Navegar en el aire
Tu cabeza soberbia me miraba
seria y concentrada
mientras que yo desarmada yacía
desnuda enamorada
descubriendo la vida misteriosa
y por siempre ingobernable del cuerpo
empezando a subir
cerniéndome en el aire luminoso
del cuarto silencioso
en sombra en dulce calma
guiada por tus ojos
Tu cabeza serísima
en alto y concentrada
me miraba,
mientras yo reclinaba la mía
sobre tu mano abierta
como una planta fresca acogedora
tan solo a mí donada.
Tu cabeza desde lo alto me indicaba
la muy dulce estación del cielo
donde el encumbramiento despacioso
conducida por la insólita escala
me llevaba.
Navegar en el aire
en la penumbra cálida del cuarto.
El viento constante del Monte Ventoux
En rêvent un paysage de la Provence...
El intenso perfume de la tarde
con un lento vuelo se difunde
sobre la tierra inmóvil,
acaso suspirado por el monte,
acaso convertido en caricia
por el aire que ya se va agitando.
Caricia que promete y se suspende
a lo mejor por mejorarse
ante la altiva silueta de ese monte
ventoso y blanco hecho de piedra
que no se sabe si invita o si amenaza
o si subyuga el alma y la adormece
con la esperanza de un vuelo poderoso
todo en horizontal
o en vertical
hacia el agua del mar
o hacia los cielos
La transparencia de la noche
va derramando nueva luz
sobre los días venideros.
El monte ventoso espera.
El viento montañoso ya se mueve
mientras con un suspiro va diciendo
que ha recorrido tierras infinitas
y que trae un perfume
con la huella de imágenes fugaces
de un pasado vivido sólo en sueños.
Sobre la tierra despaciosa
mecida por el viento
se cierne una ilusión
y la distancia entre el cielo y la cumbre
parece inexistente
para el alma arrobada en el perfume.
El viento pasa como si volviera
el tiempo vuelve como si inventara
y todo recomienza
como fue anunciado.
Noche profunda de caminos
tan sólo verticales.
Del monte se desprende una esperanza
que define la aurora ya inminente.
Mira llega a casa
Quisieras cruzar el umbral
tal vez
pero todavía no te atreves
me miras con temor
pasar de aquí a allí
y no saber lo que vas a encontrar
y luego – a lo mejor estás pensando –
tampoco es éste sitio conocido
Entonces permaneces quieta
con la cola en alto vigilante
ojos de incertidumbre
Dónde me han traído,
pareces preguntarte
y yo ruego que tú puedas entender
que desde ahora ésta es tu casa
y tú aprenderás de mí
y yo aprenderé de ti
y juntas vamos a construir
un dúo solidario
hecho de mujer y de perra
Mira y Martha
Martha y Mira
y correr será hermoso en la mañana
y dormir será hermoso por la noche
y saberte cerca será dicha de vida
y armónica ternura
y sentimiento puro
Espera no atravieses ese umbral
Voy yo hacia ti
para después cruzarlo juntas
y dar por fin inicio
hoy mismo ahora y enseguida
a esa unidad perfecta que decía Neruda:
«seis patas y una cola
con rocío».
Acto de lectura
Para Álvaro Mutis
Cada palabra tiene su arista secreta
y su perfume.
Entre renglones voy
guiándome el sentido
que brota respirando.
Alerta y erizada
entre una línea y otra
del párrafo completo
o de la estrofa entera de tu poema
voy.
Vertiginosas cúspides
donde el cielo que flota y que me arrastra
se derrama.
Tu mensaje lo entiendo mas lo aparto.
Y en un sitio de luz
como una recta muda y perfumada
encuentro la palabra detrás de tus palabras.
Me enciendo y me abandono.
Te toco y no te siento.
Te siento y no distingo
tu contorno verbal y verosímil.
Siento la espada de tu letra oscura.
Y el espacio intangible del encuentro
se revela en mi carne:
herida penetrada
en ti regocijada
y en una transformada
en el sitio de ti que tu discurso me regala.
Pantelleria
Era la tierra en medio de los mares
un círculo imperfecto
con pocas montañas y mesetas
con valles estrechos y profundos
sin playas con bahías rocosas
y con arcos de piedra
entre las piedras negras
tumultuosas
del principio volcánico.
