Poemas de Elianne Santiago

LA VIDA, CASI NADA

 

 

 

La vida,

 

lo que vale:

 

breve asombro.

 

 

 

Se apaga

 

ante un mínimo viento

 

inadvertido.

 

 

 

Un día cualquiera

 

amanecemos

 

para contar el último

 

de nuestros instantes,

 

sin siquiera intuirlo.

 

 

 

Se quiebra

 

la presunta materia

 

en esquirlas de recuerdos,

 

para los que no hay

 

ni habrá

 

memoria suficiente

 

que alguno consiga recobrar.

 

 

 

¿Quién podría edificar de nuevo

 

la membrana voluptuosa

 

y cambiante

 

que agita el tono de una voz?

 

 

 

¿La relampagueante fascinación

 

de lo insólito en la mirada?

 

 

 

¿El pasaje fugaz

 

de una sonrisa

 

que se aferra

 

a lo impreciso?

 

 

 

La vida,

 

lo que vale,

 

es apenas este aliento.

 

 

 

Lo que resta.

 

 

 

Casi nada.

 

 

 

 

 

PSICOSIS ALUCINATORIA DEL DESEO

 

 

 

 

 

Como los ángeles ignoro a veces

 

si camino entre los vivos o los muertos.

 

ÓSCAR WONG

 

Un escaso asombro

 

conmueve los días, 

 

bebe del insomnio

 

y se abraza a sus criaturas.

 

 

 

Pero hoy

 

un centinela de otros reinos

 

anuncia tu llegada

 

de alas redimidas al viento. 

 

 

 

Estamos aquí, 

 

amanecidos,

 

los ojos cargados de auroras, 

 

remontando la vida, 

 

después de advertir

 

los cascabeles de la muerte

 

ondear por nuestros pasos

 

a través de Nínive resucitada.

 

 

 

Te miro,

 

la piel palpita,

 

se cuela el hervor

 

de tu cuerpo ahíto

 

después de larga

 

contienda con las sombras. 

 

 

 

Nunca más la noche

 

ha de avanzar custodiada 

 

por un séquito de espectros.

 

 

 

Al pulso de mi palabra,

 

refulge una oleada

 

de soles quebrados

 

contra tu respiración. 

 

 

 

Te invento,

 

                 estás aquí

 

-con sólo nombrarte-

 

                         vivo.

 

 


 

 

CERTEZA

 

En memoria de mi hermano Enrique Yuri.

 

 

 

Aquel que ha sentido

 

una vez en sus manos

 

temblar la alegría

 

no podrá morir nunca.

 

JOSÉ HIERRO

 

En sueños veo tus manos

 

nítidamente,

 

su diurna tesitura,

 

su peso exacto.

 

 

 

Las miro,

 

estás aquí.

 

No has partido.

 

 

 

Podría, al sólo deseo,

 

volver en el tiempo

 

y saberte presente.

 

 

 

Ahora mismo,

 

si te pienso,

 

¿lo sabrás?

 

 

 

¿Podrías escuchar,

 

saborear, ver

 

lo que amabas

 

si, al hacerlo yo,

 

te recuerdo?

 

 

 

Acá los días continúan

 

casi por inercia

 

y es preciso

 

inventar razones.

 

 

 

Tú sabías cómo,

 

sin esfuerzo:

 

sonreías

 

y eso bastaba

 

para edificar

 

sólidamente

 

un mundo.

 

 

 

Tu presencia le daba certeza

 

y continuidad a los días;

 

hoy fácilmente

 

olvido las fechas

 

y poco importa.

 

 

 

Todo ha recobrado

 

su valor justo:

 

el de cuanto se evapora.

 

 

 

Sólo tus manos

 

conservan su gramaje de verdad.

 

 

 

Y agradezco que,

 

de entre todo lo demás que sobra,

 

el relieve diáfano de tus dedos,

 

su inmutable belleza,

 

la evidencia de su paz,

 

permanezcan conmigo:

 

 

 

ave que, por un instante,

 

aquieta sus alas

 

para anidar la eternidad

 

                          entre mis sueños.

 

 

 

 

 

PROMESA

 

 

 

No, no pasará, 

 

no pasarás, 

 

estarás volviendo del sueño

 

a recordarme la mañana, 

 

serás el pulso que acomete

 

con valiente serenidad los días.

 

 

 

Todo el amor que fuiste permanece

 

en lo que crece silencioso

 

como la luz susurrante 

 

por los intersticios de la casa.

 

 

 

Amor que me inunda, 

 

estás aquí,

 

despertando del mineral estupor,

 

abriéndote camino como las aguas,

 

que tras su paso siembran

 

la vegetal promesa de la vida.


 

 

 

 

EL FRÍO

 

 

 

¿Quiénes somos

 

al final del trecho,

 

qué botín engalana los hilachos

 

de la sombra restante,

 

el pastiche sobre lo no atrevido?

 

 

 

¿Qué baraja de esplendores

 

nos advierte divinos tuertos

 

ante los ojos de una tierra 

 

cegada por la penumbra?

