De Duelos desiguales, EUNED 2012.
A Virgilio Piñera
No le pongan flores sobre la carretera,
sobre la carretera no le pongan flores,
a ese niño azul que atraviesa la calle camino de las Cariátides
para atrapar los torsos de adolescentes griegos y marmóreos
y a los negros que danzan a pleno sol en el poema.
Sobre la carretera
no le pongan flores o si muere porque no muere,
rodeado de agua que tanto odiaba, por todas partes de la isla,
agua y agua y agua
como una maldición que lo cercaba,
y su isla en peso que se negaba a hundirse y seguía flotando
sobre las horas, los días y el mar,
como un dolor que intentaba tragarse
en el poema enorme como una esponja marina.
No le pongan flores a ese niño de ojos claros
que en su juego de palabras burla la muerte,
a ese adolescente viejo que escribe infatigable
con una taza de café
para desbastar los templos del odio,
mutilar la fuente del escarnio
y negarse a ser siervo frente al amo.
Todo para seguir cantando esa vida viril
que nunca tuvo entre los brazos.
La Habana
Nativo en una ciudad ajena,
la vida me trajo y la alegría me puso en sobreaviso.
Leo en el parque Lenin La isla en peso,
el verso frenético contra el malecón,
el mar herido, desterrado y apátrida.
En el hotel Colina en La Habana,
en la rompiente de la noche,
sé que se llamaba Aidé y era de risa atrabiliaria,
recitaba a Martí con falda corta,
oriunda de Sancti Spíritus y me escolarizaba con poesía.
En el tropel de los buses y de los camellos atestados
la revolución ardía allí dentro.
En plena resurrección de la carne,
sostenida en su debacle la ciudad reverbera
en el sol que no da tregua.
Sé que no pasaba nada y que pasaba de todo.
Oculto en un jardín barroco
Lezama lee a Fray Luis de León con voz de cíclope.
La literatura es una pared de mármol herida
y una columnata dórica sostenida por la hiedra.
Nada sobrevive a la charanga ni al son ni a la timba.
Nadie dicta nada, son inútiles las arengas.
Frente a un palacete me detengo,
oigo el agua prenatal de una fuente neoclásica.
Dulce María Loynaz repasa los endecasílabos
y cuenta versos con los dedos.
De Ciego de Noche, Letra Maya, 2016 – 2023
Poema 20.-
Te pregunté si te dolía
el amor hallado, herido,
en tu cuerpo de pantera, libre
entre hombres bobos.
Te pregunté si herías
a todos los puertos del mundo,
a todas las calles vacías
y a todos los que no llenaban
ni tu sombra ni tus pasos.
Te pregunté por el mar de Pessoa,
por ese mar enorme y portugués,
cargado de sal, de gaviotas
y de barcos pequeños.
Que te salían por las manos.
Por tus años borrosos
como la bruma de Lisboa.
Por el amor, por todo tu amor
que no olvidabas
a cada rato recordar.
Te pregunté por tu edad sin edad
que llamabas destino, soledad, luz, mentira
verdad siempre dicha en llamas.
¿Te bastó la muerte para no morir?
Te pregunté si respondías con el oído sordo
a mi silencio blanco.
Te pregunté por mí.
Y respondiste
con la nada.
Me golpeaste
con la nada.
Con tus dos ojos
hermosos y duros
Que olvidaron los soles, los veranos,
las manos que fueron
y vinieron por tu cuerpo
como un fuego
liviano sin memoria.
Poema 7.-
No ya tu isla,
tu recuerdo de domingo,
tu bombilla que alumbrara el revés de la noche,
la estepa verde y luminosa
donde fuimos en el reino de la vida
puro amor y deseo.
¿Y ahora? ¿Qué hacer? ¿Dónde crece el amor para ser ya con su contrario,
uno solo?¿Cómo llegar en un mismo río a un mar que no se encuentra?
Si en la casa abundan las calles vacías,
los ruidos muertos,
la huella rota
de un triciclo
que el sol de la niñez
aún no se desampara.
Si ya uno, como un árbol en el tiempo,
tocará el máximo de su fruto,
conquistará el rojo más ardido.
