Arte poética/Palabras
Llevo dentro
una luciérnaga
herida
sobre las palabras
cómo sostener su luz
sin condenarla
al dolor.
Mi escritura
busca zurcir la carne.
Mientras la aguja
va cosiendo
los piquetes de la memoria.
Son mis ojos
esperando tinta
como la lluvia
aguarda su arena.
Desde las entrañas
del lenguaje
me va creciendo
la luz de luciérnaga
Se prepara
éste cuerpo
Quiere
hilar todo el fuego
de las palabras
y hacer pasar
sobre la sangre
toda la poesía.
Geografía de los pasos
Viva está la fuerza
de los que aún navegan
y curan
sus sueños mutados.
Viva los que aún tienen brazos
que despliegan sus alfombras enrolladas.
Quiero reconciliarme con los sueños,
que los matorrales
no detengan las incertezas de mis pasos.
Quiero vaciar mis pensamientos
desollar todos los sollozos que no me pertenecen.
Quiero recolectar la fuerza
de los que han conocido el fracaso
y viven.
Quiero aprender a lavarme el rostro
junto a las personas
que empeñaron sus ojos
a la muerte.
En los periódicos
se ven fotografías quemadas
Y no alcanza ya la garganta
cuando todas son palabras líquidas
ecos que caminan de noche
con rumbo al mediterráneo
para desembocar las últimas lagrimas
antes del naufragio.
Manchas
Hoy
soy un cúmulo de vocales
que ni la noche
enciende
mi mano se quedó
con el silencio
que dejaste
porque te gustan
las palabras fugaces
las que te dejo mojadas
las sueltas en el camino
se lastiman mis palabras
por ahí deambulan cortadas
y las hienas que andan sueltas
reconocen el olor de mi sangre.
Nuestra historia es de pájaros
Tú luchas con la sombra
toda la noche, y toda la noche te visitan
huestes de astros, trepando al cielo, o al hundirse:
Compañero en la aurora del lucero del alba,
(Samuel Taylor Coleridge)
Estamos aquí
contando palabras
el tiempo es una piedra blanca
lanzada al río de nuestras venas.
Escucha el caudal
de nuestros sueños
mientras enciendo los minutos
sin diluir el cielo.
Mira la piedra
para que crezcan olas
con la pulsión del deseo
Abre la memoria
con su sol de herencia
se alumbrarán nuestros ojos
pájaros
destinados al fuego.
Disección de un poema
Oler su carne
tocar su rojo misterio
esparcido río
en la hoja
moviendo horizontes.
Quiero recorrer
su circulación sanguínea
desde el origen
sentir el fuego
de cada letra.
Quiero saber
con qué pulsión
trasportó Sáenz
la noche paceña
de vena en vena.
Abrir
sus versos
escuchar los pasos
del aparapita
cargar en su sombra
siempre cargando
vida y muerte.
Marta
La infancia
marca latidos
en la memoria
Un reloj de arena
es nuestra mirada
el dolor cronometra
con 10.357 granos
la caída.
Nos repartieron
la sombra
sin decirnos
que llevaría nuestra forma.
Desde los dedos
de la sombra
creamos la boca
del cocodrilo
sobre la pared
del sueño.
No sabíamos jugar
con nuestra voz
por eso
esta infancia no tiene sonidos.
Cuando aprendí
a preguntar
devanaron en el camino
mi sombra.
Crecí
con la mitad
de mi reflejo
a tu espera
encendí las palabras
de cada estación.
Aprendí a costurar
un ojal para el sol
de nuestros días.
Y no encontré tu sombra
solo granos del recuerdo.
En las escondidas dijiste
grita para salvarme
Digo Marta
Y solo caen piedras
sobre tu nombre.
Inhalar
Este aire
ciego de tiempo
oscurece la ventana
sin preguntar
gira la mañana
del vidrio a la memoria
astillas de tu nombre
me abren la mirada.
Soplas el amor
Y tu aliento incinera el sol
Descalza te pienso
y me corta dos veces
el silencio de la herida.
Hoy te dejo
mi espera
en una vela
con su deseo carcomido
se apagan los sueños
esparcidas cenizas del 23.
Esplendor
El sol
de Montevideo
ingresó por la ventana 506
no es una suite
ni el Cervantes
tiene que saber
que la 205 dejó de iluminar
desde que tejimos
nuestras palabras.
Invertimos el hambre
para desayunar
sin subir al sexto piso
y descubrimos
en los claveles bajos
del deseo
pimienta para el mañana.
Cuando nos entregaron
sábanas nuevas
la piel
relajó el día
en el aceite de sus horas.
La siesta llegó
para arrullar en tus cejas
los versos circulares
Y el anochecer
los hizo volar
desde tu voz.
Ahora
cuento los minutos
de mis palabras
cuando asoma el recuerdo
de tu sonrisa llena
pajarito.
Ya retoma la madrugada
y cada ala de dobla
como hojas
que parten su estación.
Petrone
tenía razón
cuando miraba desde la suite
un pedazo de cielo, casi inútil
si el sol
es un aro de olvidos
que arde hoy su desamparo
en la 506
se caen
láminas de nuestra memoria
cuando el hotel
cierra sus persianas
y ésta mirada
intenta sujetar el duelo
de otra puerta condenada.
Valeria Sandi Peña. Nació en Santa Cruz, Bolivia, en 1991. Escritora, y abogada. Publicó los poemarios Ambidiestros (2014) en coautoría, La luna lleva sal, (2016, 2018), Rincón de lluvia (2018-2019), Raíz de Ceniza (2020), Antología Lluvia de Sal (2022), Sombra en la palabra (2023). Imparte talleres en Centros Culturales y Unidades Educativas. Ha participado en festivales y encuentros nacionales e internacionales. Forma parte de la editorial Literatelia para Bolivia y la revista Galería del Alma (México). Dirige el colectivo literario Trueque Poético y el Festival Internacional de Poesía Joven Jauría de Palabras.
Ha recibido las distinciones de poeta joven con potencial para compartir otorgado por el Centro Cultural San Isidro 2018 y por su aporte y dedicación constante a la cultura del país por el Ministerio de Culturas y Turismo de Bolivia 2019.
Semblanza y fotografía proporcionadas por Valeria Sandi
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