Noche intransitable
I
Ceniza última del ser
Mi espíritu recorre distancias ayunadas,
Sorprende el atrio de mordaza
Donde el sol es mordido por dientes infantiles.
Atieso mi corazón, lo siento
A lo largo de la luz errante
Que poco a poco se corrompe en mis manos.
Pájaro escuálido en trance
De hambre fijo horizonte diminuto.
Chamuscado de infinito, no expongo el dolor entero:
Hay que preservar el escondrijo mínimo,
El asilo (tonto) que el sueño me ofrece.
La noche deletrea sus apellidos turbulentos
Se niega al espantajo de polvo que más va a vestir
Desfigura mi identidad atroz.
Me contemplo ubicuo en las heridas de las ventanas.
Los rascacielos son armazones de espinas
Reductos de visiones involucionadas.
Una limpidez insólita alimenta al ladrillo
Hace de modo que la cal regrese al seno de la tierra.
Como un secreto intangible, el crepúsculo disuelve
En la garúa los últimos distritos humanos.
Cualquier ternura, hasta la que abriga,
Es crucifixión menor, fisura de contorno grotesco.
Epitafios rompen los ruidosos titulares nocturnos.
Buscan mis bolsillos vacíos, se pegan a los anuncios luminosos.
Los amantes humildes murmuran algo confuso sobre el día de mañana.
Mi voz cae, lentamente degollada es palio
Alborazado que sofoca a la ciudad. Es muy leve, sin embargo:
Sólo los pájaros lo perciben.
Siento frío en la verdad, soy el propio
Frío de la madrugada – y un sueño de emergencia
Me socorre.
II
Ningún abrigo se ajusta a mi pensamiento.
Ningún radar capta mi aliento. La noche sigue alta
Mi tristeza es aquella luz boba
Que trata de evitar catástrofes.
Me harto delante del plato vacío de la noche.
Ni siquiera mi sudor guarda la memoria de mí mismo.
No encuentro destino valido para el silencio
Que me penetra. Los alimentos más graves
Se disipan cuando la ración celeste es vislumbrada.
La borra miserable de la noche pone un gesto
De extremaunción en mis brazos colgantes.
Fantasmas ambulantes súbitamente estancan
Mi ritmo interior. Yo debería caminar a los gritos,
Ser materia subastada entre locos, bebedores y payasos.
Herencias mal esclarecidas llegan con acontecimientos
Cotidianos (el pan, la leche, el diario), volviendo
Indefensa mi rasa docilidad.
Por otra parte, hablo por hablar:
La noche me traspasó otra vez el cuerpo
Y la página volvió a ser de (leite) (1) infiel.
(1) Matiz intraducible, ya que de (leite) tiene en portugués dos acepciones: deleite y de leche.
Traducción de Roberto Juarroz
Este poema fue tomado de la revista POESÍA = POESÍA, número 15, agosto de 1963, Buenos Aires, Argentina.
Roberto Juarroz (Dorrego, 1925 - Buenos Aires, 1995) Poeta argentino. Sus poemas, de carácter metafísico, están reunidos en una serie de volúmenes designados con el ordinal y el mismo título, desde Poesía vertical (1958) hasta Decimotercera poesía vertical (1994). Desde 1984 perteneció la Academia Argentina de las Letras.
Profesor de biblioteconomía y de literatura en la Universidad de Buenos Aires, Roberto Juarroz dirigió con Mario Morales la revista literaria Poesía=Poesía desde 1958 hasta 1965. Su primer libro, Poesía vertical (1958), llevaba el título con el que iría designando sus sucesivos poemarios, añadiendo a cada volumen un número ordinal: Segunda poesía vertical (1963), Tercera poesía vertical (1965) y así hasta llegar a la Decimotercera poesía vertical (1994). Unos pocos libros escaparon a este esquema, como Seis poemas sueltos (1960) y la antología Nueva poesía vertical (1977). Publicó, además, numerosos artículos y ensayos, traducciones de poetas europeos contemporáneos y diversos trabajos en prosa: Poesía y creación (1980), Poesía y realidad y Poesía, literatura y hermenéutica.
