Poemas de Félix Cardoso

Eternidad

 

 

 

Hace dos horas

 

    no cabalgamos

 

              en el filo de la cama,

 

    ni tus manos

 

bañan mi cuerpo;

 

esos labios mudos

 

              dejaron de platicar en mi espalda

 

y mi lengua en este instante

 

                                  sólo respira café.

 

 

 

Sí,

 

    hace dos horas

 

              tu pelo se abrazó

 

a mis dedos,

 

    tus ojos sin ver

 

se extendieron en mi sombra,

 

pero esa voz,

 

dulce voz…

 

 

 

Siguen pasando los minutos

 

                        y no deja de enchinar mi piel.

 

 

 

 

 

 

 

Castígame

 

 

 

Desata hilos

 

de noche,

 

    con tus pezones

 

                          coloca alas

 

en mis labios,

 

    evapórame

 

              con el temblor

 

                        de tus muslos,

 

golpea al viento

 

                        con pétalos

 

de tu voz,

 

              sonríeme,

 

bésame,

 

hiéreme,

 

              castígame;

 

                        con el peso

 

de tu cuerpo…

 

                                                      sobre mi piel.

 

 

 

 

 

Juego

 

 

 

… y lo único cuerdo

 

                        es tu voz,

 

              frágil,

 

    tierna,

 

amante;

 

como si los cuerpos

 

fueran un montón de huesos

 

                  quitando asperezas

 

       de la piel,

 

    trazando líneas

 

                             invisibles,

 

palpitando en olas que gritan

 

                        sin abandonar

 

nuestros labios;

 

    y el viento

 

                        no se mueve,

 

              ni perfora

 

los cristales de tus ojos,

 

              ni forma remolinos

 

                                  con las lenguas.

 

 

 

Detente,

 

              déjame respirar;

 

escribir un poema

 

    con tu pelo escondido entre

 

                                            mis dedos.

 

 

 

 

 

 

 

Volar

 

 

 

a Oliverio Girondo

 

Oleadas de piel

 

golpean mi rostro,

 

                           pierdo el contorno,

 

                      las sombras,          tu sombra.

 

 

 

Los dedos trazan

 

                        caminos

 

                                  en deshabitado cielo,

 

                        apaciguando gemidos,

 

              frases entrecortadas,

 

    lenguas extraviadas.

 

 

 

Amenazan

 

besos cortar la piel

 

      hacer fragmentos mi cuerpo

 

              absorber mar de estos ojos;

 

aspirarme por completo.

 

 

 

Y siento los dedos del viento

 

              caminando en mi espalda,

 

         agitando el pelo,

 

     azuzando los brazos.

 

 

 

Oliverio;          ve,

 

me está

 

enseñando a volar.


Papel

 

 

 

Me gusta despertar y encontrar sus ojos,

 

              sentir la mirada tierna

 

                        besar el rubor de sus mejillas

 

              morderle los labios.

 

 

 

Me gusta verla sonreir;

 

imaginarla con frío,

 

    y con ese pretexto

 

              no alejarla de mis brazos.

 

 

 

Me gusta su frescura,

 

              al toque perfecto

 

                        anidado en su piel.

 

 

 

Me gusta…

 

              Amar su rostro de papel.

 

 

 

 

 

Penumbra

 

 

 

Sin luz en tus ojos;

 

juega

 

en la noche de mi piel,

 

    incendia

 

              la cama con pétalos de orquídea.

 

 

 

Susurra en las veredas

 

                        donde no soporto

 

                        caminar en silencio;

 

 

 

arrastra

 

mis cenizas por tus labios,

 

              condúceme

 

                        al centro de tu piel:

 

              y que el viento aullé

 

                        con nuestros gemidos.

 

 

 

 

 

Préstame tus manos

 

 

 

Préstame tus manos para untarles fuego,

 

arroparlas en rincones

 

donde suspiros echaron raíces;

 

deslizarlas en olas de desierto,

 

en mar,

 

en sombras flotantes.

 

 

 

Jadeantes treparán los arcoíris,

 

para,

 

con su fuego,

 

crear matices fosforescentes.

 

 

 

Besarán a la luna con inhalaciones de animal,

 

morderán cometas,

 

y radiantes bailarán

 

en senderos de cualquier estrella.

