Avenida Central
No debe ser normal
tener dolor de aire en las pupilas,
flotar sin presentirlo,
sin tener un motivo.
Sentir asco por todo
o enredarme en el verso
y desaparecer sin que nadie lo note.
No, no debe ser normal
depender del naufragio,
del “ya no hay remedio”,
“tenga fe, eso funciona”.
Llenar mi botiquín con mansas mariposas
o polvo de serpientes segadas por la luna.
Aquí en la avenida
todo es anormal y a nadie le importa.
Hay mil y una palomas,
mil y un almas revolotean y chocan
como inmensos abejones de siempre.
Un niño no vidente falsifica la vida
y canta una ranchera.
Una adolescente se levanta la falda
pero solo la miran el policía que escupe
y el drogadicto loco que estira la mano
para medir el borde del abismo
y calcular el salto.
Mil y un vendedores se lanzan al acecho,
insisten, gritan,
tratan de convencerme:
“melcochitas de coco”,
“llévese un recuerdo
venga tómese una foto
aquí con las palomas”.
Justo frente a la estatua de Beethoven
una ocarina proscrita convulsiona;
solo diez metros más a la derecha
me intercepta Calderón de la Barca
y me recuerda que la vida es sueño.
(Del libro La soledad del ébano (UCR: 2015)
El rostro oculto de la luna
Yo conocí ese rostro desde niña,
lo vi por la ventana
asomarse en la lasciva pupila del padrastro,
lo vi resplandecer sobre la piedra
donde él firmó el pacto
que hizo con el diablo
mientras me penetraba.
Yo conocí ese rostro,
me marcó con lunares la cara
y me llenó los ojos de ceniza.
Me hizo caminar por la hojarasca roja del suicidio
y reventó las cuerdas de los puentes
para tenerme presa.
Sí, yo conocí
su resplandor de luna mentirosa
desde siempre,
por eso la podría odiar
con el odio de Dios o el de Vallejo,
pero he decidido perdonarla.
(Del libro Las lunas del mal (Summa Editores-Perú: 2020)
Acontrapelo
La vida es este instante
– me repiten los ecos,
y yo sigo corriendo,
buscando en cada ojo,
en cada signo,
en cada flor que se abre
la señal de salida.
Alguien me quiere hablar de sus veinte años,
de los pétalos rotos que esconde entre su falda,
de los sueños que antecedieron siempre
a las posibilidades.
Mientras yo camino indiferente
tropezando entre las hojarascas
y en el tacón mordaz
del boom de los charoles.
He dejado el instante
en el cansado quicio del cansancio.
He envuelto con gasa mis talones
y he tomado en mis brazos
el corazón del viento
para correr entre las avenidas
y entre los vendedores de manzanas,
de luces importadas, de diciembres…
El carnaval a veces me convoca,
después me deja ebria
en esa esquina que tampoco existe.
La vida sigue atenta
la dirección del polvo
que levantan mis pasos;
con su boca ya seca,
y su mareada brújula,
corre detrás de mí,
a contrapelo,
tratando de alcanzarme.
Se vuelve perra fiel,
hambrienta loba,
quiere beber la savia de mis huesos,
quitarme el antifaz,
la piel,
la lágrima,
esta sonrisa de esfinge que no es mía.
Pero yo sigo nómada,
solipsista metáfora,
cláusula impersonal
buscando alucinada la cábala,
o el ángel que se atreva a estremecer la piedra,
la meta y su cintilla.
La vida se desnuda de pronto en mis pupilas...
(Del libro La soledad del ébano (UCR: 2015)
Túnel
Soy la cueva donde anidan los pájaros
que salen del infierno,
heredera de escombros.
Mis venas son el túnel
de náufragos proscritos.
En mi sangre
van viajando sin rumbo
las voces de las niñas violadas,
de la condena anónima
que las obliga a silenciar
su llanto de cuchillas.
Como ciegas serpientes,
ellas trepan sedientas
de su dolor al mío
en un juego sangriento
de ausencias y de aullidos.
Huiremos asidas de las manos,
pero antes cavaremos los ojos
del cuervo homicida.
Del libro Antagonía. Torremozas-España: 2015)
Tempestad
Huyo de Dios,
del diablo,
de los campos minados,
de los pájaros
y tanto fantasma
con su anónima culpa.
