Ensayo de Adán Echeverría acerca de Sor Juana Inés de la Cruz

 

 

“Oye la elocuencia muda

que hay en mi dolor, sirviendo

los suspiros, de palabras,

las lágrimas, de conceptos.”

Sor Juana Inés de la Cruz en

Romance con que, en sentidos afectos,

prelude al dolor de una ausencia.

 

Novecientos setenta y cinco versos conforman el poema “Primero sueño” de la autora novohispana Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). Según el crítico Alfonso Méndez Plancarte el poema puede dividirse en 11 partes: La invasión de la noche (que incluye los versos del 1 al 80); El sueño del cosmos (versos del 81 al 150); El dormir humano (151 al 265); El sueño de la intuición universal (266-411); La derrota de la intuición (412-559); El sueño de la omnisciencia metódica 560-616; Las escalas del ser (617-703); La sobriedad intelectual (704-780); La sed desenfrenada del saber (781-826); El despertar humano (827-886); y termina con El triunfo del día (versos del 887 al 975); como ha quedado definido en la reunión que realizara de obra de la autora, en 1951, bajo el título Lírica Personal, trabajo del que realizó la edición, hizo anotaciones y prologara. De este mismo trabajo, el Fondo de Cultura Económica (FCE) realiza una segunda edición en el año 2009, bajo el cuidado del crítico Antonio Alatorre (1922-2010), en el me he basado para la revisión de las palabras que emplea la autora en su poema, dado que se permitió realizar algunas correcciones al texto al trabajo de edición de Méndez Plancarte:

“Me apresuro a aclarar que no se trata de una reedición del volumen cuidado por Méndez Plancarte y publicado en 1951 (hace 58 años), sino de otra edición. Ésta, si de mí hubiera dependido, habría sido más diferente de lo que es. Por ejemplo, me hubiera gustado poner juntas todas las composiciones —romances, endechas reales, redondillas, décimas, etc.— dirigidas a la condesa de Paredes, a quien tanto debió y a quien tanto amó sor Juana; pero tuve que acatar la obligación que se me impuso de respetar el orden en que Méndez Plancarte dispuso las distintas poesías, desde el núm. 1 hasta el 216.”

(Antonio Alatorre)

 

Las palabras que la poeta utiliza en la construcción de esta obra, catalogada por muchos, como una de las más importantes en habla española, se enmarcan en el mundo Natural, en el Artificial y hasta en el Metafísico (entre ellos el onírico), así como el mundo cultural, intelectual e histórico en que la autora siempre se revela a sus lectores.

En este trabajo ordenaré la utilización de algunas de las palabras más representativas que se presentan en el texto, considerando las que con más frecuencia se pueden observar a lo largo de todo el poema

Para el mundo artificial y hasta en el metafísico vemos que Sor Juana utiliza las siguientes palabras, ordenándolas desde las que más usa, hasta las que escribe en menos ocasiones en el poema. Particularmente es interesante el equilibrio que la autora hace de los conceptos contrarios, a lo largo de todo el texto. Notorio es, por ejemplo, que la palabra “bien” la mencione 14 veces, mientras que la palabra “mal” aparece en 13 ocasiones, en casi un perfecto balance. También es necesario recalcar que la palabra “diosa” se encuentra presente en 3 ocasiones, mientras que la palabra “dios” no existe en el poema. Y no podemos, ante ello, dejar de mencionar los problemas que la autora tuvo con ciertos personajes de su época por escribir temas “mundanos” y no utilizar su intelecto para cantar las maravillas de Dios, y del señor Jesucristo, dado el oficio de monja que había decidido tomar:

“Lástima es que un tan gran entendimiento, de tal manera se abata a las rateras noticias de la tierra, que no desee penetrar lo que pasa en el Cielo”

(Carta de Sor Filotea de la Cruz)

 

Empiezo esta revisión considerando las palabras que caben dentro del mundo Natural, y que la poeta utiliza en su poema: viento (en 11 ocasiones), sol (10), cielo (9), naturaleza (6), natural (5); mientras que mar, rayo y rayos las escribe hasta 4 veces. Tres veces aparecen las palabras: tierra, estrellas, aves y alas. Dos veces utiliza las siguientes palabras: naturales, nido, aire, águila, árbol, fruto, monte, montes, vientos, peces y criatura. Y solamente una vez la poeta utiliza las palabras: luna, estrella, astro, aguas, nubes, venado, hierba, montaraz, criaturas, fiereza, ave, pluma y plumadas.

