La aparición de un libro cuyo autor es una mujer trae siempre, como de pasada, el problema de la expresión femenina, de su aparición, de sus limitaciones, de su riesgo. Cuando leímos en Rosalía de Castro, "las mujeres somos de sólo dos cuerdas: la imaginación y el sentimiento", nos preguntamos si con estos medios se podía llegar a una gran poesía, a una auténtica creación en el sentido espiritual del término, al desprendimiento de una "mirada". Se nos hizo entonces evidente que no. La cultura f