agora

 

la vida madurando

 

como un frutu brillante. Les andarines fieles

 

xirando hasta la cuadra y l’olor

 

de la yerba.

 

 

 

-Mio ma yera tan moza...-

 

 

 

Esistió too en mi. El cariñu y la infancia

 

como un pan abondante,

 

los rayos del branu entrando

 

hasta la siesta. El nome de los páxaros,

 

el so cantar. Lluciérnagues

 

col silenciu prendíu so les nueches tan

 

llargues.

 

 

 

Too fue tan de verdá que ye bastante.

 

Más p’allá, los palos de la lluz,

 

los maizales

 

y el mundu terminábase.

 

 

 

 

 

ESCENA DE CASA

 

 

 

 

Y es que aunque nada puede
detenerse,
he sido tan feliz que es suficiente. Bajo
la tarde, aquí, recuerdo
ahora
la vida transcurriendo
como fruta brillante. Las fieles golondrinas
girando hasta la cuadra y el olor
de la hierba.

 

 

 

                       -Mi madre era tan joven...-

 

 

 

Existió todo en mí. El cariño y la infancia

 

como un pan abundante,
los rayos del verano entrando
hasta la siesta. El nombre de los pájaros,
su canto. Las luciérnagas,
su silencio encendido sobre las noches
largas.
Ha sido tan verdad que ya es bastante.
Más allá, los postes de la luz,
los maizales,

 

                      y el mundo se acababa.

 

 

 

 

 

 

 

LOS PANES Y LOS PECES

 

 

 

Les sos manes teníen

 

algo de brote o pozu,

 

y anque faltare l’agua

 

moyábennos la sede.

 

 

 

Y anque’l sol nun saliere,

 

tocala, illuminaba.

 

 

 

Y anque hubiere mui poco

 

y fueren díes tan duros

 

y los meses perllargos

 

y toles nuestres boques...

 

a sí mesma restábase

 

-tuvo que ser asina-,

 

con tal de qu’a nosotros

 

illusiones y fruta, sueños y ropa nuevo

 

se nos multiplicaren.

 

 

 

 

 

LOS PANES Y LOS PECES

 

 

 

Algo tenían sus manos

 

como de brote o pozo:

 

y aunque faltara el agua,

 

nos mojaban la sed.

 

 

 

Y aunque el sol no saliera,

 

tocarla, iluminaba.

 

 

 

Y aunque hubiera muy poco

 

y los días muy duros

 

y los meses muy largos

 

y nuestras bocas todas,

 

se restaba a sí misma

 

-tuvo que ser así-,

 

con tal de que a nosotros –

 

ilusiones y fruta, sueños y ropa nueva-

 

se nos multiplicaran.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DEXELU

 

 

 

Xineru. Sos últimes

 

estancies. El sol

 

ta yá más altu.

 

Alguna llagartesa asoma

 

ente la sebe.

 

Broten los narcisinos

 

cola mesma pasión qu’un día

 

sentí yo nel mio cuerpu.

 

 

 

Respiro fondo. Rexuvenezo

 

un poco y siento

 

-qué contradicción dulce-

 

qu’avieyezo.

 

 

 

 

 

DESHIELO

 

 

 

Enero. Sus últimas
estancias. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.

 

Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
-qué contradicción dulce-
que envejezco.

 

 

 

ACCIÓN DE GRACIES

 

 

 

Costóme los mios años

 

llegar a escribir

 

soi

 

siento.

 

Equí toi y percibo

 

la infinidá del día,

 

la so pasión azul

 

y la mio tresparencia.

 

Débo-yoslo a los nomes

 

que tanto me llamaron.

 

Débo-ylo a la neñez

 

y a so fosforescencia.

 

Débo-yoslo a los árboles

 

que medraron conmigo.

 

Y a los versos qu’un home,

 

un pastor d’Orihuela,

 

dexó sobre la vida:

 

llegáronme a les manes,

 

xiraron nos mios güeyos,

 

filtraron na mio voz,

 

y, corazón arriba,

 

reconocimos xuntos

 

la grandeza.

 

 

 

 

 

ACCIÓN DE GRACIAS

 

 

 

Me ha costado mis años

 

llegar a escribir

 

soy

 

siento.

 

Estoy aquí y percibo

 

la grandeza del día,

 

su dimensión azul,

 

mi transparencia.

 

Se lo debo a los nombres

 

que tanto me llamaron.

 

Se lo debo a la infancia

 

y a su fosforescencia.

 

Se lo debo a los árboles

 

que crecieron conmigo. Y a los versos que un hombre,

 

pastor en Orihuela,

 

dejó sobre la vida,

 

llegaron a mis manos,

 

giraron en mis ojos,

 

filtraron en mi voz.

 

Y, corazón arriba,

 

reconocimos juntos

 

la belleza.

 

 

 

 

 

REPETICIÓN D’UN DÍA

 

 

 

Esta mañana -xunu, sol, silenciu-

 

amargamente guapa, yá la viví

 

fai tiempu. Nun sé ónde

 

nin cuándo.

 

 

 

Los gatos a la sombra del castañu,

 

la calor reflexando nos caminos,

 

la vida inabarcable y l’ecu intermitente

 

d’un tractor allá lloñe.

 

 

 

Nun sé ónde nin cuándo. O too

 

yera más fondo o yo nun soi

 

el mesmu.

 

 

 

 

 

REPETICIÓN DE UN DÍA

 

 

 

Esta mañana -julio, sol, silencio-,

 

amargamente hermosa, la he vivido

 

hace tiempo. No sé dónde

 

ni cuándo.

 

Los gatos a la sombra del castaño,

 

espejismos de fuego en los caminos,

 

la vida inabarcable y el eco intermitente

 

de un tractor a lo lejos.

 

No sé dónde ni cuándo. O todo

 

era más hondo o yo no soy

 

el mismo.

 

 

 

Aurelio González Ovies (Bañugues,1964). Doctor en Filología y profesor de Filología Latina en la Universidad de Oviedo (1988). Tiene en su haber, entre otros, el Premio Internacional de Poesía ‘Ángel González’ (1990), Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez (1992), Accésit Premio Adonais (1992), Accésit Premio Esquío (1994), Premio Nacional a los libros infantiles y juveniles mejor editados en 2013, así como el Premio de las Letras de Asturias (2018). Es autor de una cuarentena de poemarios y de otros títulos de literatura infantil.

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Aurelio González Ovies.

 

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