Considerando palabras desde el punto de vista de los fenómenos físicos, químicos, e incluso considerando los sentidos de la percepción, ordenamos las palabras que la autora utiliza de mayor a menor frecuencia: “luz” la usa 10 veces, mientras que recurre a “calor”, “sombra” y “vista” en 8 ocasiones.

Otras palabras relacionadas a la percepción son: sentidos (6), dulce, silencio y luces (5), llama y colores (4 veces); voces, vapores, noche, día, sombras, átomos y luminoso (3 veces); sentido, visibles, silencioso, mudos, invisible, obscuridad, negros, ocaso y tiniebla (2); y luminosa, sombría, rutilantes, brille, obscuras, obscuro, obscuros, faro, faroles, niebla, vapor, iluminado, visión, vistas, suaves, mudo, colora, negras, negro, blanco, blanca, nocturnas, nocturno, dulcemente y dulces aparecen solo en una ocasión.

Considerando ahora el mundo artificial o el mundo metafísico en el que Sor Juana está inmersa, por la época en la que le toca vivir (finales de la Edad Media), aunado a la religión que profesa como una profesión, observamos que las palabras: alma, sueño, objetos y orden se repiten 6 veces dentro del poema. Se observa que entendimiento, discurso, operación, trabajo, movimiento, efecto, esfera, cuerpos, cobarde, vida y castigo las escribe 5 veces cada una.

Cuatro veces aparecen las palabras: fuerzas, causa, tiempo, aliento, hermosa, ánimo, punta, grado y máquina. Tres veces se observan las palabras: ciencia, arte, experiencia, mundo, materia, substancia, especie, humano, dueño, mano, senos, pequeño, dormido, cosas, velas, glorias, coronada, valiente y muerte. Recapitulando vemos que la autora equilibra mediante estas palabras, la palabra diosa, dado que se sabe de su renacentista deseo de siempre ir en busca del conocimiento.

“Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formales), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros.”

(Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz)

 

La autora del siglo XVII utiliza en dos ocasiones dentro de su poema las siguientes palabras: concepto, objeto, material, fuerza, orbe, cuerpo, especies, esposa; huesos, cerebro, mente, mental y mentales, intelectuales, posible, maravilloso, imagen, imaginativa, espanto, señales, señas, guerra, temor, temiendo, culpa, pequeña, dormidos, grados, rey, reina, corona, piramidal, pirámides, círculo, circunferencia, vaso, quietud y reloj.

Mientras que las palabras: imposibles, tema, fantasmas, fantasía y fantasías; materiales, causas, docta, doctos, doctrina, intelectual, intelectiva, método, operaciones; humana, hombre, padre, madre, hermanas, cuna, hamaca, amante, amantes, rostros, tez, dedo, pechos, retrato, retrataba, oreja, alientos, boca, nervios, besando, señal, puertas, casa, mansión, torre, torreones, cosa, espantaba, espantosa, tenebrosa y tenebroso; pirámide, puntas, convexo, compás, circular, movimientos, cobardía, triste, muerto, violada, violador, violencia; castigan, castigara, maravillas, reino, regio, majestad, coronas, tiara, balanza, maquinosa, universal, universales, universo, ordenado, caos, pequeños y pequeñas, malicia.

De la misma forma, y evidenciando su vasta cultura, la autora menciona a los siguientes personajes: Nictimene (violada por su padre, por vergüenza o culpa, huyó al bosque y se negó a mostrar su rostro a la luz del día; se dice que la diosa Minerva la transformó en el búho nocturno), Minerva (menciona el árbol de esta diosa, refiriéndose al olivo), Baco (dios del vino, referido a Dionisio), Plutón (lo menciona en dos ocasiones; es el Hades de los griegos, dios de la muerte, gobernador del inframundo), Harpócrates (es el Horus de los egipcios, dios del silencio), Almone (es una oceánida de la mitología romana); Júpiter (equivalente al Zeus de los griegos); Morfeo (dios de los sueños); Vulcano (el dios del fuego); Neptuno (hermano de Júpiter y Plutón; dios de todas las aguas); Atlante (se menciona 2 veces; fue condenado a mantener la tierra separada del cielo por la eternidad); Menfis (es una náyade, hija del dios Nilo, río en el que vive); Ptolomeos (nombre de una dinastía que gobernó el antiguo Egipto); Fama (para el poeta Virgilio representa la voz pública); Ulises (es el Odiseo homérico), Tonante (referido al Júpiter tonante, cuando el dios lanza rayos), Alcides (se menciona 2 veces; es Hércules), Apolo (o Febo el resplandeciente, es uno de los dioses griegos principales); Homero (autor griego de La Iliada y La Odisea); Galeno (fue médico de los emperadores Marco Aurelio, Cómodo y Septimio Severo); Temis (hija del dios Urano, el cielo, y la diosa Gaia, la tierra); Venus (diosa romana del amor, es la Afrodita griega); Titán (una raza de poderosas deidades griegas).

