Poemas de Martha Canfield

Navegar en el aire

 

 

 

Tu cabeza soberbia me miraba

 

seria y concentrada

 

mientras que yo desarmada yacía

 

desnuda enamorada

 

descubriendo la vida misteriosa

 

y por siempre ingobernable del cuerpo

 

empezando a subir

 

cerniéndome en el aire luminoso

 

del cuarto silencioso

 

en sombra en dulce calma

 

guiada por tus ojos

 

 

 

Tu cabeza serísima

 

en alto y concentrada

 

me miraba,

 

mientras yo reclinaba la mía

 

sobre tu mano abierta

 

como una planta fresca acogedora

 

tan solo a mí donada.

 

 

 

Tu cabeza desde lo alto me indicaba

 

la muy dulce estación del cielo

 

donde el encumbramiento despacioso

 

conducida por la insólita escala

 

me llevaba.

 

 

 

Navegar en el aire

 

en la penumbra cálida del cuarto.


El viento constante del Monte Ventoux

 

 

 

En rêvent un paysage de la Provence...

 

 

 

El intenso perfume de la tarde

 

con un lento vuelo se difunde

 

sobre la tierra inmóvil,

 

acaso suspirado por el monte,

 

acaso convertido en caricia

 

por el aire que ya se va agitando.

 

 

 

Caricia que promete y se suspende

 

a lo mejor por mejorarse

 

ante la altiva silueta de ese monte

 

ventoso y blanco hecho de piedra

 

que no se sabe si invita o si amenaza

 

o si subyuga el alma y la adormece

 

con la esperanza de un vuelo poderoso

 

todo en horizontal

 

                              o en vertical

 

hacia el agua del mar

 

                              o hacia los cielos

 

 

 

La transparencia de la noche

 

va derramando nueva luz

 

sobre los días venideros.

 

 

 

El monte ventoso espera.

 

El viento montañoso ya se mueve

 

mientras con un suspiro va diciendo

 

que ha recorrido tierras infinitas

 

y que trae un perfume

 

con la huella de imágenes fugaces

 

de un pasado vivido sólo en sueños.

 

 

 

Sobre la tierra despaciosa

 

mecida por el viento

 

se cierne una ilusión

 

y la distancia entre el cielo y la cumbre

 

parece inexistente

 

para el alma arrobada en el perfume.

 

 

 

El viento pasa como si volviera

 

el tiempo vuelve como si inventara

 

y todo recomienza

 

como fue anunciado.

 

 

 

Noche profunda de caminos

 

tan sólo verticales.

 

Del monte se desprende una esperanza

 

que define la aurora ya inminente.

 

 

 

 

 

 Mira llega a casa

 

 

 

Quisieras cruzar el umbral

 

tal vez

 

pero todavía no te atreves

 

me miras con temor

 

pasar de aquí a allí

 

y no saber lo que vas a encontrar

 

y luego – a lo mejor estás pensando –

 

tampoco es éste sitio conocido

 

Entonces permaneces quieta

 

con la cola en alto vigilante

 

ojos de incertidumbre

 

Dónde me han traído,

 

pareces preguntarte

 

y yo ruego que tú puedas entender

 

que desde ahora ésta es tu casa

 

y tú aprenderás de mí

 

y yo aprenderé de ti

 

y juntas vamos a construir

 

un dúo solidario

 

hecho de mujer y de perra

 

Mira y Martha

 

Martha y Mira

 

y correr será hermoso en la mañana

 

y dormir será hermoso por la noche

 

y saberte cerca será dicha de vida

 

y armónica ternura

 

y sentimiento puro

 

Espera no atravieses ese umbral

 

Voy yo hacia ti

 

para después cruzarlo juntas

 

y dar por fin inicio

 

hoy mismo ahora y enseguida

 

a esa unidad perfecta que decía Neruda:

 

«seis patas y una cola

 

con rocío».

 

 

 

 

 

Acto de lectura

 

 

 

Para Álvaro Mutis

 

 

 

Cada palabra tiene su arista secreta

 

y su perfume.

 

Entre renglones voy

 

guiándome el sentido

 

que brota respirando.

 

Alerta y erizada

 

entre una línea y otra

 

del párrafo completo

 

o de la estrofa entera de tu poema

 

voy.

 

Vertiginosas cúspides

 

donde el cielo que flota y que me arrastra

 

se derrama.

 

Tu mensaje lo entiendo mas lo aparto.

 

Y en un sitio de luz

 

como una recta muda y perfumada

 

encuentro la palabra detrás de tus palabras.

 

Me enciendo y me abandono.

 

Te toco y no te siento.

 

Te siento y no distingo

 

tu contorno verbal y verosímil.

 

Siento la espada de tu letra oscura.

 

Y el espacio intangible del encuentro

 

se revela en mi carne:

 

herida penetrada

 

en ti regocijada

 

y en una transformada

 

en el sitio de ti que tu discurso me regala.

 

 

 

 

 

Pantelleria

 

 

 

Era la tierra en medio de los mares

 

un círculo imperfecto

 

con pocas montañas y mesetas

 

con valles estrechos y profundos

 

sin playas con bahías rocosas

 

y con arcos de piedra

 

entre las piedras negras

 

tumultuosas

 

del principio volcánico.

