Ensayo-Pessoa. Juan Andrés Ordoñez

Realidad y fragmentación. Un breve acercamiento al fenómeno heteronímico de Fernando Pessoa

 

 

 

Para Luz, mi madre

 

 

 

   De algunos años a la fecha, la personalidad literaria de Fernando Pessoa ha despertado enorme interés en el mundo hispánico y, me atrevería a decir, ha sido para muchos la puerta de entrada a la cultura portuguesa, tan importante en la constitución del mundo occidental contemporáneo y tan injustamente olvidada en el ámbito académico de nuestro país. A partir más o menos de 1980, hemos visto proliferar en nuestras librerías las versiones al castellano de la obra del poeta de los heterónimos, así como en las revistas y suplementos culturales noticias no pocas veces fantasiosas de lo que algunos reseñistas profesionales se imaginan es la obra de Fernando Pessoa.

 

   De tal suerte, el sentido cabal de la obra de Fernando Pessoa aún dista de ser establecido, en parte porque todavía hoy Pessoa es un escritor en buena medida inédito -baste decir que el total de sus originales conservados en la Biblioteca Nacional de Lisboa alcanza las 27 543 cuartillas-, pero también por la enorme complejidad que su trabajo encierra.

 

   Desde el primer momento, la obra de Fernando Pessoa se presenta a los ojos del lector como un caleidoscopio. A cada nuevo acercamiento la obra se transforma revelando facetas tan diversas como las que acusan su proximidad a la filosofía presocrática, al cubismo, al milenarismo e incluso al fascismo. La razón es que Fernando Pessoa se encuentra firmemente enclavado en la tradición cultural de Occidente. Como todo gran artista, Pessoa supo hacer una síntesis compacta de sus elementos; proyectarla en una obra múltiple, y digo múltiple no sólo en razón de la diversidad psicológica que los heterónimos suponen en tanto desdoblamiento de la personalidad del autor en numerosos escritores distintos, sino también en virtud de su riqueza formal. Pessoa no se limitó al hoy por la casa Atica de Lisboa, lo cual hace difícil de creer el ámbito de la poesía por cierto, once tomos publicados hasta reclamo de algunas editoriales, principalmente españolas, que se precian de presentar la "poesía completa" de Pessoa; su obra abarca también cuento, una novela inédita en treinta capítulo, titulada Eliezer, un libro inconcluso de difícil clasificación, O livro mercadotecnia Bernardo Soares y, finalmente, su extensa labor de reflexión sobre cultura, filosofía, historia, política, astrología, aun y, por supuesto, literatura.

 

   Esta diversidad aparentemente extrema, ubicada en su con- texto histórico-cultural constituye una unidad, amalgama, una red de relaciones difícilmente disociables. La diversidad literaria es una y la misma con el complejo múltiple que conforma la obra de reflexión. La segunda es la justificación de la primera. Cierto es que la heteronimia es una forma de hacer literatura, pero también es una proposición ideológica, una forma de concebir el mundo, la realidad. Por lo tanto, para una cabal comprensión de la obra de Fernando Antonio Nogueira Pessoa, es menester no desvincular a los poetas heterónimos unos de otros y a éstos en su conjunto del sustento teórico que proporcionan los escritos referidos.

 

   Sin duda el aspecto más sugerente de la obra de Fernando Pessoa lo constituye la red de escritores apócrifos a los que el mismo llamó heterónimos y cuyo conjunto conforma su obra. Pero, ¿qué es un heterónimo?

 

   En tanto un seudónimo supone pensar y sentir in propria persona, pero firmar con otro nombre (por ejemplo, Neftalí Reyes quien firmaba Pablo Neruda), un heterónimo supone pensar sentir como otra persona lo haría. La heteronimia, pues, implica un ejercicio extremo de abstracción, de despersonalización: crear una mentalidad, una personalidad y una sensibilidad idealmente distinta de la propia y, sobre esa base, una obra de arte.