Vemos que Sor Juana, en esta magna obra integra las tres grandes civilizaciones antiguas que dieron lugar a la cultura occidental: Grecia, Roma y Egipto. Así mismo menciona algunos lugares Danubio, Cairo, Elíseos, Olimpo y Patmos. Es notoria la amplitud de lenguaje que la autora posee y demuestra en esta obra, para que en 975 versos las palabras que más se repitan sean “bien” (14 veces) y “mal” (13 veces) habla de una riqueza de lenguaje que aún continúa causando impresión en los lectores, y diferentes críticos literarios.

El poema comienza con el hermoso: “Piramidal, funesta, de la tierra” y va a terminar con: “el mundo iluminado, y yo despierta.”; y nos quedamos con la boca abierta por la sorpresa, no solo por la rima entre el primer verso y el último (974 versos después), sino que podemos ver el inicio cuando se hace de noche, y el final en el que amanece. Alatorre lo expresa de la siguiente manera:

Piramidal…: la sombra que la Tierra proyecta “hacia arriba” cuando el Sol está “debajo” de nosotros es en realidad un cono, pero, por semejanza, puede llamarse “piramidal”, y piramidal —pienso yo— le pareció a sor Juana palabra más hermosa que cónica para empezar su gran poema. Lo que importa es el hecho de que, siendo ésta una descripción tan poética, se basa en una observación “científica”. La noche no “cae”, (…) sino que “sube”.”

(Antonio Alatorre)

 

Las palabras son la idea codificada del lenguaje, guardan y nos revelan un significado, si emisor y receptor compartimos el mismo código. La revisión de las palabras que la autora novohispana nos ha presentado, considerando el ordenamiento de ideas, es mucho mayor que lo poco que acá he logrado revelar. Ya lo ha señalado el crítico Alejandro Soriano Vallés: “La plétora de conocimientos inherente a El sueño es abrumadora”; y lo es, si no compartimos el gusto por la lectura, por la poesía, por la ciencia, por la historia de la religión, las ideas y los pueblos de extracción occidental.

Esta revisión de las palabras que la autora utiliza, lo construí tomando como base el poema Primero sueño, en la versión del libro Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz Volumen I. Lírica personal. Edición, introducción y notas de Antonio Alatorre, quien nos termina diciendo respecto de este poam: “El Primero sueño es una silva, metro que es la negación misma de toda partición estrófica”; esto lo explica también Méndez Plancarte: “flexible y caprichosa combinación de endecasílabos y heptasílabos, libremente aconsonantados, sin ningún orden fijo para las rimas y aun con la libertad de dejar sueltos algunos versos”.

 

Referencias

de la Cruz, Sor Juana Inés. 2009. Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz. Tomo I. Lírica personal. Edición, introducción y notas de Antonio Alatorre. Fondo de Cultura Económica. Biblioteca Americana. 588 pp.

de la Cruz, Sor Juana Inés. 2019. Primero sueño. Edición, introducción, apéndice y notas de Alejandro Soriano Vallès. Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de México. 209 pp.

Soriano Vallés, Alejandro. 2014. Sor Filotea y sor Juana. Cartas del obispo de Puebla a sor Juana Inés de la Cruz. Edición, introducción, estudio liminar y notas. Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México. 336 pp.

Adán Echeverría. Mérida, Yucatán, (1975). Doctor en Ciencias Marinas. Investigador en CISEAN-UANE. Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006) y del FORCAN, en novela (2020). Radicado en Matamoros, Tamaulipas desde 2018. Columnista en periódicos impresos y portales como Nota Tamaulipas (Ciudad Victoria, Tamps.). Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Ha publicado en poesía El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008), Tremévolo (2009), La confusión creciente de la alcantarilla (2011), En espera de la noche (2015), Trapacería y fiesta (2015), Ciudad abierta (2019); los libros de cuentos Fuga de memorias (2006), Compañeros todos (2015), Mover la sangre (2019) y Tutlefem/Lerotic (2020); y las novelas Arena (2009), Seremos tumba (2011), El corredor de las ninfas (2017). En literatura infantil ha publicado Las sombras de Fabián (2014).