Había sido fuego y erupción submarina
y mugir portentoso del toro atrapado
en el centro de una insólita estrella
sin luz
con luz adentro de su vientre marino
tensionado preñado
gimiendo en el parir una cúspide entera
de rocas tormentosas
sin ríos y sin fuentes
sin playas y sin costas
con montañas y valles
estrechos y profundos
y con arcos de piedra
sobre el mar
del origen.
Que antes aún de la eversión
de esa fuerza
fue calma milenaria
sumergida aplacada
en el sueño sin aire
del silencio profundo minucioso
del Ángel replegado
la cabeza escondida entre las alas
doble par
doble blanco infinito
para tanta espera
y tanta tenaz melancolía.
Nos volveremos a ver
No quiero saber, no quiero,
si en el paraíso verde
que más allá nos espera
hay un dios gigante y bueno
que renunció a su poder
para darnos libertad
y así no pudo hacer nada
cuando un mal imprevisible
se atravesó en tu camino
y te arrancó de la vida.
Tal vez. Tal vez fuera así.
Yo no lo quiero saber.
Quiero tan solo soñar
con la promesa ideal
de un tiempo sin tiempo al fin
donde el Espíritu Santo
nos habrá de redimir
para dejarnos vagar
en el espacio azulado
y en el tiempo atemporal
De espaldas
Una espalda cualquiera
ante mis ojos pasa y se detiene
una espalda desnuda
una forma sensual bien definida
y sin embargo
mi corazón tenaz la descompone
logrando recrear
la forma persistente de tu forma
tu silueta de espaldas que se aleja
tu gesto despiadado
tu abandono
tu adiós
Entre las brumas de tanto peso incierto
de todo lo que hoy no quiero ni ver
ni menos recordar
entre el ambiguo diseño del mundo
que obstinado te excluye
yo quiero verte a ti
mi vida te reclama
Y si fuera necesario te advierto:
yo puedo recrearte
como años atrás
cuando aún tú eras un sueño para mí
–quién sabe si recuerdas–
yo me inventé tu forma
tu silueta amorosa
esperando callada
esperándome a mí
hasta que al fin supiste
salir de entre las brumas
y viniste hacia mí
de carne y hueso entero
de carne y de calor inmarcesible
y yo supe devolverte el amor
supe reconocerte y ampararte
mi fantasma encarnado en mi esperanza
y tal cual un insólito milagro
vivir
vivir contigo
una historia de amor
un viaje de regreso al paraíso
al entrañable corazón de Eros
para después deber reconocer
el final
el adiós
la noche
la muralla
el fin
la soledad
el final
el adiós
y tu espalda perfecta
de músculos
de piel,
de formas intangibles e imborrables,
se dibujó ante mí
como signo indeleble
de tu adiós implacable.
Martha L. CANFIELD (Montevideo, 1949) poeta, ensayista y traductora, profesora de Literatura Hispanoamericana en la universidad de Florencia, vive en Italia desde 1977, escribe en español y en italiano. Ha traducido en italiano a Mario Benedetti, Carmen Boullosa, Ernesto Cardenal, Jorge Eduardo Eielson, Luz Mary Giraldo, Álvaro Mutis, Márgara Russotto, Mario Vargas Llosa, Idea Vilariño; y en español a Edoardo Sanguineti, Pier Paolo Pasolini, Gesualdo Bufalino, Valerio Magrelli. Ha publicado estudios sobre Delmira Agustini, López Velarde, Ramos Sucre, Quiroga, Borges, Rulfo, García Márquez, poesía chicana, poesía neoindiana. En septiembre del 2006 fundó en Florencia el Centro de Estudios Jorge Eielson, para la difusión de la cultura latinoamericana, del cual es presidente. Es autora de seis poemarios en español y cinco en italiano, siendo los últimos, Corazón abismo (2013) y Luna di giorno (2017). Ha recibido, entre otros, los siguientes premios: Premio de Traducción de los Institutos Cervantes de Italia por sus versiones de Mario Benedetti (2002); Premio «Orient-Occident for the Arts» (Rumania, 2006); Premio Iberoamericano Ramón López Velarde (México, 2015).
Semblanza proporcionada por Martha L. CANFIELD
Fotografía de Marcela Sánchez Mara
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