La obra de Roberto Juarroz apenas tiene parangón en la literatura universal debido a la forma original de su creación. Denominada "poesía de la duda", parte de hechos cotidianos para trasladar al lector a dimensiones insólitas pobladas por personajes aislados, pero libres, y ha sido relacionada con la filosofía de Heidegger y con las maneras vanguardistas de Huidobro y Mallarmé.
La calificación global de "vertical" hace referencia a una de las características fundamentales de la poesía de Juarroz: la de la exploración de la realidad más allá de su percepción superficial (lo que daría una perspectiva "horizontal") y la subversión de las condiciones habituales del pensamiento y del mundo exterior en favor de una actitud más creativa. Sus poemas contemplan desde la búsqueda de la identidad humana (como en el que comienza "Separar algunas partes del hombre...") y la concepción de la muerte (en "Nos quedamos a veces detenidos..."), hasta cuestiones derivadas del uso de la comunicación y el lenguaje (como en "No todo hombre posee...") o la percepción del concepto y función de la religión (en "La fractura de dios o del sueño de dios..."), la relación entre el "yo" y el mundo exterior (en "Llaman a la puerta..."), etc.
Junto a estos, algunos temas se revelan recurrentes a lo largo de toda su trayectoria: entre ellos, el del valor de la poesía y del arte en general en el mundo contemporáneo (como en "Lo posible es sólo una provincia de lo imposible..."), el proceso de aprendizaje y de la experiencia (en "Cuando se ha puesto el pie una vez en el otro lado...") o los procesos del pensamiento y la razón (en "Filtrarse en la sustancia más nocturna del árbol...").
Si bien los temas que interesan a Juarroz no son nuevos, el tratamiento lógico del poeta aporta un punto de vista muy bien definido que, a lo largo de toda su obra, se va revelando como característico. Partiendo inicialmente de algunos presupuestos artísticos de las vanguardias poéticas de principios del siglo XX, Roberto Juarroz practica una poesía contundente y autoafirmativa, a través de la cual pretende conectar con la conciencia del lector para hacerle partícipe de esa serie de cuestiones comunes y que definen también al lector como parte de una colectividad. En este sentido, la posibilidad de cambio, de mejoría, es una constante en los poemas, que apelan a la capacidad humana de analizar y comprender la realidad externa a través de la imaginación, como paso previo a poder superar el conformismo. La acción individual es posible; más aún: desde el punto de vista moral es necesaria como rasgo definitorio de la condición humana. El poeta se sabe humano precisamente gracias a la capacidad de crear y recrear, de inventar mundos posibles, aun asumiendo la fragilidad de los mismos.
El estilo poético de Juarroz es directo y conciso. Sus poemas se componen de tres a cinco estrofas en su mayoría, y de una veintena de versos. Este esquema exterior, de corte sumamente clásico, le resulta muy cómodo tanto para la reflexión más cerebral como para la descripción de experiencias, de momentos de vida, que parten de la realidad conocida para de inmediato alejarse de ella, darle la vuelta y subvertirla con el propósito de hacerla más evidente.
Otro tipo de experiencias, sobre todo las de carácter más íntimo (como el amor de pareja o el de familia, la amistad, los recuerdos) interesan menos al poeta, porque no permiten un distanciamiento suficiente respecto al objeto de atención. Se elige en cambio el camino de la voz interior individual, de extraordinaria riqueza, y las posibilidades de la mirada y el conocimiento del mundo para investigar nuevas formas de creación. Juarroz establece en su producción el ámbito de lo que en sus poemas se denomina la "zona intermedia", ese plano de lo real en que las fronteras se diluyen y aflora la inseguridad como base fundacional de la experiencia humana. Desde esa posición su obra, que se ha mantenido indiferente a los vaivenes de las corrientes culturales y poéticas de su época, consigue alcanzar una voz propia, casi de manera única entre los poetas de su mismo espacio cultural e histórico.
Semblanza tomada de la página Biografías y vidas, La enciclopedia en línea
Fotografía tomada de la página Aire nuestro
Semblanza y fotografía proporcionadas por Zingonia Zingone
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