Poesía de Juan Gelman

Epitafio

 

 

 

Un pájaro vivía en mí.

 

Una flor viajaba en mi sangre.

 

Mi corazón era un violín.

 

 

 

Quise o no quise. Pero a veces

 

me quisieron. También a mí

 

me alegraban: la primavera,

 

las manos juntas, lo feliz.

 

 

 

¡Digo que el hombre debe serlo!

 

 

 

(Aquí yace un pájaro.

 

                                   Una flor.

 

                                                  Un violín.)

 

 

 

 

 

El caballo de la calesita

 

 

 

Trajín, ciudad y tarde buenos aires.

 

Aire de plaza, ruido de tranvía.

 

(Galopando una música de tango

 

gira el caballo de la calesita.)

 

 

 

Los hombres van y vienen. Una vieja

 

vende manzanas en aquella esquina.

 

(Corazón de madera, ojo pintado,

 

gira el caballo de la calesita.)

 

 

 

Un grave industrial hace negocios.

 

Un vago duerme junto a la banquina.

 

(Transitado de risas y de niños

 

gira el caballo de la calesita.)

 

 

 

Una pareja se ama. Un angustiado

 

compra cianuro, escribe y se suicida.

 

(Ha muerto un ruiseñor. Pero no llores,

 

gira, el caballo de la calesita.)

 

 

 

Os contaré una historia maravillosa y cierta.

 

Una tarde (el crepúsculo lentamente caía)

 

se me llenó la boca de soledad. Desierta

 

era mi sangre. Mi alma ni un pájaro tenía.

 

 

 

Caminaba. A lo lejos se oían los violines

 

que el crepúsculo toca para verme más triste.

 

Mi alma se vestía de lentos adoquines.

 

(Mi alma en la soledad no se desviste.)

 

 

 

Iba sin una luz, sin una rosa.

 

Sin un poco de mar, sin un amigo.

 

Me vio el caballo de la calesita.

 

Me vio tan solo que se fue conmigo.

 

 

 

Y ahora en mi corazón y desde entonces,

 

transitado de niños y de risas,

 

prisionero en mi música voltea,

 

gira el caballo de la calesita.

 

 

 

(Tiene el ojo pintado.

 

Su corazón es de madera limpia.)

 

 

 

 

 

Oración del desocupado

 

 

 

Padre,

 

          desde los cielos bájate, he olvidado

 

las oraciones que me enseñó la abuela,

 

pobrecita, ella reposa ahora,

 

no tiene que lavar, limpiar, no tiene

 

que preocuparse andando el día por la ropa,

 

no tiene que velar la noche, pena y pena,

 

rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

 

 

 

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,

 

que me muero de hambre en esta esquina,

 

que no sé de qué sirve haber nacido,

 

que me miro las manos rechazadas,

 

que no hay trabajo, no hay,

 

                                           bájate un poco, contempla

 

esto que soy, este zapato roto,

 

esta angustia, este estómago vacío,

 

esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre

 

cavándome la carne,

 

                                 este dormir así,

 

bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido

 

te digo que no entiendo, Padre, bájate,

 

tócame el alma, mírame

 

el corazón,

 

yo no robé, no asesiné, fui niño

 

y en cambio me golpean y golpean,

 

te digo que no entiendo, Padre, bájate,

 

si estás, que busco

 

resignación en mí y no tengo y voy

 

a agarrarme la rabia y a afilarla

 

para pegar y voy

 

a gritar a sangre en cuello

 

porque no puedo más, tengo riñones

 

y soy un hombre,

 

                            bájate, ¿qué han hecho

 

de tu criatura, Padre?

 

                                  ¿Un animal furioso

 

que mastica la piedra de la calle?

 

 

 

 

 

Niños: Corea 1952

 

 

 

 Esto que tengo de niño fundamental

 

se me rebela, quiere

 

llorar en los rincones, desgarrarse

 

la frente, la mejilla,

 

olvidar el cuaderno donde dice

 

mamá con letras tiernas

 

y hay una dulce vaca de tres patas.

 

 

 

Hermanitos, ¡qué nuca perseguida

 

la vuestra y cómo duele

 

aprender a contar por bombarderos

 

y el cielo de pizarra!

 

¡Cómo duele, hermanitos,

 

saberse de memoria la h de hambre

 

y saberse la muerte de memoria

 

y saberse a los yanquis de odio puro,

 

cómo duele, hermanitos!

