Elefantes morados
Hay un paciente en la cama 215, el de la 215, siempre
le dicen así los galenos con piel de lobo y disfraz de
sepsis; el paciente, el agresivo, el que grita de madrugada
y gutura a medio día, el que tiene una hermana hermosa
con las ojeras hasta el suelo, el que tiene una hermana
que le canta, le cuenta, lo abraza, le busca la mirada, no
hay mirada, él ya habla con alguien más.
El de la 215 mira curioso a todos lados, con esa
peculiaridad pueril, con la baba en el regazo; en el
espacio para mi café yo imagino que ha de ver las
paredes blancas del nosocomio como una cárcel en
tonos verdes
morados,
tornasol,
hoy nos amaneció en negro.
El paciente tiene sujeción gentil y se ha macerado las
muñecas del enojo, de la desesperación, de que no llega
su hermana, no llega Lucía.
Hoy me ha tocado ir por la muestra de sangre del
paciente de la 215 y no puedo dejar de otearle, de
preguntarle en silencio, de al igual que él esperar a que
llegue Lucía, ha de ser que su necesidad me angustia
tanto como la mía.
Ha llegado Lucía, le sonríe, le mima,
Lucía acaricia su frente perlada de voces que no
[lo quieren más,
Lucía le besa la línea fronteriza de algo
[neblinoso llamado cordura,
Lucía lo calma y me deja trabajar.
Ese día ella se fijó en mi presencia por primera vez y
atisbé en su mirada una grieta, en su media sonrisa la
agonía, en su aliento el cansancio, en Lucía el miedo;
Lucía me ha dado las gracias con la voz cansada y
áspera de fumar de madrugada y bañarse con agua
fría para llegar a cumplir con su jornada…
Hay un paciente en la cama 215 que nos mira, al menos
eso creo, y hace amago de también querer charlar, pero
mejor regresa los ojos al techo y a su frenético vaivén.
Mañana le dan el alta, mañana cambia de escenario en
el mismo tren.
Octópoda.
Somos un sentir invertebrado, un organismo complejo, un platillo mediterráneo,
a veces no somos,
somos un constructo que nace de la vista
del texto
del tacto
del sexo
de algo parecido a amarnos.
Somos necesidades que se comunican con ventosas
palabras que acallan en atmosferas acuosas,
el ruido atribulado de afuera se hace espeso
en el beso bajo el agua.
Nuestro amor es un molusco maleable,
se cuela entre tus dudas,
se expande en mi existir de piélago,
somos prolongaciones nerviosas donde perdería una extremidad para prenderla a tus manos
sin dudarlo,
sin dudarlo.
Tenernos:
es asumir la postura deimática de tu costado,
el camuflaje asustado del mío,
la simetría corpórea sin aire,
es no afianzar el camino a flotarnos,
entender el arrastre.
Tú y yo
ser más que uno
con todo y su transparencia,
dismorfismo
y bioluminiscencia.
Malamor.
Después de un tránsito derrotista hice puerto contigo,
nectarívora de mis amores.
Viniste
envuelta de la taquicardia ansiosa,
chupamiel de las plumas iridiscentes
del vuelo violento hacia atrás que saborea mis pecados,
de tu lengua dulcísima ante mi deseo en flor.
Tu partida fue el anuncio de lo muerto,
chupamirto con alas cojas,
el amor como una súplica veloz no alimenta el jardín que queremos
y no tenemos
y ya no te cabe,
digo tu nombre cada estación y si llueve lloro
mis hojas secas
las pisas,
malamor.
Carnivorus
Morder el centímetro exacto que divide la piel donde termina su clavícula e inicia su pecho, paladearlo como el animal famélico que soy, beber de su sexo el agua necesaria para tragar mi deseo, chocar en sus caderas mis olas y en su saliva naufragarme, rozar con los labios la cara interna de su muslo que hace las veces de durazno terciopelo.
Quiero comer entre sus piernas
y que escurran decilitros de gritos:
más adentro.
Escondo dudas y sudores en su vientre, las sábanas/mantel se escurren por su cuerpo, clavo las uñas en sus costados condimentados de otros nombres y otras hambres.
Ella.
Comer con las manos,
lamerme los dedos,
sorber de su plato,
masticarle con la boca abierta,
subir los codos a su mesa.
Espinal.
Deslizo la falange distal del índice derecho en cada una de tus espinas
mujer borboniana
mujer aguda
mujer apofisiaria
mujer pez.