 

 

 

Nada alcanza

 

para comprar un segundo

 

más de aliento. 

 

No sostienen los ropajes

 

la cansada osamenta. 

 

La impostura no consigue

 

un esbozo de sonrisa. 

 

 

 

Es inútil el orgullo

 

para recobrar la fe perdida. 

 

No hay retórica que enmiende 

 

este palmo de verdad. 

 

 

 

¿Para qué, entonces, tanta careta

 

de memorable infatuación?

 

 

 

Sangre tibia

 

recorre nuestros huesos, 

 

mondadura de una estirpe

 

rebelde a la caricia. 

 

 

 

Persistimos en alianza

 

con nuestras mezquindades, 

 

con la ruindad de relucientes 

 

presunciones,

 

el drama de absurdas rabietas, 

 

el protagonismo hortelano

 

de nuestros personajes, 

 

atesorando sólo mierda

 

para germinar espantos. 

 

 

 

Hoy estamos aquí, 

 

¿pero acaso nos vemos

 

trazar puentes entre las costas

 

de este archipiélago?

 

 

 

¿Reconocemos la vocal sorda 

 

en señal de auxilio? 

 

 

 

¿Amasamos mendrugos

 

para aproximar el mensaje 

 

entre distantes aleros?

 

 

 

¿Memorizamos el mínimo

 

cambio de voz, los silencios,

 

las gesticulaciones, 

 

de aquellos que sólo miran,

 

pero a quienes todos

 

han dejado de mirar?

 

 

 

Urge reaprender

 

el secreto del fuego en la sangre, 

 

vivir el dolor ajeno como propio

 

y abrasar, abrazar, 

 

esos otros martirios. 

 

 

 

No disminuirán las penas humanas, 

 

pero sí el frío, 

 

tanto maldito frío.

 

 

 

 

 

ALARIDO

 

 

 

 

 

Para Santiago Avendaño Roldán,

 

¿qué es lo único que no puede hacer el diablo?

 

Amar. Ahí donde no hay amor todo se derrumba

 

¿Qué es todo sin amor?,

 

apenas un alarido

 

en medio de la noche;

 

 

 

la solísima soledad

 

de nuestro cuerpo,

 

la sucia y despostillada

 

condición de estos cacharros

 

que acompañan los días:

 

casi nada y todo.

 

 

 

Porque nadie vendrá

 

a besar la herida permanente

 

al costado de este desfiladero

 

por donde se suicida la vida,

 

cada que deseamos

 

sonreír y no hay motivos.

 

 

 

Se agosta la sangre

 

y no alcanzamos un soplo

 

mínimo de esperanza.

 

Sólo resistir se ha tornado

 

una costumbre,

 

el fatigado hábito

 

sobre estos huesos.

 

 

 

Si acaso Dios escucha,

 

es apenas un niño enfermo

 

que poco puede

 

sobre este mundo caído,

 

y se nos está muriendo

 

sobre el regazo de tanta impotencia,

 

sin más que el ruego de una lágrima

 

que nos rebalsa y vence

 

siempre más allá de cuanto

 

                             podemos soportar.

 

 

 

 

 

ANÓNIMOS

 

 

 

Del sepulcro de tus ojos

 

germinará la vida

 

y un grito le nacerá al silencio.

 

 

 

Dejaremos de ser mordaza

 

y comenzaremos 

 

a recordar que somos uno,

 

un mismo reguero de sangre,

 

el mismo golpe de injusticia

 

que nos clava a la realidad

 

y nos revienta cotidianamente 

 

las sienes contra la indiferencia.

 

 

 

Nos levantaremos de nuestros muertos

 

para sobrevivirnos

 

más voz y menos ceniza,

 

para dar rostro y nombre al olvido.

 

 

 

Resucitar del espanto

 

de ser vivos cada día,

 

del dolor de morir anónimos.

 

 

 

Y que por nuestra boca,

 

la de todos en un grito,

 

cese de callar la sangre

 

de cuanto se nos va muriendo

 

en el silencio cómplice

 

de nuestras inertes manos.

 

 

 

 

 

LOS TIEMPOS

 

 

 

Los perros destazan

 

la inocencia de la noche,

 

desgarran la frágil

 

membrana del silencio.

 

 

 

Escuchan los pasos

 

sigilosos de la muerte

 

y corean su espanto.

 

 

 

Si sus ojos reflejaran

 

el augurio invisible

 

que vislumbran,

 

nadie nunca dormiría de nuevo

 

          en paz sobre esta tierra.

 

 

 

 

 

AHÍ DONDE LAS PESADILLAS...

 

 

 

 

 

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.

 

(Mateo 5:6)

 

Ahí donde las pesadillas

 

no puedo amar,

 

debo conformarme 

 

con la soledad de mis huesos, 

 

el escándalo de su luz desierta, 

 

el disparo de una niebla espesa,

 

y morir atravesada por una jauría de lava

 

adueñándose de los caminos. 