 

 

 

Aprenderán a besar lágrimas en sus vertientes,

 

a disfrutar del Edén en mi cruz,

 

aprenderán a guardar silencio;

 

        cuando desnudos y sudorosos,

 

entendamos del por qué,

 

es preciso que reinventemos el génesis,

 

después de cada orgasmo.

 

 

 

 

 

Dime, Dulcinea

 

 

 

Dime dónde duermes, Dulcinea, dónde descansas dulcemente. Dime; ¿devoras documentales dilatados? ¿De dónde diantres datas demencia? Deberías dinamitarte, descerebrarte, desechar diferencias detrás de duende disoluto.

 

 

 

Dime dónde duermes, deshilvanada; de domos desdichados, desgraciados, delirantes; Dulcinea, divinamente destroza dos dardos, dos delincuentes distraídos, dantescos, doblegados, duramente demacrados.

 

 

 

Dulcinea.           

 

                                  Dulcinea.

 

 

 

Dónde duermes diminuta diva. Dubitativa, derrotada deambulante. Difíciles días, derrumbaron dantescos demonios de dolores diurnos, de dagas; de damas despechadas, defraudadas, divorciadas.

 

 

 

Dulcinea, debutante descuidada, deambulas desangrándote. Doblégate. Dificultas diseños de dualidad, deliberadamente dramática; deshecha… destilando desmadres.

 

 

 

Dónde duermes, diablura. Disfrazada de devoción, desventurada, desdichada. Desvelémonos depravados, desnudos de dioses desalmados. Dormitemos disparatando despedidas, desamores

 

descarnados.

 

 

 

Duerme, Dulcinea.                             

 

Duerme detrás del dorso.

 

 

 

 

 

Nuestro secreto

 

 

 

He dejado grafitis en las costillas de la muerte, me recosté en sus grandes heridas con la promesa de construir ternuras, frente al bálsamo de humo que nos llama a consumir fantasías. Sé que despertaste desahuciada, con la miranda despedazando indiferencias en el desconcierto de cerezos ebrios, vibrando en la desvelada promesa de unir los hilos, que la osamenta con absurda risa ha vuelto un infierno.                        Se ha desdibujado la fragilidad de la ventana donde tu risa, tu mirada y tu fuego hicieron morada, la almohada ha sembrado telarañas en sus tragedias; levita, abandona sus laureles, sufre, calla en tímida ironía, se autodestruye en polilla de carmín. Nuestro secreto se arraiga en lo prohibido, en el tiempo de pesadillas derrotadas, junto a fogatas de caricias peregrinas.

 

 

 

    Hoy la neblina, arde en la respiración del cosmos; tonto enemigo del llanto, del polen abandonado en la cosecha del armario.

 

 

 

    Sospecho que el placer y la rabia, son el temblor que desteje las velas, que arrastran el polvo de un motor en cansancio extremo, por perturbar la angustia de unos ojos color café. Hundida en los surcos de la arrogancia, has consumido una sinfonía de ironías lacerantes, bailas en el urdimbre de semillas encendidas, en la memoria de una libertad con sabor a loca tormenta.

 

 

 

    Esperaba perderme consumiendo tus secretos, en los sueños de tus parpados, en el pudor de la canela ardiente de tus portales nublados. Esperaba escribir aislado en las líneas de la desesperanza, derramar experiencia en los tejados de tus hoyuelos.

 

 

 

Sí, volvería a besar a la muerte, perturbar sus ríos de copas heredadas, volvería a sembrar flores para apuntalar los valles que dan brillo a tus ojos. He recluido leños en el camino que me lleva a ninguna parte, he dirigido trayectorias sin rumbo, iluminando casas de una población extraviada del mapa.                            He roto mi promesa de morir aislado, de vender mi alma al olvido, de beber la tierra para calmar mi sed, de soportar la derrota en completa armonía, para cubrir el vacío de tu tranquilidad.

 

 

 

¿Entiendes lo hermoso del contrato, la fuente del inmueble derruido por la naturaleza? Eres mi cura, mi angustia sin importancia, optimismo recostado en las tinieblas de un pequeño ombligo donde me resguardo.