Extendiera imposible las ramas hasta
un predio donde yace
el bullicio como un niño muerto.
Qué queda sino lo hermoso de aquel aire
sin dolor.
La resaca de la vida que golpea
como un mar furioso en el patio de lo ido,
lo vivo en la desgracia
que muerde, muerde como aquel
perro de la niñez
que aún amamos.
Poema 20.-
Te pregunté si te dolía
el amor hallado, herido,
en tu cuerpo de pantera, libre
entre hombres bobos.
Te pregunté si herías
a todos los puertos del mundo,
a todas las calles vacías
y a todos los que no llenaban
ni tu sombra ni tus pasos.
Te pregunté por el mar de Pessoa,
por ese mar enorme y portugués,
cargado de sal, de gaviotas
y de barcos pequeños.
Que te salían por las manos.
Por tus años borrosos
como la bruma de Lisboa.
Por el amor, por todo tu amor
que no olvidabas
a cada rato recordar.
Te pregunté por tu edad sin edad
que llamabas destino, soledad, luz, mentira
verdad siempre dicha en llamas.
¿Te bastó la muerte para no morir?
Te pregunté si respondías con el oído sordo
a mi silencio blanco.
Te pregunté por mí.
Y respondiste
con la nada.
Me golpeaste
con la nada.
Con tus dos ojos
hermosos y duros
Que olvidaron los soles, los veranos,
las manos que fueron
y vinieron por tu cuerpo
como un fuego
liviano sin memoria.
Poema 34.-
Y yo mismo
como un pequeño, barco de papel
que recorría
el ocio del agua con la mano flaca
para tocar algún pez del alma.
La guayaba prohibida de la tarde
sin arrepentimiento alguno
como un dardo.
Y yo mismo
Como el niño subido en el árbol viejo
a la intemperie sin miedo
tocando las puntas del miedo
descalzo sobre el césped
como un gato blanco que adivinaba
al pájaro simple y emigrado
Y yo mismo
Entre las divagaciones del zancudo
como un alce
en cuadro patas enormes sin destino
Y el caballo del tiempo sobre el zinc
Parecido al viento
la grieta en el adobe desde donde veía a dios
Hacer al hombre y la mujer de barro
O una araña perfecta
Y al buho ciego de día
Minotauro de la noche
Y mi yo mismo ahora
Con ganas de llover sobre esta hora
Como lo hiciera la vida entre mis muertos idos
Con ganas de algo parecido
al mar de la niñez
Cargado de sal y de gaviotas y de barcos pequeños
y de perros flacos en chacarita Puntarenas
a las cuatro de la tarde
Y mi yo mismo ahora
Sin años borrados en la memoria
En la casa donde estuve sin edad sin tiempo
Donde todos siguen vivos
El tío el gato lento los pericos la rubeola iracunda
Donde la abuela se mece con el oído sordo
Y la quietud en llamas
Mascando a dios como el pan viejo
Y se abanica con amor los soles
y los veranos
de un dolor nuevo
Poema 38.-
"Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te había prescrito no comieras".
Génesis 3:17.
Y mientras Dios
los expulsaba del paraíso,
él seguía sus pasos
de gacela única, sobre el pasto rebelde,
entre ángeles gordos
y arcángeles aburridos.
Ella era una tormenta
que lo golpeaba
por fuera
y un fuego raro que lo comía
por dentro.
Y vio, por vez primera.
Y oyó, por vez primera.
Y sintió, por vez primera
el cuerpo de Eva
Arder
como toda la pureza del pecado.
Y en la caída
vieron la tierra larga y ancha
entre pumas, fieras, ranas, pájaros,
nacimientos, muertes,
guerras,
perros y niños que jugaban
en un parque.
Y sintió, por vez primera, la belleza del
amanecer,
el aliento de la muerte,
el abrazo del hijo,
la lágrima implacable,
el dolor que escribía su dictamen
en las heridas que iban
uniendo
sus dos cuerpos
en uno solo.
En aquel maldito paraíso.
De Áspera Noche, Letra Maya, 2017.
1.-
¿Qué es el miedo, Madre?