 

 

 

Pienso que te andan castigando el pájaro

 

en los ojos, machacándote

 

el hueso

 

              y me dan ganas

 

urgentemente de cuidarte todo!

 

defenderse en el aire que te toca!

 

 

 

(No te duermas, niño.

 

No te duermas, sol.

 

Que en los arrozales

 

mata el invasor.

 

No te duermas, niño.

 

Todavía no...)

 

 

 

Que no y no duermas, párate, hermanito,

 

consérvate en tu metro,

 

                                       yo sé—

 

esto que tengo de niño fundamental

 

me anda diciendo—

 

                                  que estás así,

 

en tu leche confirmado,

 

peleando con los dedos,

 

continuando tu estirpe

 

                                     ¡y fuera el yanqui!

 

                                                                    ¡PAZ!

 

¡Paz para tu cuaderno!

 

 

 

¡Porque puedas y digas

 

mamá con letras tiernas

 

bajo una dulce vaca de tres patas!

 

Un niño es de carne, hueso, pelo enrulado o no y muchas

 

/preguntas.

 

 

 

Pero sobre todo tiene una sustancia, un soplo, material,

 

                                                                        /espiritual,

 

químico, físico o yo qué sé que despierta poderosamente

 

                                                                          /la ternura.

 

 

 

Se preocupa mucho por las cosas más pequeñas. Canta

 

                                                                               /y ríe

 

fácilmente. Y no le importa ensuciarse las rodillas.

 

 

 

Mírenlo desde aquí: (con amargura) — Yo fui como él.

 

 

 

Mírenlo desde allí: (con alegría) — ¡El no será como yo!

 

 

 

 

 

 

 

¡Defiéndanlo!

 

 

 

 

 

Oficio

 

 

 

Cuando al entrar al verso me disloco

 

o no cabe un adverbio y se me quiebra

 

toda la música, la forma mira

 

con su monstruoso rostro de abortado,

 

me duele el aire, sufro el sustantivo,

 

pienso qué bueno andar bajo los árboles

 

o ser picapedrero o ser gorrión

 

y preocuparse por el nido y la

 

gorriona y los pichones, sí, qué bueno,

 

quién me manda meterme, endecasílabo,

 

a cantar, quién me manda

 

agarrarme el cerebro con las manos,

 

el corazón con verbos, la camisa

 

a dos puntas y exprimirme,

 

quién me manda, te digo, siendo juan,

 

un juan tan simple con sus pantalones,

 

sus amigotes, su trabajo y su

 

condenada costumbre de estar vivo,

 

quién me manda andar grávido de frases,

 

calzar sombrero imaginario, ir

 

a esperar una rima en esa esquina

 

como un novio puntual y desdichado,

 

quién me manda pelear con la gramática,

 

maldecirme de noche, rechinar

 

fieramente, negarme, renegar,

 

gemir, llorar, qué bueno está el gorrión

 

con su gorriona, sus pichones y

 

su nido, su capricho de ser gris,

 

 

 

o ser picapedrero, óigame amigo,

 

cambio sueños y músicas y versos

 

por una pica, pala y carretilla.

 

Con una condición:

 

                                déjeme un poco

 

de este maldito gozo de cantar.

 

 

 

 

 

 

 

Llamamiento contra la preparación de una guerra atómica

 

 

 

Voy a firmar aquí porque me digo

 

que es bueno andar con la sonrisa entera,

 

silbar bajito una canción cualquiera,

 

tener un perro, un árbol, un amigo.

 

 

 

Voy a firmar aquí con el testigo

 

del cielo azul sobre la lapicera,

 

porque me acuerdo de una primavera

 

que se coló una vez por mi postigo.

 

 

 

Voy a firmar aquí porque me toco

 

el corazón creciendo poco a poco

 

por este amor que brota de mi hueso.

 

 

 

Voy a firmar aquí contra el espanto,

 

por la paz, por la vida, por el canto,

 

por el gorrión que vuela cuando beso.

 

 

 

 

 

Final

 

 

 

La poesía no es un pájaro.

 

                                           Y es.

 

No es un plumón, el aire, mi camisa,

 

no, nada de eso. Y todo eso.

 

                                              Sí.

 

He roto un violín contra el crepúsculo

 

para ver qué pasaba,

 

me fui a la piedra y pregunté qué pasa.

 

Pero no. Pero no.

 

                             Aún no.

