Poemas de Luis Buñuel

POLISOIR MILAGROSO

 

 

 

En invierno caen al mar los gritos de los semáforos

 

acribillados de viento y de crucifixión

 

Un barco puede naufragar en una gota de mi sangre

 

de mi sangre cuando cae sobre el pecho

 

de una marquesa Luis XV de espuma

 

 

 

Ese paisaje se hiela menos sobre el espejo

 

que sobre las uñas de los muertos

 

que han de resucitar

 

con los dedos convertidos en flores

 

en flores de agonía y de salvación

 

 

 

Partida como un valle de Josafat

 

les espera la raya de mi cabeza

 

Mientras Cristo condena

 

la virgen María en peinador blanco

 

dará un pedazo de pan a los condenados

 

y pondrá un pájaro de caricias

 

en la frente de los que se salven.

 

 

 

 

 

BACANAL

 

 

 

Carnero de 125 pesetas

 

rizado abundoso manual como el vientre

 

de la mujer de 150 pesetas

 

los panes que come el pobre

 

pueden amasarse de ese vientre

 

y cocerse con fuego de pulgares

 

 

 

Cuando cruzamos los pulgares para formar un aspa

 

se renueva el martirio de San Bartolomé

 

que como se supo después era un fauno

 

o un miembro que se crispaba delante de la cruz.

 

 

 

San Bartolomé y el fauno danzaban cuando

 

las piedras salían disparadas de la tierra

 

como besos tirados con la punta de los dedos

 

Al morir se lo comieron unas hormigas alegres

 

que tampoco eran hormigas

 

eran unas bayaderas silenciosas.

 

 

 

De la tumba de San Bartolomé

 

sale una espiga de carne ardiendo

 

por cada beso que pudo y no quiso robar.

 

 

 

 

 

 

 

PALACIO DE HIELO

 

 

 

        Los charcos formaban un dominó decapitado de edificios de los que uno es el torreón que me contaron en la infancia de una sola ventana tan alta como los ojos de madre cuando se inclinan sobre la cuna.

 

        Cerca de la puerta pende un ahorcado que se balancea sobre el abismo cercado de eternidad, aullando de espacio. Soy Yo. Es mi esqueleto del que ya no quedan sino los ojos. Tan pronto me sonríen, tan pronto me bizquean, tan pronto SE ME VAN A COMER UNA MIGA DE PAN EN EL INTERIOR DEL CEREBRO. La ventana se abre y aparece una dama que se da polisoir en las uñas. Cuando las considera suficientemente afiladas me saca los ojos y los arroja a la calle.

 

Quedan mis órbitas solas sin mirada, sin deseos, sin mar, sin polluelos, sin nada;

 

 Una enfermera viene a sentarse a mi lado en la mesa del café. Despliega un periódico de 1856 y lee con voz emocionada:

 

 “Cuando los soldados de Napoleón entraron en Zaragoza en la VIL ZARAGOZA, no encontraron más que viento por las desiertas calles. Sólo en un charco croaban los ojos de Luis Buñuel. Los soldados de Napoleón los remataron a bayonetazos.”

 

 

 

 

 

MENAGE A TROIS

 

 

 

          Por mucho que lo intenté no pude ver el rostro del chófer, algo así como un cosaco que conducía nuestro auto. Junto a mí viajaba una mujer enlutada de una distinción de diosa, de una palidez de alba. No la conocía. Pero sentía despertarse mi piel empapada de lujuria. Atravesábamos un paisaje sin cielo, sin cielo hasta perderse de vista. La tierra se hallaba cubierta de flores negras que exhalaban un penetrante aroma a alcoba de mujer. 

 

          Mi desconocida mandó detener al chófer junto a un gran lago repleto, un lagrimal repleto de angustia. “Este es –me dijo- el lagrimal repleto lago de angustia”. No le hice caso, ocupado como me hallaba ahora en besarle el pecho entre los senos que ella ocultaba con las manos, llorando sin consuelo, sin fuerzas casi para defenderse de mi lascivia.

 

          Hasta nosotros llegó el chófer con la gorra en la mano no sé a qué. Creí reconocer su rostro y ya no me cupo duda sobre su personalidad cuando con una sonrisa exclamó: “Lago, amigo mío”. Loco de contento repuse: “Eres tú, mío lago amigo viejo lagrimal”. Con que alborozo nos acogimos, abrazándonos con una alegría de resurrección de los muertos. 

 

          Junto a nosotros acababa de detenerse un entierro. Amortajada en el ataúd yacía la dama desconocida de momentos antes. ¡Pálida flor de carne sin saber cantar! Aún resbalaba por su mejilla la última lágrima detenida milagrosamente en el pómulo como un pájaro en la rama. 

 

          Mi amigo se precipitó a ella y la besó frenéticamente en los labios, en los labios que de lívidos fueron insensiblemente transformándose en verdes, luego en rojos, luego en fuego, luego en infierno.

 

          Comencé a sentir un odio mortal por el chófer que ya no era mi amigo. Comencé a sentir una repugnancia sin límites por aquel gusto de limón en llamas que debían dejar en sus labios los labios insepultos de la desconocida.

 

 

 

 

 

 

 

 

Luis Buñuel Portolés (Calanda, Teruel, 22 de febrero de 1900-Ciudad de México, 29 de julio de 1983) fue un director de cine español nacionalizado mexicano.51 Ha sido ampliamente considerado por muchos críticos de cine, historiadores y directores como uno de los cineastas más grandes e influyentes de todos los tiempos.6

 

 

 

A pesar de los hitos cinematográficos logrados en su país natal con Viridiana (1961) y Tristana (1970), la gran mayoría de su obra fue realizada o coproducida en México y Francia, debido a sus convicciones políticas y a las dificultades impuestas por la censura franquista para filmar en España.

 

Fuente biográfica y fotográfica: Wikipedia

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