ACERCA DE LAUTRÉAMONT, 1
Lo imagino rubio. De ojos celestes. Alto varios metros. La piel azul y las manos
huesudas. Dotado de una gran imaginación. Pero satánico.
Atormentado por las cosas reales y vulgares y por las ideas que se hacía del más allá
de la muerte y de la muerte misma.
Era lo que diríamos hoy, un introvertido. Se lo supone fino, elegante, de una
dentadura tremenda; con colmillos.
Debe estar ahora no en el infierno sino en el hades, que es el reino de la muerte.
Él está como dormido; insomnis mortis.
Durante su vida debe haber abusado de las drogas que llevan a los otros paraísos, los
paraísos del mal.
Eso, es lo que se deduce de sus escritos. Donde se hace sentir su soledad y su
desesperanza.
No tenía nada de religioso. Era un muerto, como diría un teólogo moralista.
No supo nunca más que de penas y no dio nunca con la contricción, ese dolor
perfecto, ni con la tricción, ese dolor imperfecto al que se entregan los pecadores
arrepentidos para que se les restituya a la primera gracia y continuar su vida penitencial
hasta arraigarse en un estado de paz y esperar la buena muerte.
Pero él no da señales de haber tenido ninguna instrucción religiosa —aunque
nombre mucho a Dios— que lo pudiera llevar a la salud espiritual.
Sin embargo, a pesar de todo lo quiero y lo voy a ayudar.
Este hombre atormentado, buscó con avidez; pero por sí mismo no dio con nada más
que con el sufrimiento y la demencia de gran poeta.
Nació en el Uruguay, y se supone que haya muerto. Aunque nadie lo sabe.
Es como si no hubiera existido como ser físico.
Era de agua. Era flemático de temperamento y lo concibo como existiendo en un mar
agitado y oscuro.
Dios no quiso que lo conociera, no quiso concederle la gracia que concede al resto de
los mortales, a los fieles que componen el cuerpo místico de Cristo.
Lautréamont era soberbio; se negó a rebajarse a ser un niño.
No amó las cosas de la tierra como las aman algunos privilegiados de complexión
melancólica. Él amaba lo que no sabía; buscaba a Dios pero no dio con Él. Se supone que
Dios no quiso darle los beneficios que entrega a criaturas más inferiores que su naturaleza.
Lautréamont me conocía y me conoce. Como Juez he tenido que verlo. Me pidió que
no lo olvidara. Que intercediera por él ante Dios que es mi amigo.
ACERCA DE LAUTRÉAMONT, 2
Hace un tiempo nos encontramos en otra región. Cuando lo vi, estaba como
despejándose del sueño. Estaba con aguas, con algas, pero no con peces. Los peces se
habían ido. Estaba acostado en el mar. Yo caminaba sobre las aguas y lo llamé:
Lautréamont, Lautréamont, le dije, soy Fijman.
Y él me contestó que me quería. Que seríamos amigos ahora en el mar, porque los
dos habíamos sufrido en la tierra. Pero no lloramos. Nos abrazamos. Después quedamos en
silencio.
Estos poemas fueron tomados del libro Obra Poética de Jacobo Fijman, publicado por Dichoso El Árbol.
Jacobo Fijman nació en Besarabia, en la actual Rumania, el 25 de enero de 1898. A principios del nuevo siglo emigró con sus padres a la Argentina donde se instalaron en la provincia de Río Negro. Cursó estudios primarios en Lobos, y en 1917 se trasladó a Buenos Aires. Ingresó en el profesorado de Lenguas Vivas y obtuvo el título de profesor de francés.
En 1921 fue ingresado en el Hospicio de las Mercedes.
Formó parte del grupo literario Martín Fierro, donde conoció a Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y otros autores conocidos por ser considerados creadores de una nueva narrativa y por pautar los ejes de la vanguardia literaria argentina.
En 1926 publicó su primera obra, el libro de poemas Molino Rojo. Ese mismo año viajó a París.
Su vida estuvo marcada por dos experiencias extremas: por un lado por lo que se denominaron problemas mentales y sus ingresos en el manicomio, por otro lado, una búsqueda espiritual, a la vez mística y metafísica que lo llevó a convertirse al catolicismo, aunque era de origen judío, en 1930, fruto de esta experiencia apareció su segundo libro: Hecho de Estampas y su tercer libro de poemas fue publicado en 1931.
En la década de los treinta ya no publicó más y viajó por el país.
Fue nuevamente internado en 1942 y permaneció en el Hospicio de las Mercedes, con diagnóstico de Psicosis distímica, hasta su muerte en 1970 en el hospital Borda.
OBRA: Molino Rojo (1926), Hecho de Estampas (1930), Estrella de la mañana (1931).
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