Semblanza y fotografía proporcionadas por Adán Echeverría.

Juana Inés de la Cruz, Sor. San Miguel de Nepantla (México), 12.XI.1648 – Ciudad de México (México), 17.IV.1695. Religiosa, jerónima (OSH), escritora, poetisa, erudita, bibliófila, compositora.
Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana (sor Juana Inés de la Cruz) fue hija de Isabel Ramírez de Santillana (fallecida en 1688), criolla, y del capitán español Pedro Manuel de Asbaje (fallecido en 1669), quienes tuvieron otras dos hijas, María y Josefa María. Su madre se unió posteriormente a Diego Ruiz Lozano. Su fecha de nacimiento aún se discute, puesto que, a pesar del acta de bautismo de una niña del mismo nombre en 1648, el padre Diego Calleja, quien realizó la primera aproximación biográfica de la monja (Fama y obras póstumas), ofrece como fecha 1651. El hecho de ser hija natural, frecuente en la época, no parece haberle supuesto un serio problema, e incluso afirma la fuerte personalidad de las mujeres de la familia. Su propia madre, a la muerte de su abuelo, continuó llevando la hacienda, a pesar de ser analfabeta, así como una de sus tías. Octavio Paz señala que la sociedad novohispana era bastante permisiva en las relaciones ilícitas.
La mayoría de los datos relativos a su infancia nos los ofrece ella misma en su Respuesta a sor Filotea. Destacaba en ella su obsesión por el saber, como demuestra el hecho de convencer, con tres años, a la maestra de una de sus hermanas para que la enseñara a leer. En 1656, tras la muerte de su abuelo, se trasladó a casa de su tía María —hermana de su madre— y de Juan de la Mata. Hacia 1664 entró al servicio de la virreina recién llegada (29 de junio), Leonor Carreto, marquesa de Mancera. Aprendió en escasas lecciones Latín con Martín de Olivas (a quien dedicó su poema, “Máquinas primas de su ingenio agudo”), gracias a su confesor —Núñez de Miranda—, quien también la indujo a entrar en religión en 1667 en las carmelitas descalzas de San José, aunque, por una grave enfermedad y el rigor de la Orden, profesó en el convento de Santa Paula o San Jerónimo. En su Respuesta indicaba: “Entréme religiosa porque para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir”. Entre el abandono de las carmelitas y la elección de las jerónimas, regresó a la Corte unos meses. Fue en ese momento cuando tuvo lugar la anécdota que relató el marqués de Mancera y que recoge Calleja (Fama y obras póstumas): el virrey reunió en 1668 a los cuarenta hombres más sabios de Nueva España para que la examinaran y dictaminaran si su sabiduría era adquirida o natural “y atestigua el señor Marqués [...] que a la manera que un galeón real [...] se defendería de pocas chalupas, que le embistieran, así se desembarazaba Juana Inés de las preguntas”.
En estos años fue clave la presencia del padre Núñez —confesor a su vez de los virreyes— quien animó a Juana Inés a entrar religiosa e incluso corrió con los gastos de la fiesta de su profesión (24 de febrero de 1669). Pedro Velázquez de la Cadena proporcionó la dote y narra González Obregón (Méjico Viejo) que “recibió el velo de manos del canónigo Don Antonio de Cárdenas y Salazar”. Una buena parte de la crítica insiste en la vida relajada de los conventos. Josefina Muriel, en su estudio de la vida conventual femenina, indica que la celda tenía a menudo dos pisos con una cocina y una sala. Para su cuidado se les permitía tener esclavas, como lo indica un documento en el que sor Juana vendió a una hermana su esclava mulata, Juana de San José, entregada por su madre (1669). El provincial franciscano fray Mateo de Herrera quiso limitar el número de sirvientas en los conventos y fracasó al oponerse las monjas, que llegaron a acudir a la Real Audiencia.

Semblanza tomada del sitio Real Academia de la Historia
Imagen tomada del sitio Real Academia de la Historia

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