Sin título
A Ricardo Plata
El silencio se pasea desnudo por el cuarto.
Trato de escribir, pero te pienso.
De un cúmulo de anhelos
se va formando el poema.
Tus rosas cabizbajas
no se mueven
el agua está turbia.
Los libros de poesía
abiertos en el sofá
esperan verte a los ojos.
Hay demasiadas sillas vacías
pero hoy no me importa
el desorden de las cosas.
El trance de la nevera
comienza a sonar como tu voz.
Las ventanas permanecen cerradas,
aquí no cabe el viento.
Crepitas en el iris
caminas por mis vertebras.
Tus dedos rozan mis labios
tu respiración pausa en el cuello.
Mis piernas se abren,
solo un poco,
a ver si logran acortar
la distancia.
Saco la lengua y su pistilo te llama.
Mis pechos buscan tus manos,
replican su textura
en su relieve de ciruelas.
Las flores palpitan
te estamos esperando.
Hasta que suena el teléfono
y la tarde se quiebra.
poema inédito
Existir duele
Soy una ciudad abandonada
con su relieve infinito de edificios,
calles como venas,
puentes, tiendas y tragedias.
Hay alcantarillas, charcos, caños sucios.
Hay acantilados grises,
callejones solitarios,
una cobija tirada en la esquina.
Hay muchas casas vacías en fila,
puertas negras cerradas con cerrojo,
ventanas que quedaron entreabiertas.
El viento silva a lo largo de las caderas.
Hay escaleras decadentes,
el vaho apestoso de la urbe
subterránea.
Hay un metro que no
funciona,
hay andenes desiertos,
una bolsa plástica.
Hay bulevares tan amplios que arden
incrustados en medio del pecho.
Hay árboles que no crecen.
En la intersección
la luz del semáforo
todavía cambia de
color,
verde
amarillo
rojo
verde
amarillo
…
Hay autopistas oscuras
tan anchas como mis piernas.
Hay caseríos y tugurios,
miles en el fondo de la lengua.
Hay mansiones anticuadas
con vitrales quebrados
en los ojos.
Hay techos y chimeneas,
muros manchados por el humo.
La noche no espera.
La neblina llega sigilosa
como de costumbre.
Entra a los templos,
cubre estos
huecos de concreto.
Desciende y se expande
como la marea.
En la torre más alta,
en la última alcoba
del piso cincuenta;
se nota apenas
un bombillo
incandescente.
Alguien trabaja
en vano,
tratando de habitar
la ciudad
inhabitada.
Viento inmóvil (Editorial Universidad de Costa Rica, 2020)
Dedos
Soy amarga prisionera de mí misma;
con dedos tiesos y fanáticos
aferrados a los barrotes
de ideas herrumbradas,
que quedaron ahí
establecidas
como involuntarios reflejos
de un cuerpo atropellado,
el meñique que pulsa todavía.
Solo puedo ser muñeco de trapo
trastornado y torpe,
sentado en el centro de mi celda.
Incapaz de poner los pies sobre el zacate,
ver el mundo más allá de mi cabeza
y sus menudencias tontas.
Sumida en la penumbra
de desorbitados ojos pobres,
escucho a un cardenal rojo,
canto nítido desde el cielo abierto.
O por lo menos eso me imagino.
Rebanada de realidad me entra como un rayo.
Es el viento entre las hojas que me nombra
con susurro cascabeleando
y me cuenta de la inmensa vida
afuera.
Logro tener entre mis manos
las ramas de madera oscura
del higuerón que vi una vez
en mi casa de infancia
y los tenedores gruesos
de plata de mi abuela.
Hasta que despierto en sudores,
con las rejas entre mis dedos suplicantes,
y uñas desnudas clamando retorcidas,
que aquí no hay nada.
Que aquí no hay nada.
Viento inmóvil (Editorial Universidad de Costa Rica, 2020)
María Macaya Martén (San José, Costa Rica, 1991). Su primer libro de poesía, Viento inmóvil, recibe una Mención Especial del Jurado en el Certamen de Poesía 2019 de la Editorial de la Universidad de Costa Rica, y se publica a finales del 2020. Ha publicado de forma virtual en diferentes revistas literarias, y participó en el V Festival de Los Confines, Honduras. Es máster en Literatura Comparada de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Se especializó en poesía, en el simbolismo francés y el modernismo hispanoamericano. Sacó el Bachillerato en Literatura Comparada en Middlebury College, en Vermont, Estados Unidos. Durante su tercer año universitario fue estudiante visitante en la Universidad de Costa Rica y la Universidad de Nueva Sorbona, en París. Al completar sus estudios regresó a Costa Rica y dio clases de inglés en la Universidad Latina y en el programa Inglés por Áreas de la Universidad de Costa Rica.
Fotografía y semblanza proporcionadas por María Macaya Matén.
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