Áspera Noche
UNO
Y yo entre acordes torcidos y cardinales de la Habana,
en una ciudad que tenía luna de noche y olor a potasa.
Y tu allí como la furia del cangrejo,
como el fuego parecido a un caracol
arrancándome el último aullido,
y siempre el silencio, pez sin aire
entre la sombra y tu cuerpo,
y el mar de frente en orgiástica sal
sobre el blanco azul del alga
y su calor venenoso.
Cuánto disparate de falo erecto
y cigarro desamparado en mi boca.
¿Fuimos, a la orilla de una lámpara, un país en dos actos?
Tus labios pusieron la araña de la duda,
donde un río volcó su transparencia de cerveza
DOS
Cuánto amor diste en la sombra que fue luz
desligada de faunos y de musas.
Oh cama, oh sábana sucia,
que dejara una marca de sudores miopes
y de vino eruptado,
entre trigales mordidos
y magnolias atentas a la muerte.
No herimos el ojo de un cíclope en el aire.
No inventamos el ruego del pez en la esfera de su concha.
Entonces trepamos el árbol dulce
con una flor exquisita,
para ver la tarde con peces heridos
de sal con el ala de un crustáceo.
Nos liberó el aliento de un náufrago inconstante,
nulo de su muerte.
TRES
Un viejo cuerpo
entra por el unicornio
del sueño.
Entonces divago, narro un paraíso
en el fondo de una estrella incomprensible
atrapada por el insomnio.
Y aun así te toco desnuda sobre flores descabelladas,
donde el río ilusorio del deseo corrompe.
Era el amor. Si. La muerte en lo claro de una rama,
que buscaba en su afinado movimiento al pájaro complementario.
Todo lo que hubo en el deseo primero:
el giro del delfín en su audacia que funda el mundo,
la lujuria del ojo
como la mirada de un dios calmo.
Oh mar, Oh tiempo.
El látigo de la ira sacude el tambor
seco de la sangre.
CUATRO
Poder decir una palabra
a la altura de un pájaro,
que el hipotálamo vibre
como el señuelo para atrapar incautos,
que el imposible sofisma
responda sin palabras
al galgo en la rapidez de una pradera.
Acerca de la muerte.
Ni el ojo del liberto
ni el peso de una réplica
redimen el arrecife del pez
con que el mar encarcela
todo lo que el tiempo no mata.
CINCO
El día, esa pequeña trampa
no detiene la muerte,
su inconmensurable
ocio de gusano.
Por el entramado de algún prado,
la hora escarcea su propia oscuridad,
el día obsesivo parecido a su imagen.
Un seco viento de precipicio golpea la
pared ciega del mundo.
Nos une la secreta angustia y la soledad.
Paúl Enrique Benavides (1966, Heredia). Sociólogo y escritor. Ha sido funcionario del Parlamento costarricense durante treinta años. Sus poemas se han publicado en revistas internacionales de poesía y literatura, entre ellas Ágrafos y New York Poetry Review. Entrevistas y cometarios a su obra aparecen en el Suplemento Áncora, en Lectomania.net de la Cámara Costarricense del Libro y en la Revista de Estudios Latinoamericanos de la UNA. Ha publicado en poesía: Duelos Desiguales (Euned, 2012), Oficio de Ciegos (Arboleda, 2014), Apuntes para un Náufrago (Letra Maya, 2017), Áspera Noche (Letra Maya, 2019), Ciego de Noche (2023), “Los Papeles de Chantall (novela, Editorial El Gato y la Bruja, 2021) que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, Aquileo J. Echeverría.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Paúl Enrique Benavides.
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