Me descubro en el camino táctil que te anda a bamboleos
desde tu axis
hasta el sacro
mujer cuerda floja
mujer que da sed
mujer que me da la escoliosis de cada día.
Mi cabeza se cuelga de tus iliacas
se quiere romper,
las extremidades adormecidas
mujer hernia
mujer herida.
Y leo en tu braille óseo
que solamente eres mía
y gritaron mis manos
y luego vino el silencio
y luego vino la espina.
Ruedamierda
Mi tránsito lento con las trazas de la nueva porquería
lo escatológico como un rezo o una manía,
he cambiado de casa a trompicones,
de planes,
de sexos,
de miedos
y de nuestros adioses.
He tenido incontables ocasiones para verme con las manos vacías,
las protorácicas empujando bolas suicidas,
sé perfectamente de qué hablo cuando pronuncio las palabras
incertidumbre
desesperanza
angustia
o despedida.
He mudado 16 veces de recubrimiento, ecdisis que me expone la carne viva/muerta en cada encuentro, mi exoesqueleto encostrado desmemoriando los roces, he sido un callo alimentado por mujeres lesivas y las consecuentes decepciones.
16 veces me he hecho de la mierda y su reflejo mortecino, el amor la crisálida que eclosiona hacia adentro, fui un animal kafkiano que despertaba con dudas y se imaginaba mejores biografías en las arrugas del techo.
Me he mudado 16 veces del incierto,
mi naturaleza pelotera enuncia alto y fuerte
llano y quedo,
que la partida también puede ser
un punto de encuentro.
Pensaba que me dolería más cuando te fueras.
Pensaba que me dolería más cuando te fueras, pero no fue así, simplemente tomaste una bolsa llena de mi basura y la remolcaste a tu acera fría de apariencias, te limpiaste los pies de mis lágrimas de lodo y mi amor a manos llenas, se te extravió como siempre la llave y corrí como perro a buscarla en tus olvidos, me dejaste unas notas en el frigorífico que anunciaban que todo sería mejor porque alguien estorbaba aquí y no eras tú, dejaste la mesa puesta donde te servía mis ganas mientras mis demonios se amanecían con tu café,
te fuiste
y estuvo bien
y esperaba que lo hicieras,
incluso
pensaba que me dolería más cuando te fueras
pero sólo me morí por dentro
y no me dolió más ...
me dolió de a de veras.
Platos rotos
El intestino como una boa gigante que traga mundo y quiere reventar,
siempre más,
siempre más,
un hambre insaciable de lo podrido, hacer más consistente la mierda urdida por las migajas de su pan. Los buitres sobrevuelan el autoconcepto, las hienas se cagan de risa mientras me tomo una selfie jurando que mañana se me va a pasar,
mi mano derecha apesta a sueños infectos
se me cercenó el pulgar.
El intestino como un gusano en tonos marrón que burbujea con los problemas ajenos en salmuera, arde con la bilis que vomitan los cocodrilos/mamá, una prolongación visceral que se pone a secar bajo un sol que quema. Mi monstruo repta sobre hígados
se arranca la venoclisis
y de paso la ansiedad.
El intestino como un recordatorio de 16 años en que todo ha venido a encostrarse y cicatrizar, como un anacronismo cíclico, donde crecer se medica, donde morir se predica, mi cabeza es el agua estancada de donde beben parásitos y mamíferos de ciudad,
los elefantes empiezan a llover,
se me hincha el vientre,
lo jugos comienzan a manar.
Le cuento mis escombros a los remansos sordos,
fracturando la porcelana
me sumo al efecto mariposa,
un desfile de animales sarnosos,
alguien en Tokio pide una sonrisa.
Pater Noster.
Padre nuestro
de mi ciudad cada vez más atribulada
de los gases que nos sofocan
de ellos los próvida,
que estás en el cielo
tú extravío celestial de pantone gris
desde arriba nos miramos tan eternos,
santificado sea todo lo perdido en tu nombre
venga a nosotros tu reino
pero no las migajas que se anidan en tu pecho,
hágase tu voluntad
no la de nuestros criptotitiriteros
no la de los feminicidas
no la de los gobernantes con piel de cordero,
aquí en la tierra fangosa, como en el cielo
danos hoy nuestro pan de cada día
danos una vez a la semana carne,
perdona nuestras ofensas
perdona que pedimos mucho con la fe por delante
perdona no estar de acuerdo con la abnegación
perdona decir que el libre albedrío era echarnos de casa de manera elegante,
así como también nosotros no perdonamos a los que nos ofenden
en la vida real la otra mejilla se cuida con uñas y dientes,
no nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Amén.
