Espejismos
Si buscas la verdad renuncia a estas palabras,
pero abraza en cambio su ilusión
el estigma blanco de su niebla su dulce engaño
su germen de horas delirantes
su reflejo en el ventanal nocturno de las ciénagas.
Luz de este día, despojo de tinieblas,
sombras remitiendo agujas de lluvia
bajo el cielo de hombros abatidos.
No me esperes más en tu jardín de besos ficticios
espejeando en los reversos que compiten
con el pájaro de las horas boreales
y las verdades que se quiebran
en el precipicio de las máscaras.
Antes que el tiempo reseque las alas
temo que los ángeles se desbaraten
si ella vuelve a soñar con la nieve
o espigas germinando para enhebrar
el crujido de las piedras despeñadas.
Pero hay una perseverancia oscura
de raíces disputando el despojo de las ruinas,
una pestaña desatando huracanes
de ramas rotas por el sendero de tu espalda
petrificada bajo el amor ausente de los grillos.
Apareces como el final de los parques
donde la ciudad vuelve al acecho
para aceptar que nada te pertenece
que todo es mentira bajo la letra
que abundas en el margen
en los distritos perdidos
que pasaron por alto los cartógrafos.
¿Cómo igualar siquiera el temblor de la telaraña
tras la lluvia en los cipreses del origen?
Tal vez la onda ya remota de la serpiente
deslizándose en el agua
como el hecho irremediable,
como el invierno que aguarda para oír la risa de la escarcha
doblegando rosas en la eternidad muda de los pórticos.
La tierra que mira de vuelta al cielo
con el ojo profético del Sahara
es el hogar de los espejismos,
la estirpe rabiosa del viento que arrastra
el deshilvanado sueño de la soledad.
Como gatos de Schrödinger
en la disyuntiva del microcosmos vivos o muertos
por un designio sin brújulas en el país binario
del equinoccio
y el angelical desvarío de los átomos.
Después de todo tendría que venir el vacío
con su voz terrible
carcomiendo la pompa de los tronos,
el silencio dormido en los espejos
donde relumbra la belleza
que se marcha levantando polvo
como el despegue aparatoso de los coleópteros.
El sueño de los espejos
A veces podemos escuchar
el rumor plateado de los espejos.
Quisieran devolver una mirada compasiva,
soñar con las islas al otro lado del mar.
En sus ventanas de insondable aluminio,
día y noche replicando rostros
la discreción extraña de las cosas
cuando estamos solos,
la risa sofocante de la Belleza.
Cuántos de nosotros frente a ellos
nos sospechamos impostores,
cuerpos que cargan a otro,
sombras dolientes
entre los capiteles del día derrumbado.
Aún en ese dolor de espejos
no dudaríamos en cambiarnos.
Todo se daría por unos segundos
antes de volver
resignados al eterno simulacro.
País onírico
Sucede
por este cordel telúrico
de voces amarillas
que a veces duermen
junto a la diadema silvestre
de las amapolas,
por este valle de raíz ignorada
donde las gaviotas siguen
el rastro del sol
y una noche milenaria
flota como el océano espectral
de la nostalgia,
por la pampa
de rugosas facciones,
la geometría ondulante de las costas,
su trono de arrecifes
donde comulga la madera derrotada
del naufragio,
la piedra difunta
en las cimas bajo la nieve
de los días acumulados.
¿Cuántos inviernos te horadaron,
madre andina,
reuniendo huesos de tus hijos desperdigados
como el polen polvoriento y triste
de antiguas ruinas?
¿Qué dilemas enfrentó el sol
para surgir entre el granito
sedimentario de tu altura?
¿Qué hace falta para de nuevo
caminar descalzos
sobre la tierra?
Utopía
Te escribo desde la caverna
platónica del absurdo,
de este vacío que intentan
llenar palabras,
símbolos de siglos
en la memoria
suspendida de los témpanos.
Pero tú solo comprendes
el aullido del lobo
que la luna desprecia
como el tiempo
nuestros sueños inmortales.
Tú solo comprendes
el gorjear de pájaros
a la salida del sol,
el rumor de las mareas
que un viejo dios
agita por capricho.
Solo comprendes
el efímero brote
de los geranios,
el titubeo del viento
antes de remover las últimas hojas.
Nostalgias
Las
manos del invierno
remecen las últimas hojas.
Pasos apresurados rompen
los leves espejos de las charcas,
espejos donde el cielo
contempla con tedio su eterna imagen.
Huyendo de los fantasmas del ocaso,
el viento se obstina en entrar a las casas,
pero las ventanas ignoran su voz
de labios entumecidos.
La
guerra de la lluvia con el tejado
llena de estruendos la noche,
y el calor del vino
nos recuerda los primeros besos,
historias de un tiempo perdido
hace ya demasiados inviernos.
Sebastián Núñez Torres (Santiago de Chile, 1984) Poeta, docente e investigador académico. Director de Revista Vórtice y Vórtice Ediciones. Doctor en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Ha publicado El bosque de los ausentes (2015), Las arpas rotas (2020) y Espejismos (2022). Sus poemas y artículos han sido publicados en diversas revistas literarias y una parte de su obra traducida al inglés.
- Espejismos, publicado en Chile por Vórtice Ediciones (2022) en Valparaíso y en España por Adarve (2022) en Madrid.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Sebastián Nuñez
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Joan manuel Valbuena (miércoles, 18 enero 2023 14:49)
Poesía viva muy bien Sebastian por trasmitir al mundo el momento de la vida que nos habita