Civilizado
Vagón de Ferrocarril. 90 kilómetros por hora. Recostado sobre al amplio Pullman, un problema sensacional de treinta años medita su auto solución, frente al incansable desfilar de incógnitas que surgiendo en torbellino de todos los átomos estremecidos del monstro metálico, van con un ritmo isócromo y desesperante martirizando sus nervios.
El paisaje fluye hacia atrás de su retina, en una divergencia cromática y vertiginosa. Y piensa: mis ojos parecen una chispa de visión creadora, que va dejando en el espacio una larga estela de plástica claridad…
El convoy (espiral periférica) se hunde con instantáneo fragor en la dura epidermis del espacio, que sucumbe bajo la rápida guillotina de su extraña obsesión absolutamente rígida.
El hombre mira, oye y huele. Su corazón no existe sino en anécdotas ya estereotipadas. Y palpita mecánicamente, sugestionado por la sístole y la diástole de acero que desde el corazón insensible de las palancas ha llegado a conectarse, en una coincidencia fantástica, con la resonancia viviente de su ahorta. Los nervios desgajan de su piel erizada, en sutiles descargas que iluminan los ángulos del coche con frías abstracciones. Y en su temblor enfermizo de ojos civilizados, las pálidas bujías parecen las amapolas esotéricas de un superalcahloide revelador y antiguo. 90 kilómetros por hora.
II
La tensión rápida disminuye. Un rápido silbato atraviesa de oído a oído el cerebro saturado de hombre. Los frenos (secretos dedos potenciales) paralizan el metódico histerismo de pistones y engranajes; y mientras subrayan con su risa chillona la impotencia del desenfreno frustrado, el hombre, salta de pronto del centro convergente de la tierra que ocupaba, como si el horizonte circular se cuadrara de pronto, con la similitud de un abanico que se cierra. 0 kilómetros por hora.
III
ESTACIÓN. Plena naturaleza. Calor. Agotamiento. Distensión progresiva de los músculos. Pero de pronto, una inquietud que parece venir desde atrás, de la base del cráneo y que sitúa un vacío teórico en frente del hombre, lo atrae fríamente hacia adelante. El hombre piensa: La inercia que me ha invadido el cerebro. 90 kilómetros por hora negativos, hacia el vacío de la conciencia. Desdoblamiento de la personalidad…
IV
El hombre piensa. Y sobre el cadáver de los ruidos y roces metálicos, florecen como gusanos galvánicos sus ideas. Su ser se reconstruye: y receptor de las sugestiones anteriores (ubicua torre Eiffel), toma formas lógicas de una rigidez complicada. El hombre piensa: He ahí la civilización. Anestesiar el centro emocional del alma. Graduar y especificar las sensaciones. Descargar la energía acumulada, por un solo sentido: descarga fulminante; placer unipersonal. Egoísmo… Ahorrar todo desgaste que sea forma natural. Intensificar artificialmente toda descarga. Descubrir y perpetuar el ritmo sensual, regulando la descarga por la carga. Agigantar la conciencia por la inhibición de todas las funciones y de todas las influencias primitivas, de naturaleza. Crear un medio artificial de acción y una capacidad técnica individual de reacción. Proposición: La gran Ciudad. El asfalto brillante como acero bruñido. Rascacielos de mil pupilas rojas o verdes. Palacios excesivos de ónices y mármoles… Incógnita: Absurdos símbolos femeninos. Zapatos de piedras preciosas. Medias de color y consistencia de carne incorruptible e increada. Túnicas extrañas y desesperantes con sugestiones de alquimias carnales, que brindan a los ojos líneas y planos imposibles; y que hacen de cada cerebro exasperado, un artífice de ángulo sintético de la vida. Y rostros lustrosos y brillantes de pupilas monstruosas, ante cuyos abismos sin misterio, se pierde el contacto real en una fuga de líneas malogradas. Pintura de medias tintas. Abstractas danzas sobre el sueño vidente de Rembrandt. Absurdos símbolos que colocan cada inquietud genésica, en un carnaval cosmopolita de Satsumas y Marfiles… Poesía inquietante. Concretismo verbal. Frase cargada de dinamita interior, que estalla al contacto con la tensión ajena en ondas de sonora resonancia ego-universal. Sutilizar la carne hasta la angustia; hasta adquirir transparencias y palideces mate de Ídolo Chino. Sí; anestesiar el alma. Proposición: vida sedentaria y cultivo cerebral intensivo. Incógnita: velocidad. Deslizarse sobre la tierra, bajo el agua y en el aire… Proposición: matemáticas. Incógnita: alcaloides. Y alcanzar la soñada clarovidencia de una imaginación superada. Transubstanciación de las potencias selváticas y de los instintos destructores, en lucidez actuante y hedonista. Refutar a Newton con el teorema vital de la conciencia revelada. ¡Poema formidable! Superhombre: ¡Motor de mil caballos! ¡Idea que se engendra a sí misma: Mil kilómetros por hora! ¡Acto que alcanza el don de la ubicuidad: Honda herteziana! ¡Edmúnculo de humanidad futura: Edison! ¡Cantemos al Radio!... Sutilizado hasta la angustia, el hombre delira. No queda en su conciencia, ni un germen de improviso; de noche; de astros… Y su espíritu afiebrado culmina, en vértice filosófico de los teoremas cerrados de la forma…
V
La tensión nerviosa aumenta. Un silbato clava su diente en el espacio y el hombre asocia: Parece un cráneo enorme que se rompe.
