Arte poética Nº 3 / capitulo XXXVII en el que queda demostrado que Phileas Fogg no ha ganado nada al dar esta vuelta al mundo si no es la felicidad
Empiezo a escribir cuando el alba se desmaya por las chimeneas y uno a uno los programas de radio van extinguiéndose / mientras nadie hace el amor y las camas de los niños rojos están más arrugadas y frías que los desfiladeros indios o las manos de un viejo marxista que ya no cree en nadie ni en nada / o bien cuando todos fornican con los ojos cerrados y la luz se entierra como un hacha loca entre las dunas -los oasis lanzan aullidos concéntricos, los catalejos se venden más que los condones y es la misma miseria-. Empiezo a dibujar, a escribir cartas, a tratar de reconocer lo que no veré más, entre el espacio que hay de la
palabra ternura a la palabra indiferencia, entre lo que media de la frase déjalo todo, a la frase terreno firme o caras conocidas / Ahora que puedo sentarme bajo un desesperado
mural anónimo con un boleto de avión en la mano derecha y una naranja hecha pedazos en la izquierda. La madrugada se ensancha con los colores de una herida interior. Un muchacho idiota canta: cuando me entreguen en un sobre mi primer sueldo voy a comprar un vestido de flores verdes para mi camarada y unos pantalones de mezclilla para mí / Y un muchacho idiota canta mientras observa ciudades levitando como vapor. Los cerebelos rajados de las revoluciones. Semillas armoniosas y salvajes que ruedan que se coagulan
que ruedan: el parpadeo experimental de los complots.
Generación de los párpados eléctricos
/Irlandesa
Constelación Sanjinés
ese halo de luz naranja pudo haber sido una gran poeta
esa muchacha que estudia el último semestre de Biología y cena
en el Maxim’s del subdesarrollo y fornica a la medianoche
en un edificio de cristal y vomita en la madrugada con sudores
pudo haber sido una gran poeta
pudo haber sido una amazona y pudo galopar en cierta manera
libre hasta que la hubieran derribado de un balazo entre los senos
—esa mujer que vive con su esposo un paisaje de barrios cercándolos
agradable monotonía de los desayunos americanos
envejeciendo irremediable entre la dureza del lirismo nazi
y sagas que cantan nuevas juventudes —chicos picados de viruela
o atomic morphine
esa mujer que llora en el laboratorio mientras las calles
arden y yo caigo, pudo haber sido una poeta
estamos muertos, nosotros somos los muertos
se oirá en esos días
su cuerpo blanco se mecerá se mecerá
mientras un falo va abriendo su vagina se mecerá se mecerá
sus ojos serán un desierto
—dios mío, sálvate
esa mujer de 30 años nunca tendrá un hijo, esa mujer
de 35 años irá al supermarket con un vestido de flores azules
—¿pero venderán mis poemas en la sección libros
y mi carne destazada en conservas, en verduras,
en ropas-para-el-invierno?
esa mujer de 40 años blasfemando y riendo incrédula
mira, se acabó la menstruación, se acabó
oh multitudes de los grandes funerales niños de los grandes
acontecimientos deportivos muchachos de las futuras
concentraciones en campos rock
una nube roja se fragmenta por ustedes
esa mujer detenida en una silla
sin duda recuerda por última vez a su primer compañero
—los adolescentes de diamante
y aunque su psicoanalista, su esposo, la esposa de su psicoanalista
y su madre conversen sobre la pacificación de los días
la desaparición de la peste
ella siente
que los motines volverán que la han vencido
esa vieja ocupada en su manicomio
sintiendo próxima su muerte y que en realidad
quisiera volver atrás, a una verdadera cama
ese halo de luz naranja que se apaga
sin alegría ni sufrimiento
pudo haber sido una gran poeta
la más amorosa
amada
mía
Como en una vieja balada anarquista
A los verdaderos poetas no les importa
que los observen cuando escriben
Cuando hacen hablar a los pájaros del trópico
en sus diarios o en sus epístolas,
recostados a la sombra de un sauce
esperando que
pase
alguna camioneta por la carretera
Cartas aparentemente dulces
que los niños leen – lentamente
en un restaurante mientras atardece
y el restaurante es un aerolito detenido
en el centro del crepúsculo
Los verdaderos poetas parecen
extras de viejos films
Los niños fanáticos
de los pueblos perdidos entre montañas y selvas
los reconocen
(los reconocen cuando los ven
bebiendo cerveza en las terrazas)
les dicen tú eres
el que pasó por una calle
donde estaba Robinson hablando con un policía
– diamantes de medio segundo
de duración
pero Infinitos como los amantes adolescentes
y el hidrógeno
Los verdaderos poetas tiernísimos
metiéndose siempre en los cataclismos más atroces
más maravillosos
sin importarles
quemar su inspiración,
sino dándola
sino regalándola
como quien tira piedras y plumas
Oye poeta, le dicen,
enchufa el amanecer
Oye poeta, desconecta los relámpagos
Cualquier cosa que testifique la ausencia de vacío
Y la lluvia cae durante días
y los días nublados permanecen
semanas alrededor de la carretera
¿Oyes esa risa?
