Poemas de Francois Villon

Balada doble

 

 

 

Por ello, amad cuanto queráis,

 

acudid a fiestas y reuniones

 

y al final valdréis algo más

 

y sólo quebraréis vuestras cabezas.

 

Amores locos a muchos vuelven necios:

 

Salomón cayó en idolatría,

 

Sansón perdió sus anteojos.

 

¡Feliz aquel que no posee nada!

 

 

 

Orfeo, el dulce músico campesino,

 

tocando la flauta y el caramillo

 

corrió el peligro del asesino

 

Can Cerbero, el de las cuatro testas.

 

Y Narciso, hermano y honesto,

 

se ahogó en un pozo profundo

 

por el amor de sus amoríos.

 

¡Feliz aquel que no posee nada!

 

 

 

Sardana, el esforzado caballero

 

que conquistó el reino de Creta,

 

quiso convertirse en mujer

 

e hilar en unión las doncellas;

 

el rey David, el sabio profeta,

 

se olvidó del temor a Dios

 

al ver lavar unos muslos bien formados.

 

¡Feliz aquel que no posee nada!

 

 

 

Amon quiso deshonrar,

 

mientras fingía comer tartinas,

 

a su hermana Thamar y desflorarla,

 

lo que fue incesto deshonesto;

 

Herodes, y no son bagatelas,

 

a San Juan Bautista decapitó

 

por danzas, brincos y tonadas.

 

¡Feliz aquel que no posee nada!

 

 

 

De mí, infeliz, ahora quiero hablar:

 

me golpearon más que a la ropa en el río,

 

desnudo por completo, no lo oculto.

 

¿Quién me hizo sufrir esta afrenta?

 

¿Fue Catherine de Vaucelles?

 

Noel, el tercero en discordia apareció.

 

¡Esas nupcias merecen consideración!

 

¡Feliz aquel que no posee nada!

 

 

 

 

 

Balada

 

 

 

En rojo azufre, en azufre amarillo,

 

en arsénico, en salitre y en cal viva,

 

en plomo derretido, que mejor las devore,

 

en sebo y pez obtenidos de colada

 

hecha de orina y heces de judía,

 

en agua de lavar piernas leprosas,

 

en mondas de pies y polainas viejas,

 

en sangre de áspid y drogas venenosas,

 

en hiel de lobos, de zorras y tejones

 

¡sean fritas las lenguas envidiosas!

 

 

 

En seso de gato que odie pescar,

 

negro y tan viejo que ya no tengan dientes,

 

o de un mastín decrépito, pues que lo mismo da,

 

rabioso, espumeante de baba y de saliva,

 

en el sudor de una mula jadeante,

 

cortada en pedacitos con muy buenas tijeras,

 

en agua que contenga ratas hocicudas,

 

ranas, sapos y bestias asquerosas,

 

víboras, lagartos y raros pajarracos

 

¡sean fritas las lenguas envidiosas!

 

 

 

En sublimado, peligroso al tacto,

 

y en el ombligo de culebras vivas,

 

en sangre que sea seca en recipientes,

 

en las barberías, con la luna llena,

 

y que a veces es negra y otras verde como cebolletas,

 

en chancros y tumores y en casas sucias cubas

 

donde las nodrizas lavan los pañales,

 

en agua de los baños de hembras amorosas

 

(quien no me entienda no ha seguido la orilla)

 

¡sean fritas las lenguas envidiosas!

 

 

 

Príncipe, pasad estos pedazos

 

si no tenéis tamiz, criba o cedazo,

 

a través de unas bragas bien ciscadas,

 

pero, antes, en heces de cochino

 

¡sean fritas las lenguas envidiosas!

 

 

 

 

 

Balada final

 

 

 

Aquí se cierra y se termina

 

el testamento del pobre Villon.

 

Acudid a su entierro

 

cuando escuchéis el carrillón,

 

vestidos de rojo bermellón

 

pues que murió mártir de amor,

 

el cual juró sobre su sexo

 

cuando del mundo quiso ir.