La luna es un viejo vagón
que se entierra en mis ojos,
un torbellino
de campanas y navajas voraces
que convergen
en el eco de la angustia y el miedo.
Mientras mi alma
va tejiendo con fuego un escondite.
Ya emigraron los pájaros sedientos.
Tempestad de vagones desangrados
en las cuatro estaciones
de este desasosiego,
y en el bendito beso de la muerte.
¡Tempestad!
(Del libro Antagonía (Torremozas-España: 2015)
Melancolía
¡No mueras, te amo tanto!
A César Vallejo
Espergesia, escalera,
barro meditabundo sin garganta,
búho triste batiendo
un corazón de viejo
en el límite siniestro
de mi beso.
César sin pan,
sin Lima, sin Paris,
sin los dados de un dios
que gira sordo y ciego
sobre las avenidas.
Sin cesar yo te busco
entre aguaceros tristes
y calaveras
siempre calaveras
que ya no dicen nada,
ni siquiera te nombran.
Pero el verso apócrifo
hace un rito en la página,
la retuerce, la muerde,
la deja sin aliento
y el féretro se esconde
entre la niebla,
y tu melancolía
se empoza como un charco
de culpa en mi mirada.
(Del libro Antagonía (Torremozas-España: 2015)
Umbría
Esta casa está llena de puertas,
de formas y colores yuxtapuestos,
de minotauros ocultos que la piensan.
En las ventanas
atisban satélites mecánicos,
innumerables hélices
que vigilan su sombra.
Pero ella sabe
que debe desaprender la luna
y no nombrarla.
Sabe que no debe perseguir
ese hilo de sangre.
Todo se ha vuelto
un pájaro anónimo,
que no lámpara
ni palabra perfecta,
sino demente ego,
falsario, hiperbólico.
Ella sabe
que todo pasa
con la nube que fluye
y se diluye en la última ceniza.
Sabe también que el pálpito
un día dejará de empujar
el río que la habita.
Que no lámpara, dije,
ni mito
ni poema esperando el cadalso,
solo un corazón
en el umbral de la casa.
(Del libro Las lunas del mal (Summa Editores-Perú: 2020)
Siglo XXI
Caminan asustados.
Se confunden
y tropiezan
y caen
cuando el flash los atrapa;
luego se levantan sonámbulos
creyéndose a salvo
y unipersonales,
cristianos o budistas,
o simplemente agnósticos;
es igual para todos,
caminan como zombis
conectados a una red de demencia.
Alguien pronosticó
que la tecnología se tragaría la selva.
Todos avanzan impregnados de chips
y de metales sordos,
de pensamientos falsos
que no les pertenece.
No saben que cada movimiento
se programó en algún laboratorio cibernético.
Corren desesperados
para alcanzar su propio holograma,
una meta que es otra mentira.
Corren ciegos empujando su sombra
que va haciendo estragos
entre la muchedumbre,
aún no han descubierto
que todo esto es maya.
Pero yo sé
que la luz primigenia permanece.
Es preciso sumergirse de nuevo
en las aguas del Éufrates.
Es urgente abandonar el Mar Muerto
y enjuagarse los ojos
con sal y con arena
de otra luna,
comprender que el aire que alimenta tu sangre
es el mismo que activa los pulmones
de ese otro -quizá desconocido-
y del que está a tu lado,
tan perdido
como el eslabón que nos hizo humanos.
De la antología personal Ente Babel y el cielo de mi boca (Colección Lima Lee- Perú: 2020)
Lucía Alfaro, poeta, graduada en Administración de Empresas, Bachiller en Filología Española, con estudios de maestría en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Costa Rica. Directora Adjunta y mercadóloga de Poiesis Editores. Gestora Sociocultural del Grupo Literario Poiesis. Fiscal de la Asociación Costarricense de Escritoras. Ha publicado siete libros de poesía y dos antologías personales. Incluida en revistas y antologías nacionales e internacionales. Traducida al portugués, al inglés al italiano y al braille. Ha representado a Costa Rica en Festivales internacionales, en: Nicaragua, Panamá, México, Colombia, Uruguay, República Dominicana, Perú, Guatemala, Ecuador y Estados Unidos.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Lucía Alfaro
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Blanca Emmi (sábado, 16 noviembre 2024 09:44)
Los poemas de Lucía son sangre que alimenta la vida