Amada mía, ¿escuchas
esas pequeñas risas?
dicen los
poetas
cuando comprenden que después de los Carros Blindados
la gente empieza
a planear nuevos motines
La Fronda
La Resistencia
La Clandestinidad
Las largas filas de la emigración
Y los poetas apoyados contra un abedul
mientras la nueve cae lentamente
y los niños
cubriéndose
con pieles de coyote
(cubriéndose con periódicos
apoyándose unos en otros)
emigran
Emigran. Emigran
Y las montañas interminables de América
son como un poema anónimo
un tótem indescifrable que rueda
(las montañas y los espejismos interminables
de la América en la noche)
son como palabras,
esos gestos en la oscuridad
vaciados igual que un trozo de metal
de toda esperanza y de todo miedo
Sin embargo
el amor dedica a la aventura
estos rostros
y la aventura dedica al amor
estas carreteras aparentemente solitarias
Imitación de Verlaine
La noche infinitamente silenciosa de México, D. F.
abre la
boca y un muchacho de 18 años se inclina otra vez
frente a
sus calles, observando, sin parpadear, los collares y
los asesinatos, los periódicos viejos y
los
accidentes automovilísticos, que similares a un público
rodean el
salón de vals, sus fronteras ambiguas, donde él,
vestido
con pantalón vaquero y camisa blanca,
saluda de
nuevo a una muchacha de ojos brillantes.
Y las copas tristes van de mano en mano por la larga mesa
de las
conversaciones nostálgicas de los desempleados;
noches
pasadas en un Vips o en un chino observando
las
transparentes velas que los ángeles apagaban (a través
de ese
murmullo él siente el contorno de voces muy remotas)
cuando
las palabras indicadas para saludarse
eran
escogidas entre los muchos letreros luminosos.
Cierta
elegancia en los gestos de los sonámbulos,
o en su
blanca, silenciosa y veloz manera de amar,
que el
muchacho quiere estudiar antes de morir.
Un resplandor en la mejilla
paisaje de cisnes instantáneos
Ya no sé
qué decir, alguien me acaricia el pelo y dice
que estoy echando sangre, alguien pasea sus uñas
por mis mejillas y dice que me ama. Y aún me aman
dos niñas que se pierden constantemente por los bosques nevados.
Aún me aman dos niñas pero yo hace mucho tiempo asocio el
color azul con la muerte, el rojo con la infancia
llena de bolcheviques y sexo, y el amarillo con las carreteras
al atardecer, cuando los vagabundos contemplan
los postes de telégrafos, y las bandadas de pájaros del desierto
regresan del Oeste.
Y parezco un callejón cementerio de tranvías, un
suburbio cubierto de nubes, un poco de azúcar escurriendo
de los labios de un pandillero, que en este caso soy yo mismo,
mirando duramente paisajes interiores, imaginando
con desesperanza otro tipo de manicomio. Otro tipo
de jóvenes doctores. Otras sonrisas paranoicas esbozadas
casi en la superficie de una canción. Y así Utopía
vuelve a aparecer en el centro de los hospitales, los niños
del valle vuelven a perderse en los departamentos de
los gitanos, y los coches robados vuelan a 150 km. por hora
a donde se supone está el mar.
Aún me aman dos niñas generosas como el rocío,
como los dibujos estupendos llenos de color de las grandes
carreteras. Visiones que no se destrozan
pero que no sirven para nada. Por el momento Utopía
es nuestro descanso, nuestro baño sauna frenético,
duro como ciertos alcoholes y ciertas plumas, el árbol
al que nos trepamos en las noches de perros y amor, el Buda
que recoge calamares mientras levita en la playa de la luna.
Ya no sé qué decir.
Todo se ha acabado, la oficina está vacía, las frutas
se amontonan en mis manos de ángel asombrado, el insoportable
amor de las calles rayonea mis papeles imposibles, la furia
se me desvanece en la memoria.