 

   Ahora bien, ¿es acaso la división de la personalidad hallazgo primordialmente atribuible a Fernando Pessoa? Por supuesto que no. En la tradición literaria de Occidente encontramos numerosos ejemplos de ella. En la literatura portuguesa temprana, hacia el siglo XIII, tenemos para muestra las cantigas de amigo, deliciosos poemas de amor femenino escritos por bardos varones; ¿quién recuerda a Miguel de Cervantes en el siglo XVII, atribuyendo manuscrito de su Quijote a un autor anónimo? más cercana a no el nuestros días, la ya clásica sentencia de Arthur Rimbaud Je est un autre (Yo es otro); y ya en el siglo XX podemos citar el caso de Juan de Mairena, concebido por Antonio Machado, o el del poeta millonario Barnabooth, imaginado por Valery Larbaud.

 

   Sabemos por boca del mismo Pessoa la razón personal que dio origen a su juego de espejos: Una broma. Hacia 1914 Pessoa decide presentar a su amigo el escritor Mário de Sá-Carneiro un poeta apócrifo "de naturaleza-dice- bucólica y complicada", haciéndoselo pasar por verdadero, es decir, como un hombre concreto. Tras numerosos intentos fallidos, final y repentinamente, el 8 de marzo de 1914 nace ese poeta. Según dice Pessoa a Adolfo Casais Monteiro en su célebre "Carta sobre la génesis de los heterónimos", el proceso final de creación de este poeta se sucedió de la siguiente manera:

 

...me acerqué a una cómoda alta y tomando un papel, empecé a escribir de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas al hilo en una especie de éxtasis (...). Fue el día triunfal de mi vida, nunca podré tener otro así. Abrí con un título El cuidador de rebaños. A esto siguió la aparición en mí de alguien a quien desde luego di el nombre de Alberto Caeiro.

 

   En no pocas ocasiones esta carta ha sido tomada al pie juntillas, atribuyéndosele mayor verdad de la que en realidad encierra. Es evidente que las palabras del poeta sobre el origen de Alberto Caeiro si bien no son totalmente falsas, distan mucho de ser ciertas al pie de la letra. La espontaneidad que Pessoa adjudica a la escritura de O Guardador de Rebanhos no es tal, ante los originales del libro contenidos en el archivo del poeta conservado en la Biblioteca Nacional de Lisboa, uno puede constatar las numerosas correcciones al margen de las diversas versiones de cada poema, lo cual, además de echar por tierra las aseveraciones de Pessoa, plantean una seria duda sobre la legitimidad de la obra publicada ya que, salvo Mensagem y las plaquettes de poemas en inglés atribuidos al heterónimo Alexander Search, todos sus libros editados hasta la fecha han sido organizados póstumamente por algunos estudiosos del poeta.

 

   Este rejuego presente en Alberto Caeiro también lo encontramos en el caso de Ricardo Reis. En la misma carta a Casais Monteiro, Fernando Pessoa declara que inmediatamente después de la aparición de Alberto Caeiro, intentó descubrirle "instintiva y subconscientemente" sus discípulos. En consecuencia, dice, "...arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre y lo ajusté a sí mismo..."

 

   Fernando Pessoa incluso ofrece una explicación "psiquiátrica" de la heteronimia:

 

El origen de mis heterónimos está en el hondo rasgo de histeria que hay en mí. No sé si soy simplemente histérico o si soy más bien un histérico-neurasténico. Me inclino por esta segunda hipótesis, pues hay en mí un fenómeno de abulia que la histeria propiamente dicha no encuadra en el registro de sus síntomas. Como quiera que sea, el origen mental de mis heterónimos radica en mi tendencia a la despersonalización (...)

 

Desde niño fui proclive a la creación de un mundo ficticio en torno mío, a rodearme de amigos y conocidos que nunca existieron (...). Esta tendencia que me viene desde que recuerdo ser yo mismo, me ha acompañado siempre, cambiando un poco el tipo de música con que me encanta, pero sin alterar jamás su manera de encantar.

 

   Dadas las circunstancias de su niñez (la muerte del padre cuando contaba apenas cinco años, el segundo matrimonio de la madre poco tiempo después con el coronel João Miguel de Rosa, Cónsul de Portugal en Durbán y el consecuente traslado al África del Sur), no es difícil pensar que su carácter retraído se hubiera acentuado a la par con el desarrollo de su imaginación. Pero, aun así, no es fácil conceder que esta imaginatividad haya provocado en el poeta una "capacidad orgánica para la despersonalización".