Te lo pregunto luego de saberlo,
sin precipitar el ojo duro en tu cuerpo casi luminoso,
que vuelve sólo, con voz amarilla.
¿Era esto el miedo, Madre?
La sal desaparecida que unió
tu pecho con mi boca,
o este inofensivo veneno que muerde
por debajo de la piel.
¿Era eso el miedo? ¿Cómo hicimos para saberlo?
En la ternura corrompida por la distancia,
por el umbilical grosor del frío
hecho a tu horma, a tu ahogo máximo de fiebre.
Hijo de tu quimérica sed del árbol del miedo
precisa como la leche nocturna,
me diste la vida y me quitaste el miedo,
para darme uno nuevo en su fuente pura,
única manera de amamantar siempre.
Me dabas el amor y el miedo mientras esperaba
la melodía extraña de tus ojos.
Y tu voz lejana entre los juncos del sueño
Como un caballo de madera herido,
Regresabas del mar de lo sido y yo de la duda
que me subía por las piernas
como un escarabajo,
Y salías del silencio para entrar en más silencio,
y seguir cabalgando la tarde
como el mar, como el sonido de la lluvia sobre el tiempo,
¿Era eso el miedo, Madre?
La penumbra crecida sobre el patio,
la luz donde intentaba hallarte
en la tenaz circunferencia del frío.
La voz del padre imposible desentendida
del miedo en la punta del ciprés tomado por la luz,
pintaba su girasol iluminado y lejano siempre,
porque no es tan dulce ni tan decoroso
el miedo, Madre,
se parece al amor en su despojo,
se parece al caos y a la muerte,
a la manera sombría y esporádica de querernos
entre los desapegados grados de la tos,
por la herida sin arrepentimiento alguno.
En la pupila del insomnio estás, como el dolor
que no te curaron a tiempo,
hielo que arde y no se ve,
donde eras siempre la misma y siempre distinta…
la misma y siempre otra.
¿Era esto el miedo, Madre?
La mínima caricia
del otro lado de la mano y dentro del sueño.
¿Era esto el miedo, Madre?
La noche en llamas y con árboles,
el lobo que saltaba en la madrugada
para devorar sus crías como un dios dañino,
como el abuelo debajo de la tierra,
como su muerte incompresible,
como los demonios de la tisis golpeando
a las viejas tías en los sanatorios.
Ya lo sé madre. Ahora entiendo.
Ese luminoso temblor de manos y del alma,
el frío del desasosiego que en la noche ardía,
peludo y narciso abrazado a mi espalda.
Y tu voz vaciada de memoria en mi oído,
que medía mi soledad extendida sobre la cama.
¡Qué miseria oírte y no verte aunque te viera!
Ver a tu alma siempre desplazada,
detenida en ese ángel tramposo del llanto
que te salía desde el fondo del ojo,
con su verdad incomprensible
para esconder a la niebla y al párpado.
¿Era esto el miedo, Madre?
No querer despertar como yo a veces.
A veces huyendo de un sol vengativo
Y siempre de un cuerpo hermoso
versicular y salmódico,
y así te toco sin dolor y en secreto,
en ese lago tenso en el que me hundo.
¿Era esto el miedo, Madre?
Que no reconozco y apenas huelo como la miel
o la pesadilla,
que repite su mordisco en mi sangre,
su anónima voz de pájaro
que atraviesa el recuerdo preñado de guerras secretas y de marinos turbios,
ahora entiendo que tu miedo era mi pan y mi alegría,
la forma de amar y de reír en la maquinación urgente del sueño.
No soy ahora el mismo pero estás y tiemblo.
Separada de mi boca está reducida a viento y a ceniza.
¿Era esto el miedo, Madre?
La cercanía que nos hermanaba
en la distancia, en el silencio,
como quien abre un grito en dos mitades
sobre el borde del abismo.
Cuántas veces no te vi en la mujer que ya no eras
cruzar la tarde o el mar de un rostro ignorado.
¿Así eras? ¿Así fuiste?
Más allá del patio y de la ropa tendida,
con la luna en tus zapatos mientras tomabas café,
con la risa diluyéndose y una
mariposa por detrás.