Utopía es mi descanso, mi veterinario. Aún me aman
dos niñas anarquistas, pero yo hace mucho tiempo adquirí
el vicio de los jardines simples, la certeza de una muerte
esbelta y temprana. El amor debería mover la cabeza
verdaderamente incrédulo, debería caminar en círculos
por una pradera cinética. Estos días sólo son buenos
para los pianistas.
Mi ex mujer se mirará en los lentes negros de un playboy
y le darán ganas de llorar o de poner un disco (duro, breve)
como la fiebre de un niño.
La ternura y la revolución y los poetas pueden dormirse.
Estos días son buenos para los subterráneos voladores, para
los voyeurs de lo abstracto. Alguien apagará la luz
y comentará silenciosamente que las almohadas están
manchadas de sangre.
Ya ni ponerse a hacer silogismos es bueno.
Y tan acertado como siempre, te cagas en el oficio de poeta
cuando es lo único que te queda.
Y Utopía fue el veterinario,
el hombre feroz, la vieja en silla de ruedas cercada por sueños,
y los personajes de los sueños incompatibles se fueron masacrando
uno tras otro, hasta dejar un stock de pesadillas vacías,
y Utopía fue un reflejo opaco en el interior de un vegetal.
Vitrinas, maniquíes desnudos, ebrios tirándoles besos a las nubes.
Un laberinto de escaleras eléctricas por donde vagaban
unos niños extraviados que tenían el corazón maravilloso
hasta la náusea.
¿De todo eso qué vi realmente? ¿Con qué ojos tremendos
contemplé el olor puro de aquella muchacha sencillamente parada
en la entrada de un circo? Sólo recuerdo
haber estado demasiado tiempo en un cuarto blanco leyendo novelas
policiales; casi toda mi vida mientras tú me mirabas desde
una ventana redonda, como de baño público, y
detrás de ti unos caballos mordisqueaban nubes y
los adolescentes se reían como si acabaran de salir del desierto
con los bolsillos llenos de dinero gratis.
Dinero gratis, dinero gratis, amor gratis, un resplandor
inconcebible en la mejilla. Soñadores transformándose a sí mismos
pero incapaces de convencer a una muchacha de que la aman.
Nubes gratis y vacías, restaurantes gratis y vacíos,
automóviles fríos rumbo a las playas doradas del Pacífico,
visiones de Michelangelo para todos, ojos que se cierran
con la velocidad de la luz, y su armonía, estrépito de cisnes,
estrépito de humedad.
Comida gratis, bebida gratis, lluvias divertidas
e interminables como las novelas de Víctor Hugo.
Hospitales gratis, desiertos gratis, animales gratis, deseos
de caminar sobre las manos, de ponerse una corona de espinas
eléctrica y luminosa.
Blue-jeans rayoneados de ternura,
escenas de teatro
en la orilla del mar prolongadas hasta el infinito, tres años
de asco y amor, tres años de enfermedades infantiles
enmierdadas con precisión, y los duros arbolitos, pero
los duros arbolitos, mientras los duros arbolitos
como lanzas florecían.
Y gemí, y dije ya no sé qué decir, la oficina está vacía,
los submarinos explotan como fetos en las fosas del Atlántico,
alguien me acaricia el pelo y dice que ya está igual de largo
que el suyo, y yo tuerzo el cuello como un solitario cigarrillo
aplastado en la noche enorme y la miro, esperando volver a sentir
en los párpados la tibia obsidiana de los sueños, cuando en
las mañanas nos abrazábamos sin querer despertar, perdidos
en las llanuras de escamas, mientras cae nieve y el frío sonríe
desde un cenicero absolutamente limpio, y no queremos despertar,
y no sabemos qué decir: los labios partidos,
la cara blanca del invierno manchada de lipstick.
La
velocidad se detiene, mira hacia todas partes, enloquece
a las fechas. Un anarquistoide muerto bajo las ramas
plateadas de un sauce. Encima de él la primavera violeta. Fuera
de ese cuadro una muchacha sueña renacimientos atroces.
Y está bien, está bien, ya puedes prender la chimenea y cerrar
puertas y ventanas. Ningún brillo va a reemplazar nada.
No habrá formas de arder que completen
esta nube cargada de lluvia.