Puedo enseñarte a volar

 

 

 

Descubrí que no sabes volar; mirando el diluvio en los pasillos de tu pelo, desenmascarando tu anestesiado caminar en los pastos del sembrador que jugó al sacerdocio en el confesionario de los deseos, y fomentó mordiscos no sólo en tus labios. Lo supe cuando observé el resplandor de tu espejo peleando por silenciarnos, por borrar la claridad que carcome nuestras señales al encontrar el hambriento paisaje de tus muslos, atizando llantos en el trote de un silencio escarchado. Vi el resplandor de tus tejidos, haciendo ejercicio junto al tren de adolescentes, desmoronando estatuas de sal con la lengua a punto de jadeos en el naufragar de las siete de la mañana. Juguemos al suicidio sin huellas, sin luto, sin templo de hojas sobre el tejado, donde tu inocencia quede inerme y tu aliento, de rienda suelta a plegarias de sucias emociones. Juguemos en el frío descalzo de los secretos robados, en la ceremonia de bragas con labios rojos.

 

Arrópate en la inocencia del pescador de algodón, del viajero idílico cuando a tropezones, pinta luceros en los linderos de tus carcajadas. Cuéntame de la llovizna que reescribe los nombres que se amamantaron en tus inviernos, de los adolescentes con fiebre peleando por abrevar en tu cristal de ensueño. Brota tu esencia de escudos rotos, de armas trazando versiones caseras, en la tenue humedad de tu voz salpicando cielos y helados de nuez, quemando vientos de arena en la playa de sirenas de dientes perfectos.

 

Escucho el aleteo de las bandadas de guacamayas nombrándote, trayendo mensajes a la vuelta del espeso ronroneo de tus pasos, caminando en el amargo y desolado cosquilleo de mis excitaciones. Guardaré la ternura que atrapamos al caer en el incierto pozo del ardor, en la esperanza de lo irreal, en el odio de los vellos erguidos, en la necedad creciente de nadar en partículas de implantes de sueños, que convierten milímetros de carbón en señales de mariposas besadoras.

 

Me preguntas, si creo en el ángel que tatuará mis dedos en tu barca, forjará estrellas en mi cama, desaparecerá mis infiernos; y me vuelves a preguntar; ¿aún me puedes recibir?                 Ven, ven mi amor, quiero enseñarte a volar.

 

 

 

 

 

Félix Cardoso. Nacido en el corazón de la Cultura Matlazinca, Calixtlahuaca, México. Con más de veinte años de trayectoria como escritor, ha publicado: “Éxodo al génesis” 2020 Editorial Dark Light (Edición Bilingüe Inglés-Español), “Disfrutando mis pecados” 2020, "Sabor a piel", 2012; "Trazos en la piel", 2010; "Navegar en la piel", 2009. Poesía amorosa-sensual-erótica, Editorial Cofradía de Coyotes. Las plaquette´s “La hojarasca vuelve a nacer”, y “Sin el Aroma de tu rezo, 2005.

 

 

 

Nombrado Embajador Universal de la Cultura, por el Estado Plurinominal de Bolivia en el marco del VIII Encuentro Internacional de Escritores en Tarija Bolivia 2015, distinción avalada por la UNESCO.

 

Promotor cultural; ha realizado primero y segundo encuentro literario “Señores del palabra florida de los rumbos cercanos y lejanos”, poesía dedicada a nuestros ancestros, en Calixtlahuaca, en dónde habitó el señorío matlatzinca.

 

 

 

Aparece en más de cincuenta antologías tanto de narrativa como de poesía, en México y en algunos países de Latinoamérica.

 

 

 

Compiló junto a Martha Lujano Valenzuela, el poemario Xochitlajtoltin Anawakej (Señores de la palabra florida de los rumbos cercanos y lejanos) 2023 y 2024, poesía dedicada a nuestros ancestros, reuniendo voces de poetas de diferentes lugares de México.

 

 

 

Compiló también Elegías del remolino 2023, junto a Eduardo Villegas. Poemario en el cual aparecen 16 autores de diversas partes de México, y los poemas versan sobre los seres queridos que ya trascendieron.

 

 

 

Aparece en revistas como: Revista Siempre 3303, 2016; Castálida, Editada por el IMC, 2013; Molino de letras, Revista de literatura y Humanidades #58.

 

 

 

Ha participado en encuentros nacionales e internacionales en Colombia, Ecuador, Argentina, Bolivia y Nueva York

 

 

 

Ha realizado presentaciones en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Palacio de Minería, Zócalo de la Ciudad de México, Consulado de México en Nueva York, entre otros.

 

 

 

 

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionada por Felix Cardoso

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