¿Qué fue del miedo? ¿Del desamparo loco por la muerte?
Busqué el regazo, la plegaria, la pupila
Y ahí en la voz que no oías,
Te oía,
entre los conejos de la infancia,
entre los tallos desesperados de la mañana,
en el desconfiado vaho de la locura,
Estaba tu lado más amoroso en mi garganta,
como álamo ardiendo, Madre.
2.-
Y yo entre acordes torcidos y cardinales de la Habana,
en una ciudad que tenía luna de noche y olor a potasa.
Y tu allí como la furia del cangrejo,
como el fuego parecido a un caracol
arrancándome el último aullido,
y siempre el silencio, pez sin aire
entre la sombra y tu cuerpo,
y el mar de frente en orgiástica sal
sobre el blanco azul del alga
y su calor venenoso.
Cuánto disparate de falo erecto
y cigarro desamparado en mi boca.
¿Fuimos, a la orilla de una lámpara, un país en dos actos?
Tus labios pusieron la araña de la duda,
donde un río volcó su transparencia de cerveza
y tabaco helado.
Comentario a SECRETOS PERFECTOS
Poesía selecta de amor
1965 – 1995
(EUNED 2016)
AUTOR: ALFONSO CHASE BRENES (1944).
El libro publicado por la EUNED reúne treinta años de poesía escrita por el autor sobre el tema del amor, que va del año 1965 al año 1995. Contiene cinco secciones: El enemigo fiel (1965),
Perpetua Adriana (1966), Música Solar (1966 – 1968), A quien buscare el corazón de los lugares (1969 – 1972), Labio del día (1974), Declaración y fe (1995). Es una esmerada edición con un diseño
de portada que le hace honor al libro.
La poesía de Secretos Perfectos (Poesía selecta de amor 1965 – 1995) es un viaje auto trascendente por el cuerpo humano, una celebración del día, de la mañana, del viento, del sol, de la luz,
pero lo es también de la noche, del frío, del silencio, con que el poeta contempla el universo y celebra la huida o la presencia del cuerpo amado. Hay en una cosmogonía ciudad – cuerpo – viaje –
muerte – amor – deseo - renacimiento – iluminación que aparece en unos poemas y reaparece en otros. En unos poemas se afirma la noche y en otros prevalece la luz, en unos textos está presente el
cuerpo y en otros es patente la huida de ese cuerpo objeto del deseo. Hay en el flujo continuo de los poemas una dialéctica que afirma y niega el objeto amoroso, que lo extraña y lo celebra, que
lo recupera y lo pierde en la memoria.
Chase como poeta tiene una evidente filiación con el trascendentalismo norteamericano de Walt Whitman y de H. D. Thoreau y quizá en menor medida de R. W. Emerson. Al igual que estos poetas del
renacimiento americano, su poesía habla de la unidad y fusión con el cosmos, es un canto a la libertad, a la vida y a la naturaleza, al vitalismo y la energía que emana del hombre nuevo.
Pero en los textos de Chase el poema no es solo un canto a los bosques vírgenes y a la naturaleza pletórica de animales, o solo una celebración de la vía mística. En su poesía el goce y la
celebración del cuerpo humano son centrales, tienen una enorme importancia como vehículo y forma de expresión poética, lo que lo vincula más con la poesía de Walt Whitman y menos con el
trascendentalismo de corte emersoniano.
El contacto con el cosmos, con el pájaro, con el aire, con el sol, con la noche, con el agua lo hace a través del cuerpo humano, es una vía que permite el flujo hacia al ojo, por la piel, por la
boca, por el párpado, y que estalla en el pecho. Poesía del deseo erótico y de la ternura, de la caricia y del socollón del cuerpo femenino y masculino, materia sobre la que autor despliega su
poética del amor.
No obstante, en una cantidad importante de poemas está presente la veta mística y espiritual que posiblemente provenga de la lectura en inglés de los textos de Ralph Waldo Emerson, influidos como
se sabe por cultura oriental y asiática, la mística de Swedenborg, así como del neo platonismo y del trascendentalismo alemán.