 

   Sabemos que Fernando Pessoa fue siempre un solitario y que su capacidad para relacionarse con los demás no fue precisamente su fuerte...

 

...Realmente no tengo verdaderos amigos íntimos escribe en su diario de adolescente, y aún aquellos a los que puedo dar ese nombre, en el sentido habitual de la palabra, íntimos en el sentido en que yo entiendo la intimidad. Soy íntimo es uno de mis ideales (...), aunque tenga la certeza y me repugna dar a conocer mis angustias. Un amigo de que nunca llegaré a tener un amigo íntimo. Ningún temperamento se adapta al mío. No hay un sólo carácter en este mundo que por ventura dé señas de aproximarse a lo que supongo debe ser un amigo íntimo.

 

Su incapacidad para la confidencia es manifiesta. ¿Incomprensión? Posiblemente. Sin embargo, hay una buena dosis de soberbia. Su incapacidad para intimar es del mismo tamaño que la fascinación por sí mismo. No sería descabellado sugerir que el alivio a este conflicto lo habría de encontrar en el alcohol, mismo que lo conduciría a la tumba en 1935, y en el "drama en gente", en la multiplicidad de caracteres que integran su mundo intelectual. Pero tampoco hay que olvidar su marcada tendencia al fracaso y, junto a ésta, el otro fantasma que acechó en la vida del poeta: la demencia. Ante este cuadro, los constantes quebrantos emocionales que sufrió no pudieron sino actuar como refuerzo de su inseguridad.

 

   Desde esta perspectiva, la heteronimia podría tomarse como una especie de salvavidas al que se aferra para sobreponer lo obstáculos y los avatares de la realidad concreta. El fenómeno heteronímico podría ser considerado como una lucha contra aislamiento que, paradójicamente, hace de la soledad su arma fundamental: mediante el cultivo de su soledad Pessoa rompe s aislamiento.

 

   La verdad es que las afirmaciones del poeta despiden un fue te olor a ironía, la cual, si nos colocamos en la perspectiva c Vladimir Jankelevitch, nos revela el pico del iceberg pessoano dice Jankelevitch:

 

La ironía es una conciencia tranquila lúdica. (...) hacerle juego a la ironía, que es el juego impersonal de la verdad, consiste en decir no a la letra para, con toda lucidez, decir sí espíritu (...). La ironía (a diferencia de la mentira) ton en cuenta al otro (al interlocutor) y al mismo tiempo apuesta por su sagacidad (...); el ironista se coloca en pie de igualdad con sus pares; respetándolos, rinde homenaje a la dignidad espíritu; les hace el honor de creer que son capaces de comprender.

 

"El que debe comprender", decía Tolstoi, "siempre comprenderá". Fernando Pessoa parece haberse acogido a la sentencia del novelista ruso. Para empezar, no es posible dejar de tomar en cuenta como determinante el entorno cultural en el que Pessoa se desarrolló. Es obvio que Reis y Caeiro, junto con los demás heterónimos, encarnan la adaptación al juego literario de una idea preconcebida. Si, como se dijo, la personalidad dividida sido constante en la literatura occidental, lo es aún más a partir del romanticismo y la idea de la broma a Sá-Crneiro está relacionada a ella.

 

Como en el poeta portugués el elemento esquizoide también está presente en escritores como Kierkegaard: 

 

Cuán extraña esta sensación que a menudo he tenido de que la vida que he vivido en vez de ser la mía, a cada momento ha sido la de otra persona;

 

Nietzsche:

 

Yo y Mí están siempre conversando seriamente el uno con el otro (...). Para el ermitaño el amigo es siempre la tercera persona...;

 

Baudelaire:

 

Multitud, soledad: términos equivalentes (...) Quien no sepa poblar su soledad, tampoco sabrá estar solo en una turba ajetreada.