 

 

 

Y creo bien que no mintió

 

pues fue expulsado como un puerco

 

de sus amores, odiosamente

 

y de tal modo, que de aquí al Rosellón

 

no existe arbusto ni matorral

 

que, tal como afirma sin mentir,

 

no aguarde de su ropa algún jirón,

 

cuando del mundo se quiso ir.

 

 

 

Así ha sido y de tal manera

 

que solo harapos vistió al mori;

 

y aún más, que en ese trance

 

el Amor clavó en él su aguijón,

 

más agudo que el hebijón

 

de un tahalí se hacía sentir,

 

(lo cual es cosa que maravilla)

 

Cuando del mundo se quiso ir.

 

 

 

Príncipe, como el azor gentil,

 

saber lo que hizo al partir:

 

un buen trago de vino bebió

 

cuando del mundo se quiso ir.

 

 

 

Estas Baladas aparecen intercaladas en el poema Testamento

 

 

 

 

 

La balada del buen consejo

 

 

 

Hombres faltos, que no tenéis razón,

 

desnaturalizados y sin conocimiento,

 

desprovistos de juicio, llenos de sinrazón,

 

locos colmados sólo de poco entendimiento

 

que de este modo obráis contra el nacimiento

 

y os sometéis a muerte detestable

 

por cobardía ¡ay! ¿No os da remordimiento

 

el horror que os conduce a la vergüenza?

 

Ved como mueren tantos jovenes

 

por ofender, robando el bien ajeno.

 

 

 

Que cada quien vea en sí mismo el propio error,

 

no nos venguemos, tengamos gran paciencia;

 

sabemos que este mundo es la prisión:

 

a los virtuosos, colmados de impaciencia,

 

pegar y golpear no exige ciencia;

 

robar, esquilmar y matar sin razón

 

a Dios no place; de la verdad se aparta

 

quien en tales hechos pasa su juventud

 

y al final, con dolor, apretará los puños

 

por ofender, robando el bien ajeno.

 

 

 

¿Qué aprovecha hacer trampas y reír a traición,

 

rogar, mentir, afirmar sin fianza,

 

burlar, engañar y preparar venenos,

 

vivir en el pecado, dormir con desconfianza

 

del prójimo, sin tener confianza?

 

De esto concluyo: esforcémonos en obrar bien.

 

Animémonos, tengamos fe en Dios:

 

no hay día a la semana que tengamos por cierto,

 

de nuestro mal se duelen nuestros padres,

 

por ofender, robando el bien ajeno.

 

 

 

En paz vivamos, discordia exterminemos;

 

viejos y jóvenes, pongámonos de acuerdo:

 

la ley lo quiere, el apóstol lo manda

 

lícitamente en la epístola romana;

 

orden nos falta, estado y algún apoyo.

 

Anotemos el punto: no perdamos puerto

 

Por ofender, robando el bien ajeno.

 

 

 

 

 

Balada de los pequeños refranes

 

 

 

Conozco bien las moscas en leche,

 

conozco al hombre por su ropa,

 

conozco el buen tiempo y el malo,

 

conozco la manzana por el manzano,

 

conozco el árbol por su resina,

 

conozco aún lo que parece igual,

 

conozco aquel que trabaja y el que vaga,

 

conozco todo, salvo a mí mismo.

 

 

 

Conozco el jubón por el cuello,

 

conozco al monje por su hábito,

 

conozco al amo por su criado,

 

conozco la monja por el velo,

 

conozco al fullero por su jerga,

 

conozco locos que comen crema,

 

conozco el vino por el tonel,

 

conozco todo, salvo a mí mismo.

 

 

 

Conozco el caballo y el mulo,

 

conozco la carga y el precio,

 

conozco a Beatriz y a Isabel,

 

conozco ficha con nombre y valor,

 

conozco la visión y el sueño,

 

conozco el pecado de los bohemios,

 

conozco el poder de Roma,

 

conozco todo, salvo a mí mismo.

 

 

 

Príncipe, conozco todo, en suma

 

conozco los de color subida o pálida,

 

conozco la muerte que todo lo consume,

 

conozco todo, salvo a mí mismo.

 

 

 

 

 

El epitafio de Villon

 

En forma de balada.