 

 

 

Dejarme estrechar por la angustia

 

de un torbellino sin deriva

 

para beberme toda de espanto

 

en un licor de añejos porvenires.

 

 

 

Porque la desgracia vino, 

 

se empozó en mi sangre, 

 

la hizo su destino. 

 

Y, maldita de silencios, 

 

sembré la muerte. 

 

 

 

Pero en la enhiesta

 

cicatriz de mi osario

 

reluce la vida, 

 

tomada por el viento

 

cual vasija de ensalmos 

 

contorneados por la noche.

 

 

 

Porque soy la furia que me habita,

 

el escándalo de plagas

 

sobre la resurrección de mi cadáver,

 

que aún busca el néctar de los insaciables,

 

los sedientos de justicia,

 

para justificarse a la espera

 

                                           de la redención.

 

 

 

 

 

 

 

PARA CREER

 

 

 

Somos dura coraza

 

sobre territorio en guerra, 

 

prestos al hurto, 

 

la avaricia, el cobalto

 

de la disección continua.

 

 

 

Pero tanta amenaza

 

esfuerza la carne,

 

la escuece en rigores,

 

somete el imperceptible 

 

gramo de cendal 

 

que es el alma

 

y la retrae. 

 

 

 

Queda el reducto

 

de un invisible 

 

tremor de alas

 

en pleno descampado:

 

la pavura. 

 

 

 

Sólo otra piel próxima 

 

deshiela el ártico 

 

de tan impenetrable ovillo. 

 

 

 

Pulsa con la lengua

 

la celeste moldura

 

y enciende

 

la cúspide del placer.

 

 

 

No fuimos hechos

 

para andar a solas, 

 

mendigando una cornisa

 

a los temporales. 

 

 

 

Se nos desbarata 

 

todo intento por edificar 

 

trincheras de combate

 

en soledad.

 

 

 

Por ello cruzamos instantes

 

con otros campos minados

 

y, a ratos, cedemos las armas,

 

nos dejamos vencer. 

 

 

 

Para mentirnos

 

que es posible 

 

una conjunción de miradas, 

 

la revocación final

 

del estatuto de las conveniencias. 

 

 

 

Para creer;

 

dejar caer la coraza

 

y mostrar la palpitante 

 

marejada de ese herido 

 

animal que se debate, 

 

pecho adentro, 

 

aún vivo.

 

 

 

 

Elianne Santiago (Toluca, Edo. de México). Estudió la licenciatura en Letras Latinoamericanas (UAEMéx.) y es licenciada en Psicología (UVM), con especialidad en Psicoanálisis (Dimensión Psicoanalítica) y Logoterapia (Logoterapia para Todos). Realizó el diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México “Juana de Asbaje”. Asimismo, posee estudios de perfeccionamiento de la lengua portuguesa en la Unicentro, Paraná, Brasil. Se ha desenvuelto como catedrática, correctora de estilo y, en el ámbito editorial, como coordinadora de la revista Castálida, del Instituto Mexiquense de Cultura, así como correctora de estilo de la revista La Colmena, UAEMéx. Ha sido alumna de los talleres dirigidos por los poetas Enriqueta Ochoa, Óscar Wong, Dolores Castro, Cristina Rivera Garza, Maricruz Patiño, José Falconi y Lisandro Gallardón, entre otros. Es autora del pliego "Pavesas", editado por La Colmena (núm. 59, julio-septiembre, 2008), y de poemarios inéditos, entre ellos "Herida de luz", "Topología del espanto" y "Linaje de mujeres solas", de próxima edición en Letras de Barro, Puebla. Obra suya aparece en diversas antologías: "La Mujer Rota" (Literalia Editores, Guadalajara, 2009), "Últimos coros para la Tierra Prometida. 40 poetas jóvenes del Estado de México" (Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México, 2015), "Raíces" (Michoacán, 2017), "Cien poetas del mundo en la capital con valor" (Gobierno del Estado de México, 2017), "Poetas en el Cosmovitral, 156 voces poéticas en la capital con valor" (Gobierno del Estado de México, 2018), "Voces que no se apagan, Antología bilingüe español-otomí" (Toluca, 2018), "Danza entre niebla, Antología bilingüe español-zapoteco" (Toluca, 2020), "Coordenadas de voces femeninas, XII" (La Comuna Girondo, 2020), "Mujeres con voz de tinta: injusticia social" (Voz de Tinta, 2022) y "Luz de ámbar" (Voces Nuestras, 2023). Asimismo, su obra aparece publicada en diversas revistas y medios. Ha participado como lectora de su obra creativa en diversos foros y festivales, y como tallerista en actividades culturales. Actualmente se desenvuelve en el ámbito de la clínica. Cuenta con diversos diplomados y seminarios de formación psicoanalítica en instituciones y grupos varios, entre ellos Dimensión Psicoanalítica, Cepsimac, Real, Engrama, Encuentros Psicoanalíticos, Casa Alef y la UAZ. Es coautora de libros sobre clínica psicoanalítica, editados por Lapsus de Toledo, España.

 

 

 


 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Elianne Santiago

 

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