 

¿Me olvidé acaso del pañuelo aquel

 

donde gira en silencio un vals antiguo?

 

No lo olvidé, miradme la mejilla

 

y os daréis cuenta, no, no lo olvidé.

 

¿Me olvidé del caballo de madera?

 

Tocadme el niño y me diréis que no.

 

¿Y entonces, qué?

 

                              La poesía es una manera de vivir.

 

Mira a la gente que hay a tu costado.

 

¿Ama? ¿Sufre? ¿Canta? ¿Llora?

 

     Ayúdala a luchar por sus manos, sus ojos, su boca, por el beso para besar y el beso para regalar, por su mesa, su cama, su pan, su letra a y su letra h, por su pasado — ¿acaso no fueron niños? — por su porvenir —¿acaso no serán niños? — por su presente, por el trozo de paz, de historia y de dicha que le toca, por el pedazo de amor, grande, chico, triste, alegre, que le toca, por todo lo que le toca y se le arrebata en nombre de qué, de qué?

 

     Tu vida entonces será un río innumerable que se llamará pedro, juan, ana, maría, pájaro, plumón, el aire, mi camisa, violín, crepúsculo, piedra, pañuelo aquel, vals antiguo, caballo de madera.

 

     La poesía es esto.

 

                                 Y luego, escríbelo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estos poemas forman parte del libro Violín y otras cuestiones, publicado por Ediciones Gleizer, Buenos Aires 1956.

 

 

 

 

Juan Gelman Burichson (Buenos Aires, 3 de mayo de 1930 - México DF, 14 de enero de 2014). Poeta, traductor y periodista argentino, está considerado como el poeta más importante de su generación. 

 

Hijo de emigrantes judíos ucranios, ejerció diversos oficios antes de dedicarse al periodismo. Por su actividad periodística y política vivió en el exilio entre 1975 y 1988, residiendo alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México.

 

Durante su ausencia de Argentina llega a estar condenado a muerte por la dictadura argentina; sufre muy de cerca el drama de los "desaparecidos" cuando su hijo y su nuera pasan a formar parte de esta dolorosa lista.

 

En su juventud colabora en el periódico Rojo y negro. Es uno de los fundadores del grupo de poetas "El pan duro" y es también secretario de redacción de Crisis, director del suplemento cultural de La Opinión y jefe de redacción de Noticias. También ejerce como traductor en la UNESCO. Desde 2007 colabora con el periódico de Buenos Aires, Página 1/2.

 

Poeta adscrito al realismo crítico, consigue un estilo particular partiendo de un realismo crítico y del intimismo. Son constantes en su poesía la presencia de la cotidianeidad, el tono político, la denuncia y la indignación ante la injusticia.

 

De su producción poética conviene destacar Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán, Sefiní o Cólera Buey, así como Los poemas de Sidney West, Traducciones, Fábulas, Relaciones, Hechos y relaciones o Si tan dulcemente. Escribe Exilio en colaboración con el periodista argentino Osvaldo Bayer; otras de sus obras son Citas y comentarios, Hacia el sur, Composiciones, Carta a mi madre y País que fue será.

 

La antología Pesar todo es galardonada con el premio de poesía José Lezama Lima, que concede la Casa de las Américas cubana. En 2005 publica una nueva antología, Oficio ardiente, que reúne poemas publicados a lo largo de casi cincuenta años y algunos otros inéditos.

 

En el ámbito musical escribe dos óperas, La trampera general y La bicicleta de la muerte, dos cantatas, El gallo cantor y Suertes, y varios LP.

 

A lo largo de su vida recibe numerosos galardones, entre los que destacan el Premio Nacional de Poesía en 1997 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2005; además tiene el título de ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires.

 

En 2007 obtiene el Premio Cervantes, considerado el galardón más importante de las letras hispánicas, y dos años después la Asociación de Poetas Chinos le otorga el Premio Antílope Tibetano. El 14 de enero de 2014 muere rodeado de su familia en su domicilio de la capital mexicana, donde residía desde 1988.

 

El escritor Juan Gelman, premio Cervantes 2007, depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanecerá guardado hasta el 3 de mayo del 2050. Es una de las personalidades que deja un objeto personal en la antigua cámara acorazada de la sede central del Instituto.

 

 

 

Fuente biográfica: Instituto Cervantes

 

Fuente fotográfica: Ministerio de Cultura Argentina

 

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