 

 

 

Había sido fuego y erupción submarina

 

y mugir portentoso del toro atrapado

 

en el centro de una insólita estrella

 

sin luz

 

con luz adentro de su vientre marino

 

tensionado preñado

 

gimiendo en el parir una cúspide entera

 

de rocas tormentosas

 

sin ríos y sin fuentes

 

sin playas y sin costas

 

con montañas y valles

 

estrechos y profundos

 

y con arcos de piedra

 

sobre el mar

 

del origen.

 

 

 

Que antes aún de la eversión

 

de esa fuerza

 

fue calma milenaria

 

sumergida aplacada

 

en el sueño sin aire

 

del silencio profundo minucioso

 

del Ángel replegado

 

la cabeza escondida entre las alas

 

doble par

 

doble blanco infinito

 

para tanta espera

 

y tanta tenaz melancolía.

 

 

 

 

 

Nos volveremos a ver

 

 

 

No quiero saber, no quiero,

 

si en el paraíso verde

 

que más allá nos espera

 

hay un dios gigante y bueno

 

que renunció a su poder

 

para darnos libertad

 

y así no pudo hacer nada

 

cuando un mal imprevisible

 

se atravesó en tu camino

 

y te arrancó de la vida.

 

Tal vez. Tal vez fuera así.

 

Yo no lo quiero saber.

 

 

 

Quiero tan solo soñar

 

con la promesa ideal

 

de un tiempo sin tiempo al fin

 

donde el Espíritu Santo

 

nos habrá de redimir

 

para dejarnos vagar

 

en el espacio azulado

 

y en el tiempo atemporal

 

 

 

 

 

De espaldas

 

 

 

Una espalda cualquiera

 

ante mis ojos pasa y se detiene

 

una espalda desnuda

 

una forma sensual bien definida

 

y sin embargo

 

mi corazón tenaz la descompone

 

logrando recrear

 

la forma persistente de tu forma

 

tu silueta de espaldas que se aleja

 

tu gesto despiadado

 

tu abandono

 

                tu adiós

 

 

 

Entre las brumas de tanto peso incierto

 

de todo lo que hoy no quiero ni ver

 

ni menos recordar

 

entre el ambiguo diseño del mundo

 

que obstinado te excluye

 

yo quiero verte a ti

 

mi vida te reclama

 

 

 

Y si fuera necesario te advierto:

 

                yo puedo recrearte

 

                como años atrás

 

cuando aún tú eras un sueño para mí

 

–quién sabe si recuerdas–

 

yo me inventé tu forma

 

tu silueta amorosa

 

esperando callada

 

esperándome a mí

 

hasta que al fin supiste

 

salir de entre las brumas

 

y viniste hacia mí

 

de carne y hueso entero

 

de carne y de calor inmarcesible

 

y yo supe devolverte el amor

 

supe reconocerte y ampararte

 

mi fantasma encarnado en mi esperanza

 

y tal cual un insólito milagro

 

vivir

 

      vivir contigo

 

una historia de amor

 

un viaje de regreso al paraíso

 

al entrañable corazón de Eros

 

 

 

para después deber reconocer

 

el final

 

      el adiós

 

la noche

 

      la muralla

 

el fin

 

      la soledad

 

el final

 

      el adiós

 

 

 

y tu espalda perfecta

 

de músculos

 

                de piel,

 

de formas intangibles e imborrables,

 

se dibujó ante mí

 

como signo indeleble

 

de tu adiós implacable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Martha L. CANFIELD (Montevideo, 1949) poeta, ensayista y traductora, profesora de Literatura Hispanoamericana en la universidad de Florencia, vive en Italia desde 1977, escribe en español y en italiano. Ha traducido en italiano a Mario Benedetti, Carmen Boullosa, Ernesto Cardenal, Jorge Eduardo Eielson, Luz Mary Giraldo, Álvaro Mutis, Márgara Russotto, Mario Vargas Llosa, Idea Vilariño; y en español a Edoardo Sanguineti, Pier Paolo Pasolini, Gesualdo Bufalino, Valerio Magrelli. Ha publicado estudios sobre Delmira Agustini, López Velarde, Ramos Sucre, Quiroga, Borges, Rulfo, García Márquez, poesía chicana, poesía neoindiana. En septiembre del 2006 fundó en Florencia el Centro de Estudios Jorge Eielson, para la difusión de la cultura latinoamericana, del cual es presidente. Es autora de seis poemarios en español y cinco en italiano, siendo los últimos, Corazón abismo (2013) y Luna di giorno (2017). Ha recibido, entre otros, los siguientes premios: Premio de Traducción de los Institutos Cervantes de Italia por sus versiones de Mario Benedetti (2002); Premio «Orient-Occident for the Arts» (Rumania, 2006); Premio Iberoamericano Ramón López Velarde (México, 2015).

Semblanza proporcionada por Martha L. CANFIELD

Fotografía de Marcela Sánchez Mara


Escribir comentario

Comentarios: 0