 

(mejor conocido como La Balada de los colgados)

 

 

 

Hermanos que vivís tras nuestra muerte

 

no hagáis gala de duro corazón contra nosotros,

 

pues ni mostráis piedad con estos pobres

 

Dios colmará de mercedes más pronto.

 

Védnos aquí, colgados, cinco o seis:

 

aquellas carnes que bien alimentamos

 

hace tiempo que fueron devoradas y podridas

 

y nosotros, los huesos, nos trocamos en polvo y en ceniza.

 

Que nadie ose reír de nuestro mal;

 

rogad a Dios que nos absuelva a todos.

 

 

 

Si a vosotros clamamos, como a hermanos,

 

no debéis despreciarnos por más que hayamos muerto

 

a manos de la justicia. Y puesto que sabéis

 

que no todos los hombres gozan de buen criterio

 

excusándonos, ya que hemos fallecido,

 

con el Hijo de la Virgen María;

 

que su gracia no cese de manar por nosotros

 

y nos libre del rayo infernal.

 

Muertos somos, el alma no nos atormenta:

 

rogad a Dios que nos absuelva a todos.

 

 

 

La lluvia nos ha dejado limpios y morondos

 

y el sol nos ha secado y ennegrecido;

 

cuervos y urracas nos sacaron los ojos

 

y arrancaron los pelos de las barbas y orejas.

 

Jamás, ni un solo instante, nos sentamos;

 

de allá para acá, según varía el viento

 

nos pone, en su capricho, en movimiento;

 

más picoteados que un dedal de costura.

 

No forméis nunca parte de nuestra cofradía:

 

rogad a Dios que nos absuelva a todos.

 

 

 

Príncipe Jesús, que reinas sobre todo,

 

cuida de que el Infierno no haga presa en nosotros,

 

con él nada tenemos que hacer ni que saldar.

 

Hombres, aquí no valen burlas ya:

 

rogad a Dios que nos absuelva a todos.

 

 

 

Estas Baladas pertenecen a Poesías diversas.

 

 

 

Traducción del francés medieval de Nuria Parés.

 

 

 

Estos poemas forman parte del libro Obra poética, Francois Villon, Colección Literaria Servet, El Mundo Medieval, Ediciones Oasis, el cual se publicó el 31 de mayo de 1965, México Distrito Federeal.    

 

  

 

     

 

 

 

 

Francois Villon nació en París en 1431. Existen dudas sobre su verdadero nombre pero sabemos que le gustaba responder al apodo de Villon. Su biografía es en buena medida desconocida y apenas contamos para trazar sus contornos de los documentos judiciales, pues la actividad poética de Villon está entrelazada con su comportamiento delictivo.

 

 Villon nació en la pobreza, fue criado por un padre adoptivo, y a los veintidós años obtuvo un título en la Universidad de París. Tres años después fue detenido por participar en una pelea con dagas, en 1456 participó en el asalto a una capilla, en 1461 fue encarcelado y aprovechó para escribir El testamento.  Un año después Villon regresaba a la cárcel acusado de robo. Una fianza y la falta de pruebas concluyentes le liberó; pero al poco tiempo otra pelea callejera le devolvió a presidio, donde fue torturado y condenado a la horca. Su abogado logró conmutar la pena por el destierro. Villon abandonó París a principios de 1463 y nunca se volvió a saber de él.

 

 

 

 

Fuente biográfica: Alba Editorial

 

Fuente fotográfica: Wikipedia

 


Nuria Parés (1925-2010). Vivió y estudió música en Madrid hasta el inicio de la guerra civil española. Se trasladó a Francia para proseguir sus estudios. Dio conciertos de guitarra en las principales ciudades europeas, así como en Cuba y en México, país al que llegó en 1943 y donde se dedicó a la traducción y a la literatura. Ha publicado en diversos diarios y suplementos culturales.

 

Nuria Parés además de concertista, se ha dedicado a la crítica, a la traducción, a estudios sobre poetas de otras lenguas y a la poesía. En su primer poemario –Romances de la voz sola– aborda temas universales como el amor, la muerte y la soledad. En Canto llano alude a su patria lejana y presente y viva en su recuerdo.

 

 

 

 

Fuente biográfica: Enciclopedia de la Literatura en México

 

Fuente fotográfica: Wikipedia

 

 

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