No habrá viento contra este resplandor acuático. Ni callejones violetas
ni suaves caderas antiguas. Ese jadeo al subir escaleras
del ojo abierto: automóviles llenos de Sol estacionados
en todas las esquinas de tus venas. Una sonrisa sin contexto,
una mano crispada fuera de la foto. Y puedo tocarle el pelo nuevamente
y decirle que está bien, nos hemos vuelto a quedar sin reina,
como en los Alegres Viajes por el norte de México, con Lisa
aullando desde su hospital, nos hemos vuelto a quedar sin dinero,
sin tequila, sin dinosaurios rezando en medio de la noche,
sin gasolineras que brillaban en las playas, Baja California
y Mazatlán, labios cargados de cultura azteca y chistes
de Utopía, grandes músicas con metralletas y piedras, algo
inevitable, como enamorarse. Y sin dinero,
parados en las entradas de los aeropuertos, hieráticos,
más que dos hombres cuatro rodillas; más que dos poetas
cuatro estatuas intermitentes; siempre dos bocas
masticando en el centro del vértigo el recuerdo simultáneo
de nuestra historia de besos.
En la puerta de metal: dinero gratis, departamento
gratis,
atardeceres gratis, oh atardeceres totalmente gratis.
Y coros celestiales gratis, hospitales gratis mutantes del amor
gratis. Y tranquilos. Quiero decir que los dejen tranquilos,
besando la naturaleza inventada que vuela por las veredas.
¿Es que las calles siempre van hacia abajo? Y ayer la belleza,
un lecho cinético, un perfil recortado sobre la puerta de metal,
no pactó con mis enemigos; ni yo con el odio.
Quiero decir que es fantástico cortar todos los cables
en las noches de inspiración; incluso
los cables de la inspiración.
Y los soñadores de revoluciones ven jornadas que penden
dentro de un domo de cristal o de una imagen poética:
ven dinero gratis (símil de fiebre) y pasaportes falsos
en desesperadas noches de lluvia; ven sonrisas de abuelitas
desnutridas en las nubles; ven la rabia y la locura como un niño
que construye molotovs dentro de un árbol hueco; ven
un trapecio y un arcoíris agujereado en la labor del poeta;
ven novelas autobiográficas en las estrías de los frigoríficos;
ven una larga noche de arrestos y una larga noche de soledad
en un cielo de colillas y flores. Y alguien gritó
la música brilla por su ausencia.
Ya no sé qué decir, 10 automóviles van arrastrando el sol,
llega el crepúsculo con nubes negras, flota un ghetto
llamado Benares, descienden de las flores centenares de geriatras.
Ya no sé qué decir, el final de este bosque soy yo mismo.
Y las lluvias de marzo limpian un domo que creíamos
perdido para siempre.
¿Es este recital de poesía que me cubría?
Un texto sin respuesta pero de movimiento excesivo (como si ayer
hubiera rodado una película sin cámara), (como si anoche
hubiera hablado con un desconocido en un café nocturno),
(como si hubiera filmado su risa invisible).
Poesía podrida, poesía podrida, mi amor: un sueño típico
de sobreviviente. Los niños rojos ya no tienen pesadillas,
desean ser perdonados, ser cínicos algún día, leer a Bataille
en francés ya Marx en alemán.
¿Es este el recital de poesía que yo esperaba?
Las estelas de mis viajes. Las palabras cruzadas y los caminos
cruzados de mis sueños. Las calles donde amé, peleé, comí.
Los manicomios que he contemplado desde lejos. Los pequeños cuartos
donde enloqueció mi amiga. Las noches de Superman
y las mañanas de Mickey Mouse. Los paisajes interiores
llenos de cunas vacías, nubes azules y estatuas. Los bebedores
de tequila en las extáticas praderas de la intranquilidad.
(Los canguros destrozados en el aire. Los nervios
destrozados en el aire. Los andróginos que entran a caballo
por los callejones —gritos de Revolución).
Todos mordiendo un trozo cinético del cielo, un trozo
explosivo del cielo, el ala de una paloma. Algo inevitable,
como enamorarse 100 veces —de la misma muchacha.
Estos poemas fueron tomados del libro Muchachos desnudos bajo el arcoirirs de fuego, once jóvenes poetas latinoamericanos, antología de Roberto Bolaño, publicada por Editorial Extemporáneos en septiembre de 1979, México.