Es posible afirmar que la poesía de Chase integre ambos contenidos, la mística y el vitalismo del cuerpo humano y quizá sea ahí donde resida la magia de su poesía escrita durante su larga
trayectoria literaria.
¿Hay amor en la poesía de Secretos Perfectos? Si claro, pero distante de la pose romántica. El amor cambia y se transforma algunas veces en deseo, otras en fuga o ruptura amorosa, o en nostalgia
por la pérdida o en celebración de lo efímero del goce erótico. Hay en algunos poemas la celebración del deseo erótico, pero los cuerpos nunca llegan a fundirse en uno solo, sino que apenas se
tocan, se rozan, para luego fugarse o diluirse en la memoria.
El momento del poeta auto trascedente, sensual y amoroso, da paso al poeta de la esperanza, al poeta civil y democrático, donde se revela como discípulo latinoamericano de Whitman y Thoreau. Aquí
también el poeta recurre a la potencia del cuerpo humano, masculino y femenino, a la suprema ironía presentes en algunos textos de las secciones que cierran el libro, Labio del Día (1974) y
Declaración y fe (1976 – 1995). Algunos poemas de esta sección son memorables, de una belleza simple y verdadera.
Para los que hemos sido lectores de su poesía y estamos familiarizados con ella, podemos decir que el poeta joven guarda una estrecha relación con el poeta que escribió los textos en la década de
los noventa. Guarda una enorme similitud a condición de que ambos poetas no sean el mismo. Si algo tiene la poesía de Chase es esa capacidad para cambiar, para integrar elementos opuestos,
disímiles y contradictorios. Nuevos sonidos, lugares, tonos, sensibilidades. Es la misma voz que fluye y muta constantemente absolutamente proteica. Es la misma voz poética y no es, de forma
simultánea.
En toda la extensión del libro Secretos Perfectos está el poeta cuyos textos fueron el equivalente a un chingazo luminoso para muchos de nosotros. La lectura de sus poemas nos libraron
posiblemente de la muerte, de la derrota total y de la pérdida del sentido de la existencia.
Paul Enrique Benavides. Sociólogo y escritor. Asesor del
Departamento de Servicios Técnicos de la Asamblea Legislativa por 30 años. Pasante en las Cortes Generales (Parlamento español, 2008). Profesor invitado en la UNA, en el Centro de Estudios
Generales (2016 - 2019).
He publicado en poesía: "Duelos Desiguales" (EUNED 2012), "Oficio de Ciegos" (Arboleda 2014), "Apuntes para un Náufrago" (Letra Maya 2017), "Áspera Noche" (Letra Maya 2019), "Los papeles de
Chantall" (novela, Editorial El Gato y la bruja, 2021), que recibió el Premio Nacional de Literatura, Aquileo J. Echeverría; Ciego de Noche (poesía reunida 2016 - 2023, Letra Maya
Editorial).
Espera su publicación para el año 2025, la novela "La muerte de los otros (en el país más feliz del mundo). Letra Maya Editorial.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Paul Enrique Benavides
Alfonso Chase (Cartago, 1944) es uno de los escritores costarricenses más relevantes e influyentes. Participó activamente en la fundación de la Universidad Nacional (UNA), de la cual fue catedrático, y en la que se desempeñó como profesor de talleres literarios, asesor cultural de la Rectoría, docente e investigador en la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje y director de Extensión del Centro de Estudios Generales, entre otros cargos. Asimismo, ocupó puestos de diversa naturaleza en varias instituciones de Costa Rica, entre las que se pueden citar la Editorial Costa Rica (ECR), la Asociación de Autores (AACR) y el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes (MCJD), del cual fue cofundador en 1970. Poemas y relatos suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, portugués, ucraniano, polaco, serbio, ruso y griego moderno, entre otros, e incluidos en numerosas antologías de poesía y narrativa. Premio Nacional de Cultura (1999) por su trayectoria artística de vida, Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en las ramas de poesía (1967 y 1995), cuento (1975), novela (1968 y 1995) y ensayo (1986); Premio de Periodismo Cultural (1987) y Premio Carmen Lyra de literatura infantil y juvenil (1978). El 1° de diciembre de 2022 recibió la distinción Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Costa Rica.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Alfonso Chase
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