INFIERNO GRANDE
Mientras camina por el vecindario, detiene la mirada en el noticiero vespertino, que está en la tele que se han podido agenciar los de la familia compuesta/descompuesta: uno más en la lista arcoíris. Es como si pasara un auto a más de ochenta kilómetros cuando vuelan las mariposas monarcas; no hay respeto, no hay nada.
Se ha muerto el hijo de alguien, no se ha muerto: lo han matado. Ese al que se le volteaba la mano y su padre golpeaba para ver si se hacía más hombre, o mínimo, más humano. El hijo de Doña Mocha, la que pedía mucho a Dios por la salvación de su oveja chueca, ayuda para su hijo el afeminado. Las habladurías se hacen presentes en los quehaceres del medio día, entre las refriegas y el lavadero de piedra, entre las manos cuarteadas de jabón y detergente, cuando Doña “me sé los mejores chismes” saca las sábanas y abre la boca, y empieza la recapitulación interminable de aquellas a las que mataron, y se lo merecían, la lista de las trans:
Trans/segregadas
Trans/agredidas
Trans/humilladas
Trans/asesinadas
Y lavan las señoras de la vida políticamente correcta, tallan la ropa de los maridos patanes, que las golpean y les regalan flores, los que cogen como bestias y traen el papiloma de cada día, los que después de unas cervezas desconocen al compadre. Las señoras limpian, se cubren los moretones y dicen que sólo Dios sabe lo que hace.
Médico Cirujano egresada de la Universidad Autónoma del Estado de México. Escritora, poeta, activista LGBTTTIQA+, feminista, artivista y Defensora de los Derechos Humanos.
Cuenta con cinco producciones literarias en la línea de lo poético, el cuento infantil ilustrado y un breve debut en la minificción. Su primera obra se titula “Por favor muérete ya… y de miel” (Grupo Rodrigo Porrúa, 2018), su segundo título es “En la piel del elefante” (UAEMEX, 2019), autora de un tercer poemario titulado “Los rinocerontes se queman” (OXEDA y Nueva York Poetry Press, 2021), autora del Cuento Infantil Ilustrado “NO PASA NADA” (UAEMEX, 2022), su última producción es “Ginoterio. Ecosistema de la pérdida” (OXEDA,2023), colaboradora en la antología “Diversidad(es): Minificciones alternas” siendo la primera antología mexicana con temática LGBTTTIQA+ (2020), colaboradora en el dossier “Pasavante” de la revista de literatura Grafógrafxs de la Universidad Autónoma del Estado de México; artivista comprometida con el fomento a la lectura y el acercamiento de la comunidad a las artes para fomentar una estructura social cercana a la cultura de paz, participa activamente en televisión, radio y medios impresos así como en presentaciones culturales de sus obras en distintas instancias incluyendo “Abril, mes de la lectura” y la Feria Internacional del Libro por parte de la UAEMex, Festival Internacional de Perfopoesía (Venezuela), Feria del Libro de Valle de Bravo, entre otras. A su vez ha participado en múltiples revistas electrónicas y en formato físico las cuales tienen alcance nacional e internacional, tales como Hiedra, Norte/Sur, Poesía Safística, Mexa Escritores Independientes, Small Blue Library, Nueva York Poetry Review, The Archer (Bangladesh), Aleteo Poético, Revista Ajkö Ki (Costa Rica), por mencionar algunas. Ha sido juez en concursos oficiales de literatura y ponente en conferencias contra la LGBTfobia, representante y abanderada de las marchas a nivel Estado de México, coordinadora de talleres literarios y colaboradora en los podcasts Bestiario (OXEDA) y Brazos de Raíz (Aleteo Poético).
Dentro de su trayectoria y participaciones ha buscado generar un sentido de empatía, impacto, solidaridad y sororidad con las personas que la escuchan o leen; su trabajo tiene la ferviente intencionalidad de pugnar por la visibilidad del colectivo LGBTTTIQA+, el movimiento feminista desde un eje interseccional y la defensoría de grupos vulnerados.
Galardonada en Diciembre 2022 por parte de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México dentro de la convocatoria Mujeres Defensoras de los Derechos Humanos, es una mujer comprometida con la constate actualización y profesionalización por un compromiso personal y con la sociedad.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Consuelo Nieto Ortega
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