Poemas de Roberto Sanabria

 

 

UNO

 

 

 

La risa no encuentra sitio

 

          tampoco el goce

 

ni el amoroso abrazo                  

 

ni el solaz aturdimiento de la belleza

 

Por el contrario

 

          el terror acomete contra toda dignidad

 

Impíos y creyentes

 

se disputan la perfidia

 

como deidad suprema

 

Somos una jauría de salvajes

 

encadenados a teléfonos celulares

 

atentos al sitio predilecto

 

donde se propagan las imágenes

 

de la interminable alucinación cotidiana

 

Un indigente busca comida

 

entre la basura de una lujosa taberna

 

evade los orines de un ebrio

 

y esquiva un veloz automóvil

 

En el cielo    

 

un avión se abre paso entre las nubes

 

alguien vuela a París

 

a tomar su desayuno

 

El fuego arrasa con el templo de oración

 

ahora convertido en prostíbulo para las élites

 

El hospital y la escuela se convierten en ceniza         

 

espléndido abono para el césped

 

del nuevo campo deportivo

 

Entre tragos de euforia y delirio esnifado

 

se debate sobre el mejor cuerpo desnudo

 

y las modas de oropel

 

Hombres y osos se retuercen

 

entre los hilos de la dulce agua carbonatada

 

En medio del aquelarre

 

suenan los ecos de la metralla

 

actual música de moda

 

Entre tanta sangre purulenta      

 

la imbecilidad encuentra sitio

 

para ser elegida como refugio y salvación

 

alabado sea el dios de los asesinos

 

Se acerca la hora de dormir

 

me dirijo a la botica

 

donde los desahuciados

 

recibimos nuestra diaria ración de paz y cordura

 

hay escases y el dispensario ha cerrado

 

se avecina otra noche                            oscilando

 

en el vaivén de la pesadilla y el insomnio

 

 

 

 

 

DOS

 

Yo no juego a morirme

 

me muero a secas                        y ya

 

Igual que el destino                     

 

que la voluntad

 

que la prontitud cotidiana

 

Me muero de veras                         

 

sin recuerdos

 

apenas con un gesto de adiós

 

¡Maldita suerte!

 

nadie vino a verme morir

 

yo que tanto planee mi muerte

 

En fin                  

 

Es hora de morirse              

 

¡a morir se ha dicho!

 

quizá             mañana                 me arrepienta

 

muy tarde          ya muerto          no hay remedio

 

Para morirse firme y definitivamente

 

Solo hay de dos:

 

o se muere entusiasta

 

o se deja uno quieto                             

 

entre los escombros

 

tirado             

 

boca abajo             patas arriba

 

sin maquillaje              sin epitafio            

 

         sin testamento

 

Solo muerto

 

Acurrucadito para la foto

 

entre los tiliches del olvido

 

¡Maldita suerte!

 

 ¡Que manía de morirse así nomás!

 

Si te vuelves a morir              me avisas

 

o nos morimos juntos

 

o aquí no se muere nadie

 

 

 

 

 

TRES

 

Olvide lamerme las heridas

 

Aun así

 

     sanaron

 

Una tenue línea rosa cubrió la llaga

 

Los gusanos observan

 

 

 

 

 

CUATRO

 

Tus cicateros besos

 

     germinaron

 

          en mi boca

 

Nacieron un par de árboles frutales

 

cuyas raíces

 

aflojan mis dientes

 

 

 

 

 

CINCO

 

Brotó una flor entre la maleza

 

Mi esposa sugirió cortarla

 

      adornar el florero

 

Mi hija se le adelantó

 

      la cortó incipiente

 

          y la obsequió a su madre

 

Yo hubiera preferido dejarla perene

 

El matorral no es el mismo sin ella

 

 

 

 

 

SEIS

 

La obesidad de la consciencia duele

 

nuestra desnudez abochorna

 

Las uñas crecidas

 

impiden manipular las indecencias

 

 

 

 

 

SIETE

 

Hay un espejo donde la luna mira

 

a hurtadillas

 

su cara oculta

 

 

 

 

 

OCHO

 

Construyo una vivienda que resista los soplidos del lobo

 

El último reducto

 

de un hogar inexistente

 

 

 

 

 

 

 

Roberto Sanabria Rojas. Originario de Pachuca, Hidalgo, radica en el valle de Toluca. Maestro y abogado, diplomado en creación literaria por la Escuela de escritores del estado de México. Practica diversos géneros de escritura. Ha concurrido a múltiples talleres, cursos y encuentros literarios, participado en más de 40 antologías. Sus textos han sido traducidos a varias lenguas originarias mexicanas, tsotsil, wixárika y zapoteco entre otras. Ha publicado los poemarios Onírica Plegaria (2019), Climatérico (2023) y Poefrainos (2024).

 

 

 

 

 

 

Semblanza y fotografía proporcionadas por Roberto Sanabria Rojas

 

 

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