Ha perdido la sensación de sus miembros. Sólo vibra en un pequeño radio sitiado en el centro de su frente. El tren parte. Vuelven a fluir de su retina mil imágenes fugaces. El convoy suena otra vez su atronador acorde irregular y repetido, y la tierra como un inmenso abanico, se abre otra vez en semicírculo desde el centro ficticio de su conciencia exprimida. Y el hombre, problema sensacional de treinta años, sucumbe bajo el fragor narcotizante de los hierros y se duerme recostado sobre el amplio sillón que mece su cuerpo desde hace cuatro interminables y crueles horas. Mientras, con su temblor enfermizo de ojos civilizados, lo contemplan fríamente las pálidas bujías que parecen seis ampollas gigantescas de super-alcahloide revelador y ambiguo… Vagón de Ferrocarril… 90 kilómetros por hora… Noche… Ciudad…
Esta prosa poética fue tomada de Babel, Revista de Arte y Crítica, número 12, febrero de 1922, Buenos Aires Argentina.
Perdición
Has salido a la calle
y la ciudad me parece un bosque
Que lejos de mi será el paisaje
que te esconde entre los árboles
Las gacelas de tus ojos
recogerán ternura en esas fuentes
que despierta la luz envejecida
y tus pasos de pájaro
irán sembrando cuentos
que harán más escondidos los senderos
Donde estás
La ciudad es un bosque
y tú
apenas un capullo de seda
Impaciente te pongo al final de todos los caminos
Pero te has llevado los cuatro horizontes
para danzar
con sus cuatro velos
Y yo
he quedado perdido
Porque en ti se aloja el mundo
Y mis ojos
ya no están en tus manos
Arribo
Ven al puente de mando
a esta columna de certidumbres
que levanta la tarde
o dejamos atrás
el alta mar de las horas del día
donde grandes remolinos de luz
nos golpean con sueños
demasiado fragantes
Ahora somos
TU Y YO
desnudos de fulgores
limpios para el bautismo
de la sombra que llega
Ven al puente de mando
de este Barco
que no tiene piloto
Miremos los golfos incendiados del cielo
y ese tardo velero donde viaja la luna
Sobre la cubierta cansada
paciente regazo de las olas audaces
llegan lejanas voces
como cadenas turbias que alargarán las anclas
Estos poemas fueron tomados de la revista Proa, año segundo, número 12, julio de 1925, Buenos Aires, Argentina.
Alfredo Brandán Caraffa (Córdoba 1898-Buenos Aires 1978) fue un novelista y poeta argentino de la vanguardia del ultraísmo. Su participación ayuda a consolidar la literatura de vanguardia en su país.
Ingresó a la universidad donde realizó estudió de derecho (profesión que nunca ejerció). Dentro de la universidad tuvo participación activa en las jornadas de la Reforma del 1918, su destacada intervención en la huelga del día 13 de marzo del mismo año, lo llevó a ser asignado delegado por la universidad de Córdoba en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes. Una vez en Europa conoció a poetas fecundos, líricos y disidentes que alimentaron su inquietud por escribir poesía. Más tarde estudiaría filosofía en Buenos Aires.
Funda la revista Inicial en octubre de 1923, revista que ayuda a consolidar la vanguardia literaria y a concentrar el trabajo literario de los jóvenes escritores. Un año después, funda junto con Borges, Ricardo Güiraldes y Pablo Rojas Paz la revista Proa que afianza el movimiento ultraísta en su país.
Dentro de su obra destacan las publicaciones Nubes en el silencio escrita en 1927 y Voces del amor inmenso, 1943. Las manos del Greco (1921), Nubes en el silencio (1927), Aviones (1932), El silencio y la estrella (1934), Visión sobre la Pampa (1939), Voces del amor inmenso (1943).
Semblanza tomada del sitio Wikidat
Imagen tomada del sitio Poetas Siglo XXI
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