Roberto Bolaño nació en Santiago de Chile el 28 de abril de 1953. Su infancia la pasó en en diferentes ciudades de Chile: Quilpué, Cauquenes, Viña del Mar y Los Ángeles; donde cursó sus primeros estudios. A los quince años se estableció junto a su familia en el Distrito Federal, capital de México, donde realizó los estudios secundarios. En 1973 volvió a Chile en los meses previos al golpe militar de Pinochet, realizó un largo viaje por mar y tierra, con el propósito de apoyar al gobierno de Salvador Allende, fue apresado y permaneció ocho días en la cárcel. En enero de 1974 volvió a México, donde conoció a los poetas Mario Santiago y Bruno Montané, junto a quienes fundó un movimiento de vanguardia literaria al que bautizaron como Infrarrealismo. El movimiento contó con dos revistas: 'Rimbaud, vuelve a casa' y 'Correspondencia Infra'.
En 1978 se instaló en Barcelona donde su madre vivía desde hacía años. Llegó a una ciudad en plena efervescencia postfranquista, en la que todo parecía posible, que lo conquistó de inmediato. Al cabo de unos pocos años se trasladó a Girona, y en el pueblo de Blanes se casó, nacieron sus hijos.
A Roberto Bolaño el reconocimiento le llegó tarde. En 1993 publicó la novela La pista de hielo, y en 1996 La literatura nazi en América. Con Estrella distante, consolidó la reputación
recién adquirida, y el libro de cuentos Llamadas telefónicas, lo consagró como uno de los mejores escritores contemporáneos de Hispanoamérica. Los premios le llegarían poco después, con su
siguiente novela Los detectives salvajes, publicada en 1998, que le valió el Premio Herralde, el Premio del Consejo de Chile en 1999 y el Premio Rómulo Gallegos en el mismo año. Los detectives
salvajes, que el editor Jorge Herralde calificó de "thriller wellesiano", está protagonizada por dos hombres embarcados en la búsqueda durante veinte años de una escritora mexicana desaparecida
durante la revolución, y contiene rasgos autobiográficos. La novela se desarrolla en multitud de países: Liberia, Israel, Angola, Francia, Estados Unidos, España... y representa a una generación
nacida en los años cincuenta a la que une un cierto nomadismo, la entrega a ideales revolucionarios, el deseo de cambiarlo todo y la utopía de la revolución.
Bolaño era admirador de los beatniks y fanático de Lou Reed, pero también devoto de Borges y Cortázar, entendía su obra como un conjunto estilístico y argumental, donde los personajes aparecen y
desaparecen para dialogar entre sí, y para enriquecer igualmente las vidas de los lectores.
Bolaño murió el 15 de julio de 2003, desde entonces su obra ha adquirido un merecido reconocimiento mundial.
Poesía:
Reinventar el amor, 1976
Fragmentos de la Universidad Desconocida, 1992
Los perros románticos, 1993
El último salvaje, 1995
Tres, 2000
Ediciones póstumas:
La Universidad Desconocida, 2007
Novela:
Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (con A. G. Porta; reeditada en 2006 junto al cuento Diario de bar), 1984
La senda de los elefantes (reeditada en 1999 como Monsieur Pain), 1984
La pista de hielo, 1993
La literatura nazi en América, 1996
Estrella distante, 1996
Los detectives salvajes, 1998
Amuleto, 1999
Nocturno de Chile, 2000
Amberes, 2002
Una novelita lumpen, 2002
2666, 2004
El Tercer Reich. 2010
Los sinsabores del verdadero policía, 2011
Cuento:
Llamadas telefónicas, 1997
Putas asesinas, 2001
Ediciones póstumas:
El gaucho insufrible, 2003
Diario de bar (con A. G. Porta; adjunto a reedición de Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce), 2006
El secreto del mal, 2007
PREMIOS
Premio Ámbito Literario 1984
Premio Félix Urabayen 1984
Premio Ciudad Alcalá de Henares 1993
Premio Literario Ciudad de Irún 1994
Premios Literarios Kutxa Ciudad de San Sebastián 1994
Premios Literarios Kutxa Ciudad de San Sebastián 1997
Premio Ámbito Literario de Narrativa
Premio Municipal de Santiago de Chile 1998
Premio Herralde de Novela 1998
Premio Rómulo Gallegos 1998
Premio del Consejo Nacional del Libro de Chile 1998
Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile 1998
Premio Altazor 2004
Premio Ciudad de Barcelona 2004
Premio Salambó 2004
Premio Fundación Lara 2004
Premio Altazor 2005
Premio Municipal de Santiago de Chile 2008
National Book Critics Circle Award 2008
Fuente biográfica: Ecritores.org
Fuente fotográfica: Argentina.gob.ar
Escribir comentario