 

El poeta goza de ese incomparable privilegio: poder ser a voluntad él mismo y otro;

 

o en el autor de una de las más abiertas apologías de la personalidad dividida antes de Pessoa, Arthur Rimbaud, quien en su célebre carta a Paul Demeny, escribe el 15 de mayo de 1871:

 

Yo es otro. (...) Me es evidente: asisto a la eclosión de mi pensamiento (...) Digo que se debe ser vidente, hacerse vidente. El Poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; él se busca a sí mismo, apura todos los venenos para conservar sólo las quintaesencias. Tortura inefable en que precisa de toda la fe, de toda la fuerza sobre humana, en que deviene el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito, ¡y el Sabio supremo! ¡Pues accede a lo desconocido! Ya que ha cultivado su alma, ya antes rica, más que nadie.

 

   Este fragmento es casi un manifiesto programático que sintetiza la necesidad de llevar al extremo el sentimiento de alienación para redimir la realidad y redimirse a sí mismo con Según Rimbaud, el poeta, como vidente, es aquél capaz de situarse en las diversas perspectivas que la realidad le ofrece conocimiento implícitamente considerado exclusivo de unos cuan- tos. Sin embargo, la idea del poeta como vidente no es original de Rimbaud. En su edición del 1o. de enero de 1862, la revista Le Mouvement publica un artículo firmado por Henri de Clenziou donde la idea es enunciada. Pero el mismo Clenziou aclara que su paternidad no le corresponde a él, sino a los románticos alemanes. En efecto, el fragmento 249 de Novalis ofrece un posible antecedente en 1798. Dice el autor alemán:

 

Descubrir una idea: Dicho de otro modo, en el mundo exterior, entre muchos sentimientos sentir uno, precisarlo; de entre muchas maneras de ver, obtener la visión; de entre muchas experiencias y numerosos hechos, obtener la experiencia; entre muchos pensamientos, pensar el bueno, escoger, pensar el instrumento, pensar el instrumento de la Idea: discernir...

 

   Para Rimbaud, tanto mayor o más exacto será el conocimiento cuanto más abundantes y diversas sean las alternativas entre las cuales el poeta, el "vidente", pueda discernir. Cuando menor sea su identidad, tanto mejor. Este es el fundamento de la personalidad dividida. La urgente necesidad de aprehender una realidad, una verdad auténtica ("la buena", dice Novalis), alternativa a la autonegación como manera de afirmarse, mediante la negación en proceso de deshumanización. Aprehender la realidad mediante la autonegación como manera de afirmarse, mediante la negación de una moral y de un conocimiento como forma de moralidad y medio cognoscitivo, pues toda negación activa, auténtica, implica necesariamente la afirmación.

 

   Pessoa, como los demás escritores posrománticos aludidos anteriormente, hereda la concepción de Novalis de la verdad como un choque entre alternativas, la cual, por otra parte, remonta su originalidad en Occidente a la filosofía presocrática, específica- mente a Parménides, para quien la unidad (verdad, realidad) existe en virtud de la tensión entre los opuestos. Los escritores ficticios encarnan distintas soluciones al problema de la vida, la cual, dada la temática y el común punto de vista que ellos sustentan, parece ser irresoluble. Fernando Pessoa busca una verdad inaprehensible a través de un constante choque entre opciones que se llaman Fernando Pessoa, Ricardo Reis, Alvaro de Campos, Alberto Caeiro, Bernardo Soares, Alexander Search, Antonio Mora, etc., etc., y la verdad parcial que cada una de estas opciones postula resulta de una conflictividad interna, cuya única certeza es, a fin de cuentas, la incertidumbre. Cuatro ejemplos:

 

 

 

Duermo. Si sueño, al despertar no sé

 

lo que soñé.

 

Duermo. Si duermo sin soñar, despierto

 

A un espacio abierto

 

Que no conozco, pues desperté

 

A algo que no sé.

 

Mejor no soñar ni no soñar

 

Y nunca despertar.

 

 

 

Fernando Pessoa

 

 

 

...calle inaccesible a todos los pensamientos.

 

Real, imposiblemente real, cierta desconocidamente cierta,

 

Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,

 

Con la muerte dejando manchas de humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres

 

Con el destino conduciendo la carroza de todo por la calle de nada

 

 

 

Alvaro de Campos

 

 

 

El Tajo es más bello que el río que pasa por mi pueblo,

 

Pero el Tajo no es más bello que el río que pasa por mi pueblo

 

Porque el Tajo no es el río que pasa por mi pueblo.

 

 

 

Alberto Caeiro

 

 

 

Tan pronto pasa todo ¡cuanto pasa!

 

Muere tan joven ante los dioses cuanto

 

¡Muere! ¡Todo es tan poco!

 

Nada se sabe, todo se imagina,

 

Circúndate de rosas, ama, bebe

 

Y calla. Lo demás es nada.

 

 

 

Ricardo Reis

 

 

 

 

 

Cuatro visiones de una misma imposibilidad. Es inminente e sentimiento de alienación respecto a la realidad concreta. irrealidad de la realidad es el tema fundamental de la poesía teronímica y un elemento principalísimo en la poesía a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX. En Fernando Pessoa, como en Baudelaire, Yeats, Valéry o Juan Ramón Jiménez, el yo empírico deviene una multiplicidad de alternativas frente a la realidad concreta con la cual no se acaba de estar de acuerdo. En esta actitud hay un trasfondo de rebeldía que revela una conciencia crítica activa, la cual utiliza como medio de expresión el drama, es decir, la "representación de la acción de la vida con sólo el diálogo"; diálogo entre personalidades, entre visiones o versiones singulares de la realidad: el fingimiento, la dramatización da vida, cuerpo, a la idea. De modo que cuando Baudelaire pregunta:

 

¿...cuándo sabré hacer

 

Del espectáculo viviente de mi triste miseria

 

La obra de mis manos y el amor de mis ojos?,

 

de hecho realiza lo que añora: construir una realidad personal, elaborada en virtud del cultivo de la autodestrucción. Es la afirmación de sí mismo a través de la propia negación; es la trans- formación de la realidad, no mediante la modificación del mundo concreto, sino por su negación. Acaso sea este el sentido de lo que Pessoa afirma hacia 1916: "El arte es el perfeccionamiento del mundo exterior". Para estos artistas el arte comienza consigo mismos, ellos son su primera creación. Pessoa como Kierkegaard, Nietzsche, Baudelaire y Rimbaud son herederos del pensamiento romántico. La autonegación es en todos ellos una manera de afirmarse; mediante el rechazo de todo valor moral, social, ellos proponen y de hecho establecen un sistema de valores propio y, por lo tanto, distinto.

 

   A estas alturas, la explicación "psiquiátrica" que Fernando Pessoa ofrece en su carta sobre la génesis de los heterónimos decididamente pasa a un segundo plano. La heteronimia, pues, fuera de consideraciones de orden estrictamente personal, es parte del fenómeno cultural designado aquí como "dramatización" "división de la personalidad" y una forma de rebelión ante un orden determinado. La esquizofrenia es la enfermedad del aislamiento; quien la padece se refugia en un rincón de sí mismo a convivir con sus fantasías, esa es su realidad individual, su alternativa ante la realidad concreta. En contraste, el cultivo de la "anormalidad" llevado a cabo por los escritores románticos y posrománticos se revela como la proposición de un sistema de pensamiento contestatario a la razón "burguesa", mas paradójicamente orquestado por ella; ello delimita claramente alienación clínica, es decir, la propia del esquizofrénico, y alienación intelectual o filosófica.

 

   Hay un lazo común entre el concepto de Novalis sobre la verdad como un choque de alternativas, la consideración del poeta como vidente por Rimbaud y la heteronimia de Fernando Pessoa: la premeditación y su funcionalidad como instrumento para aprehender la realidad. 

 

   La espontaneidad y la sinceridad son una ficción, bien lo sabía William Wordsworth cuando en su célebre "Prefacio de 1800" a las Baladas Líricas describe la "experiencia poética" como...

 

...el espontáneo desbordamiento de poderosos sentimientos: origina en la recordación de la emoción en la tranquilidad: la emoción es contemplada hasta que, por una especie de reacción, la tranquilidad poco a poco desaparece y una emoción, similar a la que se experimentó ante el objeto de la contemplación, gradualmente se produce y cobra auténtica existencia en la mente...

 

 

 

y todavía mejor lo sabía Fernando Pessoa:

 

 

 

El poeta es un fingidor

 

Finge tan completamente

 

Que llega a fingir que es dolor

 

El dolor que deveras siente.

 

 

 

   La heteronimia de Pessoa es la exageración de la vida como literatura. No es que la literatura exista aparte de la realidad, eso sería tanto como el fracaso total, el silencio; sino que la realidad no existe sino a través de la literatura. La heteronimia es la negación del yo empírico, pero también es su extensión: esta es la paradoja que afirma y exorciza el ser alienado de la modernidad. En palabras de Fernando Pessoa:

 

 

 

Fingir es conocerse.

 

 

 

 

 

Juan Andrés Ordóñez

 

Coyoacán, agosto 30 de 1988.

 

 

 

Este ensayo pertenece al libro 1888 Fernando Pessoa – Ramón López Velarde, Antología Conmemorativa, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Ciudad de México, 1988.

 

 

Juan Andrés Ordoñez nació en la Ciudad de México, en 1958. Ensayista, fotógrafo y poeta. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL de la UNAM, y el doctorado en Filosofía en la Universidad de Londres. Como miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano, se desempeñó como secretario técnico del secretario de Relaciones Exteriores; asesor del secretario de Relaciones Exteriores; asesor del subsecretario para Asuntos Multilaterales; director para América del Sur; director para Asuntos Políticos en el área de Naciones Unidas; director de Formación Diplomática del Instituto de Estudios Diplomáticos de la cancillería mexicana y director general de Asuntos Culturales de la misma institución. En el extranjero ha servido en las representaciones de México en Brasil, Grecia, Israel, Cuba y Francia. Cónsul General de México en Río de Janeiro y Embajador de México en Marruecos. Miembro fundador del Seminario de Estudios Históricos sobre Cultura y Tradición del Departamento de Humanidades del ITSM, en donde ha sido profesor e investigador. Miembro fundador del seminario de Estudios Luso-Brasileños de la FFyL de la UNAM. Investigador de tiempo completo en el IIFL, y de la UDIR de la UNAM, así como profesor de la FFyL de la misma universidad. Profesor invitado en la Universidad de São Paulo, Brasil, y de la Habana, Cuba; investigador visitante en el Ibero Amerikanisches Institut de Berlín. Actualmente es director del Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM en España.

 

 

Fuente biográfica y fotográfica: Enciclopedia de la Literatura en México

 

 

 

 

Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) fue un poeta y escritor portugués, uno de los más brillantes e importantes de la literatura mundial y, en particular, de la lengua portuguesa.

 

Aunque su vida y su obra están íntimamente ligadas a la ciudad de Lisboa, vivió parte de su juventud en Sudáfrica, donde recibió una educación británica que le permitió ganarse la vida como traductor. Por la noche, una vez abandonada la oficina comercial en la que transcurrían sus días, escribía poesía encarnando diversos autores ficticios, heterónimos con diferentes estilos, modos y voces, un desdoblamiento literario de su personalidad que convirtió a Pessoa en un autor enigmático. A diferencia de los pseudónimos, sus heterónimos son personalidades poéticas completas: identidades falsas que de algún modo se vuelven verdaderas a través de una manifestación artística propia y diversa del autor original. Entre ellos destacan Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis. Con alguno de estos nombres llegaba incluso a escribir y publicar críticas de obras que había escrito bajo otros nombres. Un cuarto heterónimo de gran importancia en la obra de Pessoa es Bernardo Soares, autor del Libro del desasosiego, su principal contribución en prosa a la literatura universal.

 

Pessoa murió por problemas hepáticos a los 47 años, en la misma ciudad en que naciera, dejando una descomunal obra inédita que todavía suscita análisis y controversias.

 

 

 

Fuente biográfica: Círculo de Bellas Ardes de Madrid, Casa Europa.

 

Fuente fotográfica: